domingo, 3 de diciembre de 2023

Reseña de Ana Patricia Moya: ‘La balada de la soltera’. Anverso. 2030

 La balada de la soltera: 15 (Perversa) : Moya Rodríguez, Ana Patricia:  Amazon.es: Libros


Los buenos hados nos han procurado un nuevo poemario de Ana Patricia Moya, que cuenta con el prólogo de Manuel Guerrero Cabrera. En él ya se anuncia, como intuimos desde el título, que el tema principal va a ser el descubrimiento de ella misma. Abunda en la dedicatoria con toda la radicalidad del mundo: “Para aquellos y aquellas que han intentado lastimarme a base de mentiras y humillaciones: he sobrevivido. Soy indomable. Soy suficiente. Soy única”.

La poesía de Ana Patricia Moya es un viaje desgarrador y visceral a través de la crudeza de la vida cotidiana, con mayor intensidad desde la perspectiva femenina. Con un estilo directo y sin filtros, nos sumerge en un mundo de situaciones casi sórdidas, sentimientos desgarrados y apatía desgarradora y la lucha constante contra la adversidad. Sus poemas están impregnados de una honestidad brutal, donde explora temas como la soledad, el desencanto y la marginalidad. Su estilo es crudo, pero a la vez, lleno de una belleza sincera que atrapa al lector. En sus versos desentraña la esencia humana, mostrando la vulnerabilidad y la fortaleza que coexisten en cada experiencia.

La balada de la soltera también es el título de la primera sección: “Es la soltera / corazón descosido, / una balada / sobre casa vacía / y útero que llora”. Sin ningún asomo de autoconmiseración, la poeta va desnudando su devenir cotidiano: “Se entra a mi casa / como se entra en mi vida / no busques jamás la puerta trasera / ni fuerces la cerradura / ten paciencia” (El templo). A veces, incluso con la honestidad casi cruel y con media sonrisa sardónica confiesa: “son tus dedos / el amor que te falta, / fuiste soltera”. Ana Patricia Moya no tiene ningún tipo de piedad al describirse: “pero a mi regreso, al contemplar que todo está tal y como lo dejé, verifico que, realmente, soy un puñetero desastre como persona. // tan (sobre)protectora con mi casa / y tan descuidada con los que me quieren” (Toc). Pero todo es fruto de una lucidez en su punto de vista: “que no hay nada honorable / en dejar el corazón en la mesita de noche / cuando te reclama el tacto de otra piel / ni cuando te expones a la herida / del miedo o la miedosa” (Las manos).

A través de poemas aparentemente prosaicos, logra capturar la esencia de la existencia, encontrando la poesía en lo ordinario, en lo desgarradoramente real. Su legado radica en esa capacidad de desnudar la condición humana sin máscaras ni artificios, impactando con la autenticidad de sus palabras, un reflejo crudo, pero fiel, de la vida misma. La segunda parte, La soltera sigue danzando, explica un proyecto de vida, un empecinamiento casi suicida en seguir viviendo: “Ay, la soltera / llora, pero el mundo / no se detiene”; “Ay, soltera, / una no se muere por amor / este se muerte / entre silenciosos / cobardes / y depredadores /…/ Ay, soltera, / el tiempo ha demostrado que el honesto tan solo merece / desesperarte en el filo de esta soledad / tan atroz” (Los sollozos). El deseo, más que los afectos, marcan una parte dolorosa de esta balada: “Porque los silencios son más elocuentes / el desenlace, una cena sin postre, película en blanco y negro, / tus manos colmando el deseo latente en el sillón // y en tu interior, soltera, una preciosa melodía: / quizás, quizás, quizás, / algún día, / el amor propio” (La melodía).

La balada de la soltera quizás tenga una razón de ser, un hito que prenda la mecha de la reflexión. Quizá sea la llegada de los Cuarenta, el paso a una nueva fase, Nel mezzo del cammin della nostra vita: “aquí estoy, resistiendo a la precariedad, a las embestidas / de hombres y mujeres solo dispuestos al placer puntual. / en la misma casa familiar, con las mismas fotografías / y con mis estanterías quedándose vacías, // porque nadie nos preparó para el fracaso, nadie, / porque nadie nos explicó qué hacer con la vida / -ese chiste de mal gusto- / cuando se nos escapa por el sumidero” (Planes). La pequeña esperanza que nace de la imperiosa necesidad de seguir viviento se cuela en algunos versos: “Sobreviviremos / a la melancolía del asfalto / con sus peatones más pendientes de las pantallas / que de las gotas de lluvia /…/ a la tentación de requerir citas con prodigios encapsulados, / sí, ten por seguro que sobreviviremos / al ocaso de la civilización, a las escasas ofertas / del supermercado, a las habitaciones vacías, / al dogma de los fornicadores apáticos, // estamos más adaptadas a este infierno terrenal” (Especie superior).

Sin embargo, lo más doloroso de la condición de soltera no es la falta de la institución sellada, es la ausencia: “La lluvia toca / la ventana, el cuerpo / nota ausencia”; “No quiero ser sastre para zurcir / vuestras heridas sensibles al frío /…/ no quiero ser el contenedor de basura / para que arrojéis vuestros despojos emocionales /…/ solo quiero desprenderme de esta maldita cáscara / exponerme en carne viva / para que no me envenenen / los aguijones de los hijos pródigos / y su pánico a la soledad” (Langosta). Y por eso la queja es más directa: “Tú, depredador / que devora mi pecho: / comes carroña”.

Ana Patricia Moya se presenta con la valentía de mirarse al espejo con lucidez, sin la máscara del perdedor, sin la afectación del looser: “Ya no fumo ni bebo tanto / como antes // ya no escribo tanto / como antes /…/ y aquí estoy / resistiendo / pariendo poemas / con cariño y desprecio, // presentándome a certámenes / para conseguir algún premio decente // vomitándolos a deshoras / mientras espero la cita con la psicóloga // porque no, los poetas no somos criaturas especiales, / tan solo somos santos / en esta existencia tan desoladora / tan absurda como la idea que defiende / que la poesía / salvará al mundo” (Ni vieja ni maldita).

Como dice Elena Román en el epílogo, es la crudeza, los “componentes habituales en la poética de la autora como son el tomarse con humor el drama, la autocrítica, el entorno doméstico, la expresión llana y sin artificios (que no sin belleza)... todo esto proporciona una lectura aparentemente fácil en la que se intuye el uso de la escritura como salvación, como puente tendido hacia delante y, a la vez, hacia sí misma”. Es así, y ella la conoce muchísimo mejor que nosotros.

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