lunes, 12 de septiembre de 2016

La necesidad de apoyos firmes (1ª parte)




Uno, que no le tiene miedo a nada, decide pasarse unas cuantas tardes leyendo y reflexionando sobre la disputa entre el relativismo y los no partidarios del relativismo, a los que no sé muy bien cómo les gustaría ser etiquetados. Supongo que son las resacas de la filosofía posmoderna, un nuevo golpe de péndulo. En estas eternas discusiones, por ejemplo, desde los sofistas con Sócrates, uno pude cómodamente afianzarse en sus posiciones simplemente encontrando la reducción a lo ridículo de alguna afirmación sacada o no de contexto, a un autor más o menos inspirado. Es fácil ser un relativista cuando escuchas a algún impenitente bramador contra los musulmanes, de igual forma que no tiene apenas mérito entresacar unas declaraciones de Derrida en algún seminario y subrayar sus incoherencias.
Creo que la búsqueda de la verdad, de certezas es una buena empresa, aunque mucho me temo que siempre estará incompleta. Eso me pondría, a priori, del lado de los relativistas. Y no es mal sitio para estar. Un sano escepticismo te puede evitar muchas declaraciones rotundas de las que uno se puede arrepentir en poquísimo tiempo. Sin embargo es verdad que el relativismo cultural tiene una mala fama innegable. Por supuesto que entre sus filas deben de militar muchísimos ineptos y canallas. Como en todos lados.
El caso es que muchos de los argumentos que se esgrimen para ridiculizar a los relativistas son torticeras interpretaciones. Einstein y su todo es relativo es un ejemplo. La teoría de la relatividad viene a decir más bien que la velocidad de la luz es un absoluto en el universo. La propia palabra teoría se ha degradado para significar un capricho del intelecto sujeto a los gustos como el marisco y el vino. Cualquiera puede tener una sin la engorrosa necesidad de confrontar con las demás.
Suelo decir que nadie tiene toda la razón, pero es verdad que hay gente que puede estar totalmente equivocada. Que varios expertos difieran en sus postulados no garantiza que uno de ellos tenga la solución adecuada y los demás estén en un error. Probablemente todos yerren y acierten, lo que no quiere decir que en la misma proporción. Por ejemplo, decir que la luna es un planeta es un error, pero sostener que está hecha de queso es una equivocación mucho más grande.
La ventaja que ha tenido el relativismo ha sido precisamente esa tolerancia hacia el error ajeno. La tolerancia, es decir, combatir las ideas sólo con ideas ha pasado a significar la aceptación tácita de que todas las opiniones son igualmente respetables. Y depende. En eso radica mi relativismo, en que depende. Pero procuro no quedarme ahí, me gusta clarificar de qué depende.
Evidentemente hay situaciones en las que nos vale una aproximación razonablemente laxa. Que un avión salga a las 14:04 en lugar de las 14:00, como tenía previsto, no nos produce desazón. No es un error de las aerolíneas. Definir científicamente un fenómeno químico puede ser un poco más problemático. Ahí tenemos que ser mucho más cautos y tenemos que exigir mayor precisión. Unas cualidades de las que, por otra parte, la ciencia siempre hace alarde. Sin embargo, es curioso que la primera lección en física suele ser la de los errores, para distinguir los errores sistemáticos de los ocasionales. No da mucha confianza empezar ahí, desde luego.
Los aficionados a la sociología del conocimiento científico estamos acostumbrados, después de Popper, Kuhn, Lakatos, Latour y demás a que los científicos no son tan científicos como pretenden en sus etiquetas. Una cosa es el resumen que puede aparecer de cómo se ha ido descubriendo el átomo y sus partículas y otra, muy distinta, es comprobar que funciona como ciclos sustituidos unos por otros. A esto se le empezó llamando paradigma, aunque ahora se prefiera el término programa de investigación. No es que todo valga en la ciencia, es que no son tan ordenados como sugieren expertos como Mario Bunge, no siempre hay una clara formulación de hipótesis y posterior comprobación. Las cosas en el laboratorio no son tan claras.
Y más allá, Nietzsche ya sabía que todo era humano, demasiado humano y que la verdad y la mentira tenían que ver más con la fuerza con la que se imponían las ideas que con la supuesta adecuación a la realidad. Dicen los enemigos del relativismo que la ciencia es única y que personas de diferentes religiones, culturas o géneros llegan a las mismas conclusiones. En realidad sólo se está reconociendo que todos han aprendido a actuar de la misma forma, con los mismos presupuestos y casi los mismos aparatos. Es normal llegar a las mismas conclusiones. Lo que es posible poner en duda es que siempre sean causas sociales las que llevan al error y que la certeza sólo provenga de la adecuación a la realidad. Quizás sean los mismos factores los que influyan tanto en el éxito como en el fracaso.

4 comentarios:

  1. Un texto preclaro. Me posiciono desde una comprensión similar. Relativismo sano pero no como un "todo vale". Me ha suscitado una reflexión esa parte en la que escribes: "...la certeza sólo provenga de la adecuación a la realidad." Y es que, muy habitualmente, la historia nos ha dado ejemplos de todo lo contrario... han sido muchos los actores que, escapando de la adecuación a la realidad han llegado a certezas insólitas y alumbrado nuevos caminos para la episteme. Me llamarán construccionista pues creo que una de las mayores certezas que podemos arañar es que la condición de humanos quimericamente nos dice que siemrpe podemos arañar algo más, creencia, certidumbre, certeza, verdad, universal.... y así estamos ahora, despues del petardazo globalizador que ha dado el sistema esto parece una ensalada de ontologías,policontexturas, excepcicismos y experiencias sensibles...
    Mágnifico texto.

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  2. Muchas gracias, Evaluador Asesor. Tus palabras son muy amables, espero que la segunda parte no te decepcione. Un saludo

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  3. Magnífico artículo. Me ha encantado y he aprendido mucho, siempre lo hago de ti, y de todos tus artículos interesantísimos y que nos plantean temas normalmente no se plantean en el día a día. Hace falta conocer y mucho para escribir sobre los temas que escribes. Un abrazo.

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  4. Gracias de nuevo Rosa, tus palabras me hacen engordar, que lo sepas. Luego no quiero saber nada de dietas ;)

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