Miré
los muros de la patria mía, gemía Quevedo. Se lamentaba de la decadencia de
España. Una decadencia que no ha parado desde entonces. Grandes muros han
señalado puntos importantes en la historia de los seres humanos. Se podría
decir, en un alarde de pretenciosidad, que la historia se ha formado a partir
de muros. Muros los que cierran las casas cuando se hizo sedentario, que rodean
las ciudades, que delimitan los imperios. El muro de Adriano separaba Roma, la
civilización, de la barbarie.
Cayeron,
sin embargo otros muros. El de Berlín separaba dos concepciones del mundo
distintas, dos regímenes enfrentados en una guerra que los alimentaba en su
megalomanía. Se necesitaban uno a otro para justificar los esfuerzos bélicos y
estratégicos, para no perder un objetivo. Fue muy doloroso para las personas
que acabaron viendo sus familias divididas, sus paisajes cercenados. Yo no soy
muy dado a amar los terruños, pero comprendo a quienes sufrieron al ver su país
dividido.
Cuando
derribaron el muro no fue por una decisión meditada, no fue un cálculo de las
altas esferas. Se rumorea que fue un gran malentendido. No creo que sucediera
del todo así, pero los servicios secretos estaban completamente al margen,
quedaron en evidencia. Supongo que todo estaba más o menos sobreentendido. Se
sabía que tenía que llegar, pero aun así, fue emocionante ver cómo se acercaban
las gentes a derribarlo por sus propios medios, a romperlo. Al final, el muro
se ha convertido en un destino turístico, se organizan tours en bicicleta para
conocer su extensión y se venden minúsculos trozos del muro en pequeñas cajitas
con postales para los visitantes. Tanto dolor trivializado.
Muros más
altos han caído, como cayeron los de Jericó ante las trompetas de Yahvé para
luego acabar rezando ante el Muro de las Lamentaciones. El pueblo judío, que
esperaba encontrar una tierra de promisión, donde los ríos manaran leche y
miel, acabó asentándose en una tierra hostil y diseminándose por el resto del
mundo. Ahora, sin embargo, se parapetan en un muro de vergüenza, separando
Cisjordania. Pretenden alejar el peligro terrorista y acaban construyendo un gueto
donde se aíslan de la humanidad.
Hay
muchos otros muros que intentan mantener aislados los mundos. Como el que
divide la frontera de Estados Unidos con México y que el fantoche de Donald
Trump quiere ampliar. Parece como si una gran pantalla pudiera eliminar el
contraste brutal de renta, la diferencia de riqueza entre el primer mundo y
todo lo demás, cada vez más pobre y desesperado. Una barrera que no puede nunca
ser completa, que siempre tendrá maneras de saltarse, pero que sirve de
tranquilizador, como los niños que se tapan los ojos para que no los vean. No
hay muros suficientes para evitar una injusticia tan aterradora. Ni los que hay
en el campamento de Idomeni, ni el que separa Sudáfrica de Zimbawe, la India de
Bangladesh, el muro que Marruecos tiene con el Sáhara. Y por supuesto las
vallas de Ceuta y Melilla, por muchas concertinas que nos obstinemos en
superponer. Sobre estos muros, precisamente, Pablo Iraburu y Migueltxo Molina
han estrenado un documental más que interesante.
Los
muros sirven para aislarnos. Como civilización, como imperio, como nación y
como personas. Preferimos levantar gruesos muros para evitar que nadie nos
ataque, para no ser vulnerables, para sentirnos seguros en nuestra estrecha
cueva. Decían hace ya muchísimos años REM en World Leader Pretend que los muros que nosotros construimos son los
muros que nosotros mismos debemos derribar. Y son los más difíciles.
Los
muros personales se solapan con los muros de las naciones. Y nos obstinamos en
ver al Otro como un enemigo, como una amenaza a nuestro modo de vida. Nos
invaden y tenemos que evitarlo. Los castillos tienen fosos y almenas y nosotros
hacemos nuestras estas defensas. Las interiorizamos en nuestros discursos. No
queremos sentirnos indefensos ante los demás, como persona y como país. Y actuamos
como si fuéramos el país amenazado.
El muro
era el símbolo de lo establecido, del mundo burgués y conservador que se
perpetuaba inútilmente en la ópera magna de Pink Floyd. We no need no education! Hey, teacher, leave the kids alone! Tarareamos y gritamos cuando
los conocimientos inútiles de la escuela eran el enemigo, cuando la educación
era el arma del sometimiento de los mayores a los rebeldes del sistema. Un
canto de libertad para quienes veían en la educación una pieza más del
engranaje del capitalismo, del sistema opresor del individuo, que trataba como
máquinas a los seres humanos. Romper el muro era la consigna.
Ahora, tristemente, se añora ese mundo, en el que uno podía
estar tranquilo en su puesto de trabajo, maquinal pero estable, con
perspectivas de futuro. Hemos perdido tanto que se puede añorar. Nos dicen, ya
se acabó el trabajo para toda la vida. Pero no es un grito de emancipación, es
la condena a la precariedad y a la incertidumbre. Los muros y las cadenas se
han hecho invisibles, pero nos aprietan cada vez más, como las paredes del
triturador de basuras de Star Wars. Y
denunciamos que los niños no tienen educación, y que los profesores tienen que
volcarse con los niños, no dejarlos solos, acompañarlos en su crecimiento. Y
añoramos los tiempos en los que podíamos ser another brick in the Wall, otro ladrillo en el muro, y respirar
aliviados de tener el futuro resuelto.
Ahora, sin embargo sí que nos convertimos en un muro. Un
muro que llenamos gustosamente día a día. Lo llenamos de pensamientos, de
anuncios, de canciones, de gustos personales, de conversaciones. El único muro
que queremos es el que nos ofrece Facebook. ¡Qué curioso que hayan decidido
llamarlo muro! Un muro de lamentaciones y de alegrías, en este caso. Un muro que nos abre a los demás, al menos en teoría. No
queríamos “mind control” y
agradecemos que nos ofrezcan sugerencias, que nos digan lo que nos puede gustar
y en qué podemos estar interesados. La red social nos sugiere incluso amigos. Y
estamos orgullosos de permanecer en ese muro. La ironía es que estos
pensamientos acabarán en Facebook.
Abre la muralla, cierra la muralla.
ResponderEliminarPom Pom, ¿quién es?
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