Quizás
la noticia que más me haya sorprendido en estos días no haya sido la aprobación
del matrimonio igualitario en los EEUU sino las reacciones ante la negociación
entre Grecia y sus acreedores. Lo digo rápidamente, me parece una situación en
la que Syriza está dando lecciones de democracia. Lo digo aunque muchos no lo
ven de la forma tan meridiana como yo lo hago.
No digo
que hoy todos somos Grecia. Lo seremos mañana. Las condiciones de la
negociación son importantes, incluso para los españoles. Y desde luego los
medios de comunicación generalistas no están tomando partido precisamente por
la opción del gobierno heleno. Y las bolsas, no digamos. Para empezar parece
como si estuvieran deseando que el programa político y económico de Syriza se
hunda. Más que nada para tener razón, aunque las consecuencias sean
catastróficas para los ciudadanos griegos. Quizás haya muchos que opinen así
para justificar sus propias posiciones en la política española. No lo niego.
Parecen impacientes por decir, “¿ves?, ya lo decía yo que los del Podemos
griego sólo prometían cosas que no podían cumplir”. Otros ya lo dan por hecho,
que Tsipras ya ha cedido a las presiones y que Varufakis ha subido los
impuestos y bajado las pensiones, como dijeron que no iban a hacer. Algunos
parece que se alegren de que vayan a pasar más necesidades los griegos.
Las presiones de los miembros de la antigua Troika son
aberrantes. Bajo el pretexto de bajar el déficit griego están imponiendo la
bajada de sueldos, de pensiones, el aumento de los impuestos que deben pagar
los ciudadanos, rechazando de plano las pretensiones del gobierno de subir los
impuestos a las rentas más altas, al turismo o a las sociedades. No es cuestión
de cuadrar cuentas, se trata de beneficiar a los suyos.
Como suele ser común, la mayor parte de la deuda es pagar la
deuda y los intereses, Grecia necesita bastante menos efectivo para funcionar
de lo que están obligados a pagar. Pero, en fin, la deuda es la deuda, y el
capitalismo un sistema mafioso en el que los que tienen más obligan a los que
no tienen a aceptar su “protección”.
De todas formas, sospecho que a los acreedores tampoco les
conviene romper el tablero y expulsar a Grecia del juego. No ganarían nada y
podrían perder sus inversiones y su influencia. Rusia y China están deseando
entrar en la partida.
Vistas así las cosas, el gobierno de Tsipras recurre a la
soberanía nacional. Convoca un referéndum para aceptar o no las
condiciones/extorsión del FMI y el Eurogrupo. Éstos amenazan con romper las
negociaciones. ¿Cómo se atreven a preguntar a la gente? Eso es populismo,
evitar las responsabilidades, etc…
Después llevan a efecto sus amenazas a través del miedo. El
pánico que provoca la sospecha de falta de fondos. Eso lo tenemos bien
aprendido. Sobre todo los que todas las navidades vemos Qué bello es vivir.
Yo lo comparo con algo más simple. Me imagino que me han
encargado comprar una barra de pan. Llego a la panadería y no hay. Lo que
supongo que haría es agarrar el teléfono y preguntar si vale una baguette o si
compro pan de molde o si nos aviamos sin pan. Si no pudiera contactar quizás me
atrevería a comprar un sustituto, pero si tengo la oportunidad, seguro que intento
preguntar.
No es lo que se lleva en las llamadas democracias
occidentales. Por ejemplo, ZP cambió la constitución para que se santificara el
límite al gasto público sin preguntar. Como tampoco se preguntó por la fenecida
Constitución Europea. Rajoy ha basado todo el ajuste de sus políticas y sus
incumplimientos en la famosa herencia recibida. Dijo que iba a bajar los
impuestos, pero como el déficit era mayor que el esperado, no ha podido. Pues,
lo siento, creo que lo democrático hubiera sido, como mínimo preguntar, y si
no, convocar elecciones generales de nuevo con los datos encima de la mesa.
No entiendo que sea legítimo que los grandes inversores y
los bancos defiendan de manera efectiva sus intereses y retiren fondos, y que
los trabajadores y jubilados no puedan defender sus ridículos puestos de
trabajos y sus exiguos sueldos.
En lugar de eso, los gobiernos “responsables” asumen la
tarea heroica de ser los malos de la película, asumir la tarea de recortar, de
tomar medidas impopulares contra todos los gustos y preferencias de los
votantes que los han aupado al parlamento y a la Moncloa. Convocar un
referéndum se convierte en un escapismo, no querer hacerse cargo de la confianza
depositada por los votantes para que piensen por los ciudadanos, decidan por
los ciudadanos y se coman el marrón de los ciudadanos.
No, creo que no. Que los gobiernos se desgastan por las
malas políticas, aunque luego culpen a faltas de comunicación y la falta de
pedagogía. Yo no quiero que decidan por mí. La democracia representativa se
basa en una ilusionante identificación entre el votante y el elegido. Lo voto
porque es como yo y actuaría como yo. Si eso no sucede así, no es democracia,
porque no es representativa. Y eso parece ser uno de los problemas más
denunciados por la sociedad desde el 15 M. No, no nos representan.
La postura de los políticos se parece, en realidad, a un
déspota ilustrado cuando menos. Todo para el pueblo pero sin el pueblo. Yo sé
lo que le conviene a España, aunque tenga que llevar a cabo políticas que nadie
quiera, tenga que bajar sueldos, recortar prestaciones, abaratar despidos,
desmontar el Estado… Es duro para mí, que soy el jefe del Ejecutivo, porque,
aunque a mí no me afecta directamente, quedo como el malaje que les he aguado
la fiesta. Pero es mi deber, porque han vivido por encima de sus posibilidades.
No han pensado en el futuro. Así no hay manera de que crezcan y se hagan
personas de provecho y trabajadores honrados.
Pues no, no soy menor de edad, sé lo que voto y no quiero
que nadie decida por mí en temas que me atañen tan directamente. La democracia
se basa en considerar a todos mayores de edad, que es el proyecto de Kant y de
la Ilustración. Si he depositado mi confianza en un gobierno con un programa, y
tienen que cambiarlo por las circunstancias, que me lo expliquen y yo les
entenderé o no, les mantendré la confianza o les retiraré el voto. Estoy muy
harto de que los gobernantes se consideren los padres de unos niños
inconscientes que no saben lo que quieren ni lo que necesitan. Que se acabe ya
el complejo de dar medicinas que saben mal o inyecciones que son por mi bien.
El precio para el éxito es un trabajo duro, dedicación y determinación que hemos estado dando nuestro mejor esfuerzo para nuestro trabajo.
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