Paco Carrascal
es licenciado en ciencias biológicas y especialista en comunicación ambiental y
medio ambiente. Ha cultivado la poesía y el relato breve. Su última obra, Árbol mudo (Editorial Bucéfalo) es de
2016. Con la estructura del verso libre se dedica en esta colección de poemas a
realizar un canto a la mujer como “eje necesario”, como “ser mágico a
conquistar”. La identidad como el Otro
de la mujer. Aspiración y sentido, observación milimétrica de Ella, la Reina.
En cierta forma va dando forma de nuevo al recurso al eterno femenino, la mujer
como misterio: “No supe tu nombre, / tu olor, la forma de su sombra…” (No supe).
Por eso, son poemas de amor
romántico donde el misterio y la fascinación ocupan el lugar central del poema:
“El amor cuando llega, manda” (Cuando llega);
“Sólo sé que cuando saliste del autobús, / aquella mañana, con frío y
lluvia, / te tuve para siempre – sin remedio” (No supe). Como la necesidad esencial y directa del amor como
sentido de la vida: “Te espero donde por instinto de supervivencia, los
animales que se aman esperan” (Como
letales colibríes); y la entrega total como única forma del amor: “Como el
carnicero, / te ocupas de mis huesos, mis tendones, / mi sangre, mi carne. //
Bailarina, te ocupas de mí” (Carne).
Sin abandonar los aspectos más
sensuales (Lluvia) es Ella quien da
sentido y otorga sentido a la existencia: “Sé que algún día dirás quién soy”; “Un
día no podré recordar tu nombre, / me enseñaste el código oculto de los
temblores // Sin embargo, te bendigo mil veces al día” (Algún día). a pesar de ser Ella misma un misterio: “Creí
descifrarte, desarmarte, / conquistarte y retenerte. / … / Las palabras
fracasan / los ojos fracasan” (Enero-junio);
“Eres igual a una bolsa con rendijas / con una luz dentro, / sonora entre
campanas” (Eres); “Sé que te quiero, / sé que algún día tendré el valor / de
preguntar tu nombre” (Tu pelo negro).
Puede hacer una referencia más o
menos explícita al sexo (Aparte la
ternura), porque es, además Conexión:
“Me da tiempo descubrir el contorno de sus huesos y su carne, / el mensaje de
sus pechos bajo la ropa, / el sabor salobre de su sexo en mis dedos”. Procura
Pablo Carrascal que no estén ausentes los momentos de ternura: “Olvidar la
bufanda en casa, // la que todos los días te susurra al cuello / y te acaricia
/…/. El mismo olor cuando dicta versos / y obliga a conjurar hechizos / para no
perderte” (La bufanda); “Hambriento,
caníbal desdentado / con sed /… / hambriento de tu forma, / de tu olor a
manzana, / de tu aguja que penetra mi carne” (Hambre).
La posición que otorga a la
Mujer es un lugar central alrededor del cual gira la existencia: “Importa
porque estás presente, / presente como una gota en el diluvio” (Importa); “Todo te lo he traído / y lo
he puesto a tus pies” (Traer); “Hace
siglos que no ten nombro / y ahora, otra vez, / me desmiento” (Hace tiempo). Son los antiguos tópicos
del amor cortés que se perpetúan como una tradición lírica actualizada.
La amada es un misterio del que
no cabe la huida “Huir de ti, de tu recuerdo, de tu sonrisa, de tu mano, Dios,
de tu mano, / de tu boca en labios” (Huir);
ni el olvido: “Un día no recordaré tu voz, / ni el sabor de tu saliva, / ni el
olor de tus párpados, / no recordaré el tacto de tus hombros / … / antes de
todo eso quisiera despedirme / otra vez ––– de ti” (Futuro). Por eso utiliza el recurso a describir digamos tipos
ideales de mujer, o aspectos esenciales específicos de la Mujer como arquetipo:
Mujer pájaro, En el rincón de Eva…: “Te resumo como mujer que crece / que quiere
palpar con sus manos /… / te explico como si fueras mujer-pozo /… / comprendo
cuando un insecto puede leer su camino / en la ruta que traza una estrella,
sería posible descifrar el código que abra / tus misterios” (Mujer de arena).
“Creo
en el mandato de buscar la luz
para
encontrarla,
hallarla,
quizás, en unas manos como de nido,
o
en unos ojos como de fuente,
o
en un abrazo de calor,
en
el acierto de una piel y sus anclas,
en
una boca de agua,
en
unos hombros con esencia de árbol,
quizás
en una cintura que palpita,
en
unos pechos que esperan,
en
un sexo que espera.
Creo
en la posibilidad de que seas tú,
creo
en una luz que se deslice desde tus rendijas,
y
puede que, al fin, seas tú.
Una
luz derramada un veintinueve
des septiembre” (Mandato, 47)
Como conclusión,
más allá de las mujeres-tipo, está el eterno femenino que complementa al
elemental masculino:
“mujer
lluvia ––– yo desnudo
mujer
inteligencia ––– yo perdido
mujer
escultura ––– yo pétreo
mujer
mural ––– yo descolorido
mujer
ala ––– yo reptil
mujer
vientre ––– yo espera
mujer
hoja ––– yo sin techo
mujer
––– sota, caballo… reina”
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