Tras Esperando a Darian, esta es la segunda novela de Julia Navas, de la que también hemos disfrutado su poesía. Tanto en la narrativa como en el poema la autora nos introduce en un mundo propio en el que los argumentos se van trenzando con las personalidades de sus integrantes. El interés proviene tanto del desarrollo de la trama como de la descripción psicológica, ambas líneas mantienen una tensión que va desplegándose y vamos descubriendo a lo largo de las páginas.
Carlos, Pablo Cuesta, Valentina, Aurelio, Luisa… funcionan equilibrando los protagonistas y antagonistas. Y cada carácter posee una identidad con matices que les da veracidad y atractivo. Carlos lleva el peso, desde su rutina, mirando su habitación vacía, a medio desembalar. Sobre el personaje se abalanza el destino, y lo arrastra, como en el fondo al resto de personajes. Se mueven todos entre la indecisión, la voluntad y los azares. Si Valentina es más intrépida y puede dirigir su destino, no por ello se libra de los bandazos de la vida.
La existencia afectiva de los personajes es uno de los motores que nos sirve de identificación a grandes rasgos, confiando que a ninguno nos atenace alguno de los sucesos que van apareciendo en la novela. Como en el resto de la obra de Julia Navas, la conciencia y la descripción de los problemas sociales tienen un protagonismo no menor. No solo es el azar, también la sociedad va dirigiendo sus flujos sobre los personajes. Hay una reflexión moral en la novela que se escapa del moralismo y de los personajes simbólicos. No son arquetipos, ni héroes puros ni villanos despreciables. Todos van luchando por unos sueños más o menos claros, ya sea el éxito, el amor o una librería
No podía continuar asomada al precipicio de la melancolía y decidí no quedarme en casa lamiéndome las heridas. No había sido una riña o un desencuentro puntual entre dos persona que, a pesar de ser distintas, casi opuestas, se necesitan en algún momento. Era el final de una recta, de un río cuyas aguas bajaban por inercia, abocadas al mar sin haber dejado sedimento alguno.
Debía enfrentarme a lo que, por encima de todo era prioritario en mi vida: poner a salvo la librería.
También se debe reseñar los paisajes, los más o menos cercanos, los paseos por Madrid, Gijón y Atenas, Amsterdam… ambientes exóticos, marginales, la prostitución, lo que se esconde bajo la fachada de una clase media que puede más o menos ir tirando. Son los hábitats que podemos identificar y con los que nos podemos identificar, pero va más allá, la aventura supera lo cotidiano y común y desafía a los protagonistas.
Aurelio seguía sin llamar, pero sí lo hizo Enrique insistiendo en que le acompañase de nuevo al pub. Por supuesto, decliné la invitación mientras trataba de disimular mi enfado. Y el enfado dio paso a la estupefacción cuando me dijo que la siguiente semana estaría fuera en viaje de negocios. Tenía que ir a Amsterdam y, aprovechando el fin de semana para visitar la ciudad, había pensado en invitar a «Valentina-Valeria». (…) Todo me parecía una broma de mal gusto.
Podemos hacer también la lectura del coraje de una mujer por superar las circunstancias, la visión comprometida a la que Julia Navas nos tiene acostumbrados. Como nos tiene acostubrados a un lenguaje cuidado en el que cada palabra está elegida cuidadosamente, para describir, para situar, para que avance la trama con una ligereza aparente. Monta unos diálogos defendibles, huye, afortunadamente de la tentación de las frases lapidarias para los canallas que se embozan de filósofos. Los personajes hablan mucho, y los diálogos mantienen el realismo y aportan algo más que lo que parecen decir. A través de ellos descubrimos los matices, las luchas interiores de los personajes.
––Como te decía, procuro que mi estancia aquí sea lo más agradable posible. No tengo a nadie que me espere en el pueblo ––dijo con una sombra de tristeza en sus ojos––. Hace dos años lo dejé con mi novio de toda la vida. No me sentí apoyada por él; desde que me vine a Madrid, todo eran reproches, escenas de celos infundados y estúpidos.
––Es difícil llevar una relación en la distancia ––dije encendiendo un cigarrillo.
––Nos veíamos todas las semanas, pero cada vez era peor, así que nos dimos un tiempo de reflexión que él aprovechó para enrollarse con mi mejor amiga.
––Lo siento ––susurré.
––Al principio lo pasé mal, pero ahora me alegro. Y me doy cuenta que no era la persona que necesitaba. Nos convertimos esclavos de relaciones condicionadas por las circunstancias. Si no puedes escoger, te amoldas, pero eso no quiere decir que elijas lo que realmente te convenga.
Una prosa digna de una gran contadora de historias y de una gran perfiladora de personajes. Especialmente notables los grandes protagonistas, Carlos y Valentina. (¿Por qué me han recordado de repente a Horacio Oliveira y La Maga?). El pasado que persigue a Carlos y que narra la historia de redención y en cierta manera, la recuperación de su identidad. La búsqueda de felicidad del resto de los personajes es su motivación profunda, pero está imbricado en el imaginario de historias clásicas. Es imposible no pensar en la Odisea y en Penélope cuando Carlos recorre Grecia (uno de los momentos que más me gusta del libro). No es una traslación literal, puesto que aparecen diferentes personajes que “se salen” de ese guion, como Valentina.
¿Qué hay en una habitación vacía? es una estupenda oportunidad de sumergirse en una historia en la que el azar determina tanto como la voluntad de los personajes. Como en la vida misma.
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