miércoles, 1 de enero de 2025

Reseña de Julia Navas Moreno: ‘Bailarinas de rafia’. Chamán ediciones. 2024

Puentes de papel: JULIA NAVAS MORENO. BAILARINAS DE RAFIA


Tras Confieso que he perdido el miedo (2005); Ombligos y universos (2015);  Simulacro, (2019);  y Zapatos sin cordones (2021), Bailarinas de rafia es el último poemario de Julia Navas Moreno donde destaca su profundidad emocional y la forma en que aborda temas tan cercanos, tan personales, tan íntimos y a la vez tan universales como la memoria, las relaciones familiares, el paso del tiempo y el enfrentamiento con la pérdida. Cuenta con el prólogo de Andrés Ortiz Tafur. Es un claro homenaje a la familia desde la posición de hija –frente, como señala el prólogo– al enfoque desde la maternidad de Zapatos sin cordones (Chamán, 2021): “¿Qué nos queda, madre? / ¿Por qué la distancia, si tanto nos amamos, / es cada vez más larga? / Ahora la desmemoria lo anega todo / y solo hay vagones de recuerdos oxidados / en paradas muertas” (Bailarinas de rafia).

La experiencia traumática del deterioro por la edad deja en desamparo no solo a quien lo padece, sino que transforma el universo a su alrededor: “Se te ha quedado tan inmenso el mundo / que hasta sobra espacio en los armarios /…/ como si fuesen tuyas compartes las estancias / cuando ya nada posees, / salvo esta capacidad de confusión / que a su antojo nos nombra. // No, mamá, no somos tus hermanas, / ¿No lo recuerdas? Solo tienes un hermano” (¿Cuál es mi nombre?). Julia trata de alternar los puntos de vista, haciéndose cargo del Otro, su madre en este caso: “Hoy no dudaste de quien soy / aunque no recordases mi nombre /…/ Ella no ha parido una eterna niña / que acabe enredada entre las sábanas” (Silencio). En la exploración de la memoria y el olvido, libro trata la memoria desde su fragilidad y su poder evocador. Navas nos enfrenta a la desmemoria, un fenómeno que no solo despoja a las personas de sus recuerdos, sino que también redefine las relaciones humanas. En poemas como Dignidad y ¿Cuál es mi noche?, la autora aborda claramente la confusión que emerge cuando los vínculos familiares se desdibujan, invitándonos a reflexionar sobre cómo construimos nuestra identidad a través del otro.

Este es un testimonio poético de las luchas internas, la reconciliación con el pasado y la búsqueda de sentido frente a las inevitables transformaciones de la vida, un viaje introspectivo donde la memoria, el amor, la pérdida y la identidad se entrelazan en versos cargados de sensibilidad, hondura y de dolorosa sinceridad: “He huido de mi padre y de mi madre / en distinta medida / y ahora resulta que soy su vivo retrato /…/ ¿Me he ido desdibujando o, por fin, / soy yo más que nunca?” (Incertidumbre). A través de sus versos, Julia Navas se cuestiona constantemente quién es frente al reflejo de sus padres, sus hijos y su propio pasado. Esta exploración de la identidad resuena con cualquier lector que haya sentido la tensión entre ser parte de algo más grande y ser fiel a uno mismo. “Por primera vez en mi vida / quiero todo en su sitio / los sentimientos resueltos / y las heridas cerradas. / Necesito cauces para todas las aguas / por muy voluminoso que sea el caudal, / y evitar el desbordamiento / que arrastre todo el agujero negro del olvido” (Lo conocido); “He sido valiente tantas veces, / pero otras has contado hasta cien / jugando al escondite, / refugiándote en todos los bosques / mientras pequeñas arañas tejían tu pelo”. En suma, una dolorosa reflexión sobre “Cómo sobrevivir al desencanto / ahora que sabes que el futuro / tiene los días contados, / que necesita a tus hijos más que ellos a ti” (Merma).

El libro se erige como un canto a complejidad de las relaciones familiares, con sus luces y sombras. Navas no teme explorar la ambivalencia del amor filial, los desencuentros y las reconciliaciones. En Últimos días de un padre, la autora ofrece un acto de perdón desgarrador (“Ya te he perdonado, padre, / por haber rechazado tantas veces / el amor de mi rebosante y desnuda rebeldía, / ese amor que un día dejé de regalarte / a manos llenas / y que ahora respiras a cada golpe de ausencia”), mientras que en Nido vacío reivindica los momentos robados de maternidad: “Y reivindico tu tiempo, tu pequeño tiempo robado, / momentos de saldo a horas intempestivas / para que nadie note tu ausencia”. Cada poema es un testimonio de la complejidad de amar y ser amado dentro de la familia.

Hay mucho dolor en estos versos: “Me rendí al sueño / como ya me había rendido a la vida” (Demasiado alto); “¿Dónde me ha llevado tanto esfuerzo / si preferimos ser cuervos antes que alondras?” (Fosos). Se impregnan de una sensación de indefensión: “Te quiero fuerte, soberana, tangible, / y no sé qué hacer con los miedos / que te envuelven y paralizan / como enormes anacondas” (Imperfectas) y, en parte, una fase de derrota: “La épica del quebranto habla más de nosotros / que la vanagloria del éxito” (Aprendizaje); “Necesito que al menos un rayo de luz / alumbre la austera estancia para que empuje / la tristeza que todo lo ocupa / hacia afuera” (Asilo).

Sin embargo, aunque la obra está impregnada de una melancolía profunda, también es un canto a la resiliencia. Poemas como Respirar es lo importante nos recuerdan que la huida puede ser un acto de supervivencia (“Ella sabe que la huida es / un acto de supervivencia”), mientras que en Lo conocido, expresa un deseo de reconciliación y orden en medio del caos emocional un poco frente al sosiego del pasado (“Jugábamos cada día a apurar nuestros cuerpos / y celebrábamos las victorias al vencer la tristeza del ocaso”, ¿Renacida?). Sentencia Julia Navas con dolorosísima lucidez y comprensión que “Tu lengua ya no encuentra las sílabas / de nuestros nombres / y tu dignidad se manifiesta en un pañal / que permanece impoluto” (Dignidad).

La riqueza del lenguaje de Navas es indiscutible. Su habilidad para conjugar imágenes potentes y conmovedoras crea un universo poético que atrapa al lector desde el primer verso. Estas imágenes son ejemplo de cómo los símbolos pueden evocar desde lo íntimo a lo universal: “visité los frentes del olvido / para beber de otras existencias exentas de limos” (Paisajes). La autora utiliza un lenguaje directo y cargado de emociones para transmitir experiencias personales que resuenan con el lector, como el deseo de resolver sentimientos y cerrar heridas: “También las palabras se olvidan, / o se difumine su significado / o se desubicas y todo se descolora / y confunde” (Cambios de roles II). Un tono confesional en el que Julia Navas no se esconde: “Te he mentido diciéndote / que nunca te mentiría. / He jugado sucio para limpiar mis pecados / y expiar la culpa que anida en mis armarios” (De mentiras y pájaros).

Bailarinas de rafia no es solo un libro de poesía, y esto es una constante en la obra de Julia Navas, es un refugio emocional, una obra que invita al lector a mirarse en el espejo de sus propios sentimientos y experiencias. Ha logrado, de nuevo, crear un libro que, paradójicamente, perdurará en la memoria, por la belleza de su lenguaje, por la honestidad. Julia Navas Moreno nos recuerda que, incluso en medio del dolor y la pérdida, la poesía puede ser un faro de luz y un acto de resistencia frente al olvido: “Quiero la desmemoria para no recordarte huraña” (Caos y demencia).

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