Esta famosa sentencia de Mannheim resume prácticamente el
tema de hoy. Digo resume, que no desacredita. Ideología es un término que se
utiliza para desprestigiar cualquier opinión propuesta por un adversario. No
creo que sea capaz de añadir nada a lo que ilustres pensadores han escrito
sobre la ideología, ni Marx y la falsa conciencia; ni Habermas, ni Zizek, ni,
por supuesto, el inefable Ricoeur. Quizás me acerque más Eagleton y su
concepción de la estética como ideología. O mejor al contrario, la concepción
de la ideología como una estética.
Según los medios conservadores –y a menudo, los no
supuestamente conservadores-, cuando los vecinos de Gamonal presionan en contra
del bulevar es porque estaban manejados por ideologías extremistas de
izquierda. Cuando los trabajadores de la empresa de recogida de basuras hacen
una huelga, es que se trata de una huelga ideológica y política contra un
gobierno del Partido Popular. La marea blanca, la verde o la rosa son
ideologías que rompen los valores ¿naturales? de los hombres con sentido común.
"Conviene indicar que el
feminismo ideológico no es más que un paso en el proceso de deconstrucción de
la persona. De hecho, los argumentos que sustentan el pensamiento feminista, en
sucesivas evoluciones, han propiciado la ideología de género y las teorías
Queer y Cyborg".
No es un profesor de sociología del conocimiento quien lo
dice, es el obispo de Alcalá, Reig Plâ. Y creo que ha acertado completamente en
el diagnóstico. Judith Butler estaría satisfecha con Reig Plà como alumno. Lo
ha pillado, ha captado el mensaje. Ha equivocado el sentido pero ha entendido
el fondo. El feminismo ideológico realmente no tiene un sentido apocalíptico -¿pero
cómo podría un obispo resistirse a un mensaje apocalíptico?-, sino que es un
mensaje liberador para el ser humano que no debe atarse ni siquiera a la
biología que lo construye.
Leo en los canales habituales de internet que circula la
teoría de que Pepga Pig (sí, la de los inofensivos y empalagosos dibujitos) no
sólo es una feminista sino una
rabiosa comunista por pretender compartir sus cosas. Creo que,
sinceramente, hay que tomarse a broma esta diatriba emprendida por un
columnista de derechas y algo tarado de Australia. Pero también recuerdo cuando
bloggeros conservadores acusaron a la película Cars
(Coches) de ser propaganda izquierdista. Incluso los mordaces articulistas
de Jot Dot han considerado que Mary
Poppins es una feminazi. ¿Qué nos está pasando?
La labor de ciertos sectores de la prensa es tan extremista,
sitúan la posición tanto a la derecha, que programas tan ñoños como Barrio
Sésamo nos parecen radicales. Compartir, tener respeto a los demás, aceptar a
homosexuales o diferentes acaban por parecer totalmente revolucionarios.
En cambio también leo que después del varapalo de los
tribunales, el gobierno de la Comunidad de Madrid ha reculado y cesado en su
empeño de privatizar la gestión de varios hospitales. Ha caído el consejero
Lasquetty, pero el presidente ha matizado que la decisión no ha sido
ideológica: "Nunca planteamos esta iniciativa como un proyecto ideológico,
solo buscaba hacer sostenible nuestro sistema sanitario", ha recalcado
Ignacio González. Aquí debo reconocer que me pierdo. No llego a comprender cómo
un sistema sanitario público es ineficiente, es decir, hace perder dinero y sin
embargo, puede haber dinero para pagar a una empresa privada que sí va a sacar
beneficios económicos. ¿De dónde se supone que va a salir ese dinero que antes
no había? ¿Va a haber dinero para pagar a los trabajadores, las medicinas, el
mantenimiento, para tener una buena asistencia a los pacientes… y encima
llegará un montante generoso para los gestores? ¿Cómo se hace eso? Si hay
gestores tan buenos haciéndolo, ¿por qué no los contratan como asesores y lo
hacen ellos mismos?
Peppa Pig es
ideología, Cars es ideología, Mary
Poppins es ideología, pero las privatizaciones no son ideología. Me recuerda a
otra ideología absurda que circula por ahí. Una ideología fea que hace
rechazable cualquier propuesta. Cuando ciertos sectores de los medios y los
políticos acusan de nazis a cualquier cosa. El independentismo es nazi, los
escraches antidesahucio son nazis, las manifestaciones y concentraciones del
15M o Rodea el Congreso son nazis, nos
dicen. El aborto es eugenesia nazi, incluso el ecologismo es nazi. Ahora, unos
sujetos que venden parafernalia nazi en un puesto de un mercadillo patrocinado
por un ayuntamiento, eso no es nazi.
Cuando no nos gusta una cosa decimos que es ideológica. ¿Es
que nadie defiende su ideología? ¿Es malo defender lo que uno piensa? ¿Es malo
defender los propios intereses? No, no es malo. Lo malo es tener una ideología.
Han repetido millones de veces que lo público no es bien
gestionado, pero eso no lo hace verdad. Eso es ideología, su ideología. O es
una mentira obscena para tapar las ansias de dinero que va a generar a las
empresas adjudicatarias, tan cercanas por otra parte, no sólo al partido en el
poder, sino a las personas concretas que ocupan los cargos del poder. Al
contrario de los carnavales donde nos disfrazamos para ser más indecentes, creo
que la ideología es el disfraz, medianamente decente, que oculta ese expolio.
Los think tanks de
la derecha adoctrinan a sus tertulianos para que insistan que las protestas son
una manera para quitar al partido popular en la calle lo que han perdido en las
urnas. De esa manera hacen resonar en el inconsciente el triunfo de Zapatero
junto con la Revolución de Asturias de 1934, mientras que olvidan las
manifestaciones en contra del aborto, las del foro de la familia, y en contra
del terrorismo. Es una manera de silenciar las voces que claman en las calles.
Seamos valientes, aceptemos que tenemos unas ideas, una
forma de ver el mundo. Aceptemos que ninguna forma de ver el mundo convence
totalmente a todos, quizás porque cada uno tengamos unos intereses que nos vuelven
ciegos hacia algunos ángulos e iluminan maravillosamente otros.
Son los carnavales y me apetece disfrazarme. Hoy me voy a vestir
de feminista, o de comunista, o de anarquista…
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