domingo, 9 de febrero de 2025

Reseña de Ana Vega Burgos: ‘Como la espuma sucia’. Hiperión. 2024

 COMO LA ESPUMA SUCIA (libro del 2024). Escrito por ANA VEGA BURGOS. ISBN  9788490022450 | La Vanguardia

Ana Vega Burgos, poeta y narradora cordobesa, ha sido galardonada con el XXVIII Premio Internacional de Poesía Antonio Machado en Baeza por este poemario. El jurado ha destacado su profundidad lírica y su capacidad para evocar un mundo urbano marginal, marcado por el desamor, la rebeldía y la nostalgia de una juventud perdida, así como su capacidad para la construcción métrica a la vez que su libertad para romper con las formas tradicionales.

Ana Vega Burgos ha ganado diferentes premios a lo largo de su trayectoria literaria, ámbito en el que combina la poesía (Barras de luna, 2021; Penélope a la orilla de la noche, 2021; La geisha despintada, 2022 y Olvido de la luz, 2023) con la narrativa (Su mirada azul escondía un misterio, 2008; Rosas para Amelia, 2018 y Lo que esconde el otoño, 2020). Este libro, dedicado a Javier Egea, es un viaje poético que se divide en tres partes: Principio, Realidad y Consumación, cada una de las cuales explora diferentes facetas de la experiencia humana, desde la inocencia de la infancia hasta la cruda realidad de la vida adulta, las primeras noches fuera de casa, la juerga en los años 80, el sentimiento de fracaso y de marginación, la aparición de la droga…

El poemario comienza con una evocación de la infancia y la adolescencia, donde los recuerdos de noches de verano, juegos inocentes y primeros amores se mezclan con la sensación de crecer en un entorno hostil. Es el tiempo de la inocencia y el despertar: “Las noches de verano, / libidinosamente/ jugando a desnudarnos…”; “Rezábamos, pensábamos. / Dejamos de rezar”;  “El mundo que nos crece en primavera. // Y en enero, la nieve”, referencia esta última con un doble sentido trágico.

Ana Vega Burgos utiliza un lenguaje lírico y evocador para describir cómo los sueños de juventud chocan con la realidad de un mundo que parece cerrarse sobre sí mismo. En versos como “Bajo la niebla espesa de tu cielo plomizo / crecimos, estiramos los sueños hacia arriba, / trepana por los árboles añosos de los parques, / ahogamos las tristezas sobre las aguas agrisadas /…/Todos nos ha pasado / como pasan las cosas en la vida, /…/ Todo pasa cerrándose como cierra la vida. / Solo tú, calle oscura, permanecen abierta”, la autora captura la lucha por mantener la esperanza en un ambiente opresivo. La elegancia de su métrica y la riqueza de sus imágenes transportan al lector a un tiempo y un lugar específicos, donde la ternura y la violencia coexisten en un frágil equilibrio: “Solo nos abrazaba la ternura /…/ Ternura disfrazada de insultos y mamporros / y el cómplice silencio ante el resto del mundo, el enemigo /…/ Éramos los del barrio, ¿recordáis? Y lo fuimos / hasta que el polvo blanco nos inundó las venas / y los nichos.// Solo nos abrazaba la ternura; no llores / ahora que nos abrazan tan solo los recuerdos”. La primera sección acaba con una elegía de gran profundidad y belleza: “Pero un día olvidaré que me supiste amargo / y que la luna estaba gris como la tristeza / y recordaré solo aquella madrugada / eras tú, / fuiste tú, / y / me besaste”.

La crudeza de la vida urbana está más presente en la segunda parte, Realidad, donde la autora profundiza en la descripción de un entorno urbano degradado, donde las calles están llenas de vida pero también de desesperación. El color predominante es el gris: “Son de cristal las calles y las tiñes de gris / la sucia luz de los amaneceres”. Los versos “Bullen las calles llenas / de agentes de seguros, / palomas, secretarias, / dependientes de moda y franquicias, / un par de gatos negros, /…/ Vibran llenos de vida / aunque creamos ser / muertos que andan, autómatas / con las pilas cansadas” reflejan la alienación y el cansancio de una generación que intentó transformar el mundo pero terminó siendo arrastrada por la rutina y el desencanto. La autora no idealiza el pasado; al contrario, lo presenta con una crudeza que resulta conmovedora, siempre estando al borde del abismo: “Es más fácil –descubro– / subirse al autobús que ponerse delante”. Un momento de ebullición personal, de necesidad de libertad, de descubrimiento entre las sombras de una vida urbana que ya se intuía dura y cruel: “No sobraban los libros y los padres / –qué pena–. / Solo queríamos tiempo: / tiempo para vivir a bocanadas grandes, / borracheras de vida que vomites ahora/…/ Queríamos transformar el mundo, pero al cabo / cambiamos solo el largo del pelo y de la falda /…/ Hoy que es agosto aunque no quiero entender / que ya en la piel apenas / quedó la quemadura”. La vida en la ciudad se describe como un lugar donde los sueños se desvanecen y las cicatrices del pasado permanecen abiertas, como en los versos "Pero la llaga está, sigue abierta y supura". Y siempre presente Ángel González.

La última parte del libro, Consumación, es una reflexión sobre la pérdida y la aceptación. Aquí, Vega Burgos aborda temas como la muerte, el paso del tiempo y la inevitabilidad del cambio. Los versos “A lo lejos, las barcas cobran vida, advirtiendo / que la ruleta roja va girando acuciante / y hay una Reina Blanca resplandeciente, impávida, / oculta entra la nieve/ o entre la arena o / entre la sal” sugieren un mundo en constante movimiento, donde las oportunidades se desvanecen tan rápido como aparecen, en especial por lo referente a la droga. No es la única referencia al ambiente degradado: “No hacen falta farolas ya para las reuniones, / la luz de luna basta para escuchar susurros / sobre la falta corta y las ideas oscuras /…/ Ya vienen por ahí las prostitutas. / Llevan, todas, un libro bajo el brazo / por si les diera tiempo a estudiar los apuntes / entre cliente y cliente”. La manera de ir desgranando esos años se corresponde con la lírica de Dylan en su época más gloriosa.

El paisaje de la ciudad es un protagonista más entre el grupo de amigos, descrito con lucidez: “Entre arroyos de asfalto y álamos de ladrillo / autobuses hostiles que nos muestran los dientes, / cajeros automáticos con huéspedes, / gorriones que disputan el pan a los transeúntes / y siempre el frío y el gris de la ciudad inhóspita / pasan sin mirarnos envueltos en este aire / compartido, y sabemos / que es cada cicatriz la huella de una herida /…/ Pero la llaga está, sigue abierta y supura”. Frente a aquellos tiempos, sin nostalgia, la mirada hacia el actual con la ironía a flor de piel: “La vida virtual tiene muchas ventajas: / encerrada detrás de tantas puertas / no entra en nuestras alcobas el hedor de los muertos / que se arrastran –las manos / tendidas, suplicantes– / invadiendo, inoportunos, / las calles de la historia”.

En el poemario encontramos un tono elegíaco con lirismo contenido, alejado del sentimentalismo, donde el amor y el dolor se entrelazan en un último suspiro de belleza: "Pero un día olvidaré que me supiste amargo / y que la luna estaba gris como la tristeza / y recordaré solo aquella madrugada / eres tú, / fuiste tú, / y / me besaste". El poema final contribuye a esta atmósfera donde la belleza es reivindicada frente a la decepción del mundo: “Me aseguran que allí me bañaré entre flores, / que el agua será azul como el pezón de un lirio /…/ También / me engañó el mar”.

Uno de los aspectos más destacados de Como la espuma sucia es su variedad formal. Vega Burgos combina versos libres con estructuras más clásicas, creando un ritmo que fluye entre lo coloquial y lo lírico. Entre los versos vemos la autenticidad de lo vivido en la obra, permitiendo a un lector tan cercano –y alejado– en el tiempo, sumergirse en el mundo que la autora describe. No solo captura la esencia de una generación, también invita a reflexionar sobre el precio que pagamos por crecer y sobrevivir en un mundo hostil a través de una voz lírica poderosa y crítica.

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