Tan exagerado me resulta leer que
Joker es una película sobre la crisis del liberalismo depredador como entender
que El príncipe de Bel-Air es una historia sobre la movilidad social. Un chico
de granja, Zeke, acaba siendo un prestigioso juez, viviendo en el exclusivo
barrio residencial propio de blancos y mandando a sus hijos a escuelas de
élite. Recibe la visita de un sobrino que todavía no ha salido del Barrio y le
da la oportunidad de integrarse en una clase superior, que consigue, por
supuesto, por sus méritos, su talento y su frescura. Cada cierto tiempo, en los
episodios le recuerdan a Philip Banks (el mismo apellido que el desdichado
padre de Mary Poppins) su origen humilde.
Quizás
sea otro de los excesos propiciados por el ascenso de los Estudios Culturales,
que, como un servidor, son capaces de intelectualizar un bocadillo de chorizo.
Todo tiene que ser parte del sistema cultural, bien como crítica o como
perpetuador de estereotipos. Tanto en el caso de Wil Smith como en el de
Joaquim Phoenix son muy obvios y burdos. También muy poco claros.
La
historia que propone Todd Philips parece conjugar la enfermedad mental, el
abandono, la dureza de la vida, la agresividad sin motivo con las mentiras de
los políticos, los recortes en gastos sociales, la maldad intrínseca de los
medios de comunicación y la locura colectiva. No parece mal cóctel, pero está
poco desarrollado en sus elementos clave. Desde mi punto de vista, una película
de cerca de dos horas de duración puede detenerse en clarificar cómo surgen los
conflictos a raíz del asesinato de los tres pijos en el tren. No conocemos su
identidades antes de la agresión, ni queda clara la relación entre los
disturbios y el ejemplo del payaso, sólo que los medios lo repiten
sucesivamente. Como los medios repiten constantemente lo de análisis
sociológico que tiene la película. En realidad, sólo parece que los tumultos
son la excusa del guion para que Fleck pueda huir en el tren cuando la policía
lo persigue de camino al programa de televisión de Murray Franklin, y para que
pueda escapar del coche de policía (¿cómo saben los conductores de la
ambulancia robada que su héroe está en ese coche precisamente?).
Acumular
en el mismo personaje todos los abusos que sufre Arthur Fleck es llevarlo a una
caricatura. Que no es mala idea tratándose de un personaje de cómic, pero no
para hacerlo pasar por un ensayo filosófico. La ventaja de los grandes
filósofos es que podemos encontrar sus enseñanzas en muchas obras de arte, por
eso no podemos extrañarnos de encontrar a Nietzsche o a Simmel detrás de la
descripción de la transformación en superhombre o la complejidad insana de la
vida urbana para la salud mental.
Estoy
de acuerdo con quienes ven en Joker una película reaccionaria, hasta donde
podemos intuir, la protesta social está dirigida por un loco y una multitud de
descerebrados que le siguen como al flautista de Hamelin. Criminalizar la
protesta no es sorprendente en estos tiempos, es una táctica para deslegitimar
a los líderes y una máquina de condenas para arruinar sindicatos y desgastar a
los líderes. La opinión pública se acostumbra a ver las inconveniencias de las
huelgas, los destrozos de los manifestantes, los prejuicios de personas
“inocentes” mientras que se ocultan los motivos y las injusticias sobre las que
se protesta. En un mundo terrible y despiadado, cualquier signo de redención
está abocado al caos, y con él, el resto de la sociedad.
Muchos
son los aspectos que no me convencen de la película, desde la edad del
protagonista, que será un anciano cuando Bruce Wayne llegue a ser Batman, hasta
la postura corporal de Joaquin Phoenix, demasiado erguida para un hombre tan
apocado. Sólo se inclina cuando está con el torso desnudo y podemos comprobar
lo increíblemente delgado que se encuentra y se marcan los omóplatos.
Creo
que es una buena excusa para discutir si el supuesto mensaje de la película es
provocador o tremendamente conservador y nihilista. Pero es solo una excusa
traída por los pelos. Como podríamos hablar de que Billy Elliot es el elogio de un esquirol, que Full Monty es una comedia amable que suaviza la crudeza del
thatcherismo contra los obreros. Pero me da más la impresión de que es parte
del montaje promocional, pedir disculpas adelantadas por si se producen
disturbios me recuerda a aquellas películas de terror de serie B que
contrataban una ambulancia para los supuestos infartos de los espectadores.
Ha
sido divertido recopilar gran parte de los análisis sobre la película que se
han ido publicando por diferentes medios, principalmente digitales. La película
ha conseguido el estatus de obra obligatoria y profunda. Incluso motiva a
quienes desconocen al viejo Ojos Azules a acercarse a su voz y a investigar en
el universo del Caballero Oscuro y buscar una inmensidad de objetos de merchandising. Las citas a Tarde de Perros, Taxi Driver o V de vendetta
nos dan la oportunidad para erudición cinematográfica. Una buena forma de
demostrar conocimientos y friquismo para luego charlar entre amigos, comentar
en blogs o en youtube. Como estoy haciendo yo mismo.
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