La mexicana Rocío Cerón ha publicado una amplia colección de libros de poesía: Divisible corpóreo (México, 2022), Simultáneo sucesivo (España, 2022), Spectio (México, 2019), Observante (España, 2019; Argentina, 2020), Materia oscura (2018), Borealis (FCE México, 2016), Nudo vortex (México y Nueva York, ambas ediciones 2015), Diorama (2012), Basalto (2022), entre otros y ha lanzado los álbumes de poesía sonora MIIUNI (España, 2022) y Sonic Bubbles (México, 2020). Sus poemas han sido traducidos al inglés y a diversos idiomas europeos. Publicada inicialmente en el Fondo de Cultura Económica (2016), Borealis es una compilación de poemas en verso libre, prosa y poemas visuales, un híbrido para situarse en un universo particular e imprevisible. Borealis es una obra poética compuesta por ocho partes subtituladas. Comienza Borealis (Airship II. 2012 3:24): “Pequeñas constelaciones de vereda celeste. Inmersión en nube repentina. Hombre lengua (con murmullo de unas svásticas de fondo): previa de una película de moda con catorce muertos y treinta y seis heridos”. La fragmentación, el desafío a lo racional y estructurado (aunque la obra tenga su propia y minuciosa relojería interna) son los elementos estilísticos más sobresalientes. Una invitación a la multiinterpretación: “Resguardo y secreto: este hombre no se aventura a escalar una montaña. Y toda montaña es tan nimia”.
Quizás la poesía de la mexicana no pretenda insinuar una solución inequívoca, sino un desafío: “Volvanse humo, baya de laurel, malla de púas. ¿Quién querría ser héroe de película?”. Una actitud de atención a los sentidos: “En los oídos se escucha toda la noche acampada”. Un punto de esa distancia contiene destellos líricos que se pueden espigar con placer: “Cruje el tiempo, así, en cínicas escarpadas de fuego”; “Intensidad del lunar sobre una milla de aire: ceniza. / coro de rocas rodean el último cabello al viento”. Una constelación de sensaciones casi contradictoria: “Sobre las aguas no había ya lamento, los lobos habían enmudecido al cordero”.
Cinco partes de una prosecución es la sección que contiene la poesía visual y que no agota la vena de la poesía experimental: Efinistöku (Canto a mitad de ruta con rostro cubierto de tizne y légamo): “No cejes, del piso de lava petrificada surgirá la selva”; “Pronuncia el viento un salmo: Volverán las noches de sol negro, entonces llamarse locura será solo andar lentamente entre estrellas, piradas”. Más que procedimientos surrealistas, Rocío Cerón nos va situando en lugares inhóspitos y los describe dirigiéndose a algo más allá de la Razón con mayúsculas, pero igualmente verdaderos. La sección De cómo adentrarse en el glaciar de Vatnajökull y sobrevivir con el soplo de un cometa en la boca nos traslada al universo mítico nórdico y, desde allí, el lenguaje, la identidad, la memoria…: “Saliva y boca, nacimiento articulado del lenguaje. Balbuceo primero /…/ ¿Qué hay debajo de la lengua? / Debajo de la lengua hay un presidio”; “Silencio como posibilidad, / cueva del habla donde memoria y porvenir enclavan acentos tónicos en callejón sin paso”; “La oración sale desde la boca, / se relaciona con lo humano / O, mejor dicho, con la Madre”.
Muy adecuado es el título de Trances para estos procesos que pueden incluir sustancias potenciadoras: “Bajo los efectos de la hidrocodeína con acetaminofén un hombre masculla su vida entera”; “Ensilladura para decir: / «observa el pliegue, la dureza de la urgencia por velar tu nombre»”; “A la deriva el rostro. Río y caudal de pensamiento, espejo que retiene lo cedido. /…/ El reflejo el reflejo es el reflejo, vicisitudes. El que mira anota densidad de luz, distancia, figura y decorado /…/ Borealis”. Rocío Cerón actúa como lo haría un chamán en tierra extraña: “Llega tembloroso. El ave. El incendio”; “Vibración celeste al paso de aerostático”.
En La representación de la luz por el lodo entresacamos algunos momentos aforísticos entre los versos: “Más veloces que la vida son las sombras”; “Genuflexión. Piel en estado simbólico”; “Para entender lo escrito por la ventisca, escuchar y oler entre las grietas”; “Prescindible es la muerte cuando se escucha al tiempo” ; “Cerrarlos ojos no ayuda a levantar el derrumbe. Orfandad fosforescente entre los dedos”; “Plusvalía, en este decir hay plusvalía”. Una imaginación poética sobresaliente para invitarnos a sumergirnos en el universo a través de detalles que observa: “Esa bella mujer de malos modales, corre veloz, hacia el espejo. / Esa hermosa figura llamada muerte”. En la Coda descubrimos algunas claves que confirman estos procedimientos: “Visiones caleidoscópicas. / El espectador se vuelve un ente interactivo”; “Fugaces destellos de belleza”. Con la delicadeza propia de un taxidermista, la poeta cierra el paisaje de Borealis: “Manto multicolor sobre cuerpo tendido. Escarcha de sudor y vino. Entre las pisadas ligeras del verano una reliquia de santo. Aurora boreal bajo el brazo. Espejismo de desierto en tierra nevada. Conocido territorio de la infancia”.
“instante idéntico al siguiente, y al siguiente, y al siguiente.
Nube
Nube
Nube
Ardamos. Hasta desaparecer. Ahí”
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