miércoles, 5 de febrero de 2020

Reseña de Olalla Castro: ‘Inventar el hueso’. Pre-Textos. 2019


Resultado de imagen de olalla castro hueso"
La granadina Olalla Castro ha conseguido con Inventar el hueso el XXXIII Premio Unicaja de Poesía. Este es un proyecto eminentemente filosófico, a diferencia de Detrás de la luz, el cepo, que se basaba en la estructura claramente narrativa. Aquí se comienza con los momentos dialécticos. El proyecto podríamos decir que es la contraposición radical al escordio de Pedro Salinas: "que alegría más alta: vivir en los pronombres". Los pronombres son máscaras y como cada máscara, identidad.
En Decir yo es cavar una tumba se aborda la posibilidad de una identidad, el yo como subyugador, nombrar es dominar, decía Goethe: “Aceptemos que hay un yo / que, de un golpe de voz, / puede ser dicho. / Aceptemos que ese yo / que es capaz de nombrarte / tiene a veces mi cara, / se parece a este cuerpo esquinado /… / Juntemos las astillas / hasta inventar el hueso” (Aceptemos). En cierta forma Olalla Castro narra el paso del Id al Ego: “Pero a veces se entiende que decir yo / es tratar de nombrar una hilera de ojos, / un collar hecho de huesos y de piedras” (Una hilera de ojos). Se revuelve y cuestiona el yo ocurrente como el fantasma en la máquina: “Hay quien llama yo / a lo que escucha detrás de las paredes” (Lo que escucha detrás de las paredes). No tanto como alternativas psico-filosóficas sino como la posibilidad de abordar la cuestión desde diferentes perspectivas y advertir de los peligros que todas ellas destacan: “Hay algo que nos escucha aunque no sepa. / Quiere ordenar. / Quiere entender. / Quiere matarnos” (Lo que escucha detrás de las paredes).
Conocemos las investigaciones de Olalla Castro y su cuestionamiento de la Alteridad y del yo como un monolito sin grietas: “A pesar de Rousseau y de Descartes / hubo, de Montaigne a Pessoa, / desde Woolf a Musil, / alguien que dijo No, / que dijo Otros, / que dijo Multitud en vez de Uno, / que dijo mentira o dijo muerte / cada vez que el Sujeto / trataba de respirar a nuestra costa” (Sin voluntad de rehacer). Solo falta Whitman y su me contradigo, sí me contradigo, contengo multitudes… Como gran parte del pensamiento de la posmodernidad es consciente de la muerte del sujeto: “Nadie quiere decir que decir yo / es vestir este cuerpo que no existe / excavar una zanja / desde la que poder, al tiempo, / huir y dispararme” (Vestir este cuerpo que no existe). Ahora bien, la muerte del sujeto puede ser como una liberación, no como angustia existencial. Judith Butler, en cambio, advertía que, a pesar de que la biología no es determinante sino construida socialmente, los cuerpos importan.
De la primera persona pasamos al Otro, Tú en el hueco. Las metáforas ligadas al amor romántico tradicional suelen basarse en la búsqueda del Otro para completar lo que antes estuvo unido. Es la historia que más ha trascendido del Ágape platónico. Ese es el punto de partida para este segundo momento dialéctico: “Sin embargo, es necesario un tú / sobre el que abrir la boca /…/ Es necesario un tú / donde salvar la vida” (Es necesario un tú); “Si yo no fuese un hueco, / ¿qué sitio habitaría?” (Por eso soy hueco). Quizás un poco de ironía sobre la condición femenina para luego apuntar hacia la comunión, a la imposibilidad del individuo-átomo: “Que hasta la astilla más pequeña compartimos. / Que ni en este dolor puede ser sola” (Tu voz se escuche).
                Nosotros, que vinimos de lejos es el tercer elemento. Pero no es un nosotros yo+tú, sino los muchos yo que se identifican: “Nosotros, / que bailamos en la historia del mundo / mientras alguien sin ritmo / nos pisa los pies en cada giro” (Nosotros, que vinimos de lejos). Es el momento de la sororidad y la lucha. Es la primera persona del plural exclusivo, que no pretende englobar al oyente, al Otro. Es otro que interpela y es respondido: “Algunos dicen, no sin razón, / que ya hemos hablado de lo sucio / demasiado. / De acuerdo. / Hagamos una fiesta / de este modo brillante / de volverle la espalda / a lo manchado, / de bailar ignorando el tizne y su filo” (Volverle la espalda a lo manchado). De esta manera se establece una identidad común, unos rasgos que identifican. No es un diálogo, es una lucha: “Nosotras / y el rencor que se tiende / en los patios traseros de las casas. / Nosotras: / ¿para cuándo otras manos, / otra historia, otra estirpe?” (Esos dedos que bailan). El nosotros al que se refiere aspira, sueña y se define: “Al mirarnos / nos bastan segundos para saber / que hay cierta veracidad en nuestros ojos; / un idioma común, / una lengua de esquirlas. / Esto que es a la vez / maleza, labio, roca” (Un idioma común). Y, sobre todo, resiste, de múltiples formas y secuencias: “A veces resistimos susurrando” (Susurrando)
El último paso, Ellos vendrán, pierde parte de la contundencia filosófica para ocuparse del enfrentamiento ellos/nosotros que quedaba definido en la sección anterior: “Ellos vendrán de noche / y con manos de sombra / saquearán nuestra ciudad recién fundada” (Ellos vendrán). La perspectiva gira alrededor del sexo, entendido como actividad y como definición de género: “Cuando han acabado ya de desvestirnos / y de encajar su sexo en nuestros cuerpos, / les gusta mirar siempre hacia arriba, / aunque estemos debajo/ (quizás precisamente por estarlo)” (Con unos dedos largos). Olalla Castro refleja la cierta estupefacción ante lo femenino por parte de un observador incapaz de asumir su falta de hegemonía: “Nos miran mirarnos extrañados, / incapaces de descifrar esta lengua / imprecisa de los cuerpos” (Ellos no entienden). Primera propuesta, la distancia, la separación, el abismo: “¿Puede medirse acaso la distancia / del nosotros al ellos” (Del nosotros al ellos).
Del lenguaje y sus metas acerca otra posible senda de acercamiento. Quizás podríamos denominarla nietzscheana en su reivindicación de la danza y lo primitivo vital: “Volvamos a las ramas. A su música. / Retrocedamos / decenas de siglos en la lengua, / hasta un segundo antes de empezar a fingir / y los une a las cosas /…/ No olvidemos que antes / de trenzar las palabras / nuestros dedos ya hablaban los caminos /…/ Para que decir no sea más / emigran a otro cuerpo. / Para que deje el lenguaje de ser / o jaula o fuga” (Volvamos a la rama). Nietzscheana también por su recelo ante el lenguaje:  “Y es que al principio no fue el verbo sino el daño / y nadie desde entonces ha sabido extinguirlo” (Nadie desde entonces).
Sin embargo, se aparta en la concepción revolucionaria de la poesía: “A veces la poesía / es esto oscuro que se embosca / y respira deprisa detrás de la maleza / … / A veces la poesía / no es más que una coartada / para tocar la sangre / ahora que está aún caliente” (Detrás de la maleza). En los poemas en los que se reflexiona sobre la escritura la ambigüedad ante el lenguaje está patente, está dotado de una fuerza conformadora y también, a la vez, puede ser utilizado de la manera más banal, de lo cotidiano a lo sublime: “Escribo / como quien se sacude una mosca” (Lo que se escribe en el poema).
Se aparta también de la concepción del rencor como nacimiento de la moralidad del esclavo. En la última sección, Atraviesa bailando este dolor, se funda una posición ética a partir del daño, el dolor que da la luz: “Hay una noche que es tu cuerpo / y este dolor redondo que lo alumbra” (Hay una noche). El dolor y la labor. El dolor y la muerte: “Aquí los huesos de los muertos / se extienden por el suelo / y sobre ellos se danza hasta hacerlos añicos. /…./ Escucha bien la risa / que atraviesa bailando este dolor / sin miedo ya” (Sin miedo ya). Este último movimiento de Inventar el hueso, aprovecha la reflexión sobre la muerte para superar el miedo. La muerte es también el lugar de encuentro del nosotros, del yo y del tú: “Todas esas muertes, todos esos ojos / un día serás tú y te están palpando” (Los ojos de los muertos). Olalla Castro no cierra en falso, no se abandona a la derrota, abraza la vida y el dolor, el daño y la esperanza:
“A veces el deseo es algo débil
/…/
Intento seguir viva
escupir el sabor a metal,
ignorar que una bala de plomo
se ha alojado en mi vientre
/…/
Como si la carne siguiera donde estaba.
Como si la idea de morir
no diese tanto miedo” (Intento no ser la tierra árida)

No hay comentarios:

Publicar un comentario