lunes, 1 de junio de 2015

Emberrenchinados

El término “emberrenchinado” viene de berrinche, y eso es lo que parecen tener aquellos que llevan en el cargo muchísimo tiempo, demasiado tiempo para que ahora, unos desconocidos, que todavía no controlan y no saben de qué van les pueden ganar por la mano. Me refiero, claro está, a los resultados de las elecciones.
No sé si habrá sido por la creación de la TDT y la crispación programada, o porque los cachorros de los tardofranquistas están más crecidos, pero el caso es que están desbandados, están dando pataletas y me da un poco de miedo.
La librería anarquista La Malatesta ha venido sufriendo amenazas por grupos neonazis. Están recogiendo adhesiones como lo tenían que hacer las librerías de los 70 para vender libros de Miguel Hernández. La cosa es intolerable.
En una manifestación convocada en Plaza Colón contra el comunismo de Manuela Carmena y Podemos (?) agredieron a varios periodistas de la Sexta y el Huffington Post. “Os vamos a quemar vivos” gritaban.  Yo había pensado que los que quemaban cosas eran los de Podemos, que lo había avisado una concejala del PP de Valencia, que iba a comenzar otra vez con los conventos como en la Guerra Civil. Los de Plaza Colón muy cristianos no parecen, desde luego. Esos son los demócratas que van a parar el populismo. ¡Virgencita, que me dejen como estaba!
¿Y qué decir de la cantidad de sandeces que están soltando distintos cargos del PP? Empezando por Esperanza Aguirre y terminando con Ana Palacio, que compara a Podemos y a Ada Colau con el Califato Islámico. Se les nota nerviosos, por eso dicen que están destruyendo documentos a toda prisa. Se les nota con miedo, no sé qué es lo que estarán ocultando. Quizás sean pruebas de su mala gestión, o simplemente están dejando vacíos los archivos para dificultar las labores a las siguientes corporaciones municipales.
Me da la sensación de que hay cierta incomodidad insana con la rotación en el poder. Algo que en los tiempos de Cánovas no pasaba. Entre unos y otros se traspasaban los cargos sin ningún tipo de acritud, era un pacto entre caballeros.  Y así había sido hasta ahora. Quizás con un poco de irritación en el 2004, con Zapatero, el 11M y todo lo que vino entre ambos. Pero ahora, creo, la situación es distinta.
Para empezar la derrota del PSOE en las últimas generales y autonómicas había sido tan aplastante que el Partido Popular había copado prácticamente las administraciones a todos los niveles, municipales y provinciales, comunidades autónomas, mayoría absoluta en el congreso para no tener que negociar ningún decreto, renovar cargos judiciales sin pudor… Y ahora, de repente, lo pierden prácticamente todo.
Por otro lado los medios de comunicación han sufrido una deriva a todas luces peligrosa. Hemos pasado de los tiempos de una cadena que todos los españoles veíamos a una legión de microcadenas que teóricamente permiten a cada cual elegir aquella en la que más a gusto se sienta. En la práctica es la derecha más reaccionaria la que ha podido, primero con Intereconomía y luego con 13Tv, establecer una alternativa más radical que los medios controlados por los gobiernos estatal y autonómicos. Así, para cualquiera que comparara las tertulias de TVE con las de 13Tv, parecerían sensatas, incluso progresistas las de la cadena estatal. Luego no me extraña que consideraran a El País como un periódico radical de izquierdas (lo juro, eso he escuchado). No digamos entonces qué parecen los de Podemos, que en el fondo tampoco es que sean el Che Guevara.
Además está el cambio generacional. Durante la Transición estaba pasado de moda decir que uno era de derechas. El propio Adolfo Suárez aseguraba que era el Centro Democrático. Nadie quería ser asociado con el franquismo, aunque no les pareciera tan mal. En el fondo sólo echaban de menos los desnudos en las películas, para el resto se apañaban bien. Luego llegó la refundación del PP, con Aznar, que, recordemos, tampoco era de derechas, “Centrados” fue el lema de su campaña. No es que me parezca mal que alguien sea de derechas y lo sea orgulloso, el problema, como siempre, es de prepotencia e intolerancia.
Parece que los hijos de estos de derecha-pero-decimos-que-somos-de-centro se han criado en un resentimiento, ¿cómo hemos permitido que unos cantamañanas se hagan con los ayuntamientos, con algunos puestos de decisión? Ojo, con algunos, que la mayoría son como decía el Gatopardo, algo que cambiaba para seguir todo igual. El cóctel entre conservadurismo en cuestiones sociales y liberalismo en las económicas no supone ninguna contradicción (que hace que los norteamericanos decidan ser demócratas o republicanos), y en estos últimos años han conseguido ocupar todo lo ocupable.
¿Qué están haciendo ahora? Pues simplemente volver a los antiguos hábitos, los ciudadanos de derechas siguen siendo ciudadanos de derechas, y los simplemente fascistas, ya no se camuflan de demócratas, son directamente totalitarios, como niños pequeños malcriados que son incapaces de aceptar que ningún otro pueda tener legítimamente una idea distinta a la suya.
Culpan a los medios de comunicación, como la Sexta, de crear ese monstruo que es a su juicio, Pablo Iglesias. Lo comparan con Hitler, aunque no recuerden que la campaña de los nazis estuvo salpicada de sangre, que no fue en absoluto democrática por muchos votos que consiguieran, que luego la convirtieron en una dictadura con las mismas ideas que ellos, los que protestan de Podemos, tienen.
Lo acusan de aprovecharse de la crisis, como si no hubiera explotado Mariano Rajoy ese filón para destruir a Rubalcaba. Y ahora la ultraderecha ya no sólo está en muchos campos de fútbol disfrazados de aficionados radicales. Ya están en las calles, amenazando, seguros, creen, de contar con el beneplácito de una gran parte de la población y mucha parte de la derecha política que les sirve en bandeja un estado de opinión de miedo a los desmanes de los comunistas, independentistas o anti-desahucios.
Pero, claro, eso no es sembrar la violencia, eso no es incitación al odio. Eso sólo lo hacen los terroristas. Las gentes de bien, los sensatos del PP son gente de orden y nunca buscarían en manifestaciones o con la violencia arrebatar los resultados de las urnas. Esas cosas son cosas de los radicales de izquierda que pretenden, malvados ellos, que sean los tribunales los que aparten a los corruptos. (Esa es otra, según su versión los corruptos están perjudicando al PP, pero, oye, nunca los denuncian ellos, siempre son los otros, a pesar del daño y lo que han robado y mancillado.)
No quiero irme por las ramas. La cosa está saliéndose de madre. La ira de quienes han ocupado cargos públicos y ahora se ven en el trance de perderlos no cabe en un régimen democrático. No toleremos estos abusos, ni de palabra, ni de amenaza, ni de ningún tipo. Todos hemos aguantado gobiernos que no nos gustaban, en eso consiste la democracia, en poderles quitar la silla para que la ocupen otros en unas elecciones en las que sólo es necesario tener 18 años. Y si no nos gustan, pues puerta otra vez y a empezar de nuevo. Pero sin berrinches, que, como digo, somos mayorcitos.

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