Como señala
sagazmente Itziar Mínguez en el prólogo, Manuel González es un
poeta guerrero. Esa es la principal novedad de esta entrega generosa
de poemas. Es su cuarto poemario y en él se define un cambio de
rumbo, un golpe de timón en la escritura de Manuel González.
Después del tono mayormente intimista de Diario de una tristeza y
de Interiores, el poeta toma la voz de su generación y
alterna con equilibrio una poesía centrada en la pareja con una de
denuncia, de clamor contra la injusticia.
Aunque en esta
ocasión, como decimos, no sólo son poemas de interior,
Manuel González sigue siendo un poeta de lo cotidiano, el día a día
sigue siendo fuente de su poesía:
“No te engañes
amigo
la felicidad reside
en lo cotidiano,
justo antes de esos
momentos
cuando se estiran
luces y desengaños” (No te engañes)
Quizás en este
nuevo volumen la sombra de Karmelo Iribarren esté más definida,
aunque no es su única influencia. Conecta con la poesía de Antonio
Orihuela y está cerca de Ismael Cabezas y su Pisadas en la nieve
sucia. Las coincidencias con Itziar Mínguez, que inicia el
prólogo del volumen, son evidentes en Miedo y en Cuando,
en especial por el uso del símbolo del paraguas.
No puede faltar
una declaración de principios como “No salir vivo de este poema”
(Creo). La poesía sigue siendo la seña de identidad personal
de Manuel González. No obstante, en Cicatrices en los tobillos,
no sólo la poesía salva la vida, aparece más claramente el amor.
El amor es la gran baza para la vida. La necesidad del amor para
salvarnos: “Buscando tus faldas / para salvarme del mundo”
(Regreso).
La experiencia de
la vida conectará las dos esferas, la íntima y la social: “Tu
nombre es una trinchera donde se celebra la vida” (Tu nombre).
La vida, indudablemente, tiene sus contradicciones: “El azar es
peligroso. La rutina mata” (Día de servicio) a las que
Manuel González mira con la sabiduría de la madurez. Porque ya no
somos jóvenes (Encuentro), entramos en una edad y adquirimos
una perspectiva que mira a la vida en su ecuador, cuando todavía
escuecen las cicatrices de los partidos de la niñez (“Así,
sencillo. / Contigo no quiero ser adulto”, IV), pero está
por venir todavía media vida (Promesa): “Llegar puntual al
futuro. Hacerlo lo menos dañado posible” (VII).
La odisea del
amor, sus ciclos, la búsqueda del amor, la pareja, la intimidad que
se hace y la sorpresa de la vida, los recuerdos de amores fugaces, la
perspectiva de una vida en común, la ilusión del cuerpo bajo las
sábanas… El coqueteo de Recuerdo, la sensualidad en la
pareja estable (A veces):
“A veces me
sorprendes callado,
ausente en mi mundo
- el mismo que no
se sostiene sin ti-.
Me ofreces un reino
por mis pensamientos.
Pienso en la
república de tu desnudo recién estrenado” (A veces)
El compromiso
social queda patente en poemas como Ciudad Juárez, Titulares
del día, Así es, Así nos va y muchos otros. El
problema de la (in)justicia en Cuatro por cuatro, la
reivindicación
en Necesitamos, Yaiza
o No olvides, Fiesta
privada… Supera con creces
Manuel González la tentación del panfleto, logrando una altura
lírica compatible con la denuncia. En otras ocasiones toma la
voz generacional, un yo que se convierte en un nosotros: “Somos una
generación suspendida en la historia” (Así es).
Generación, Pero no sólo a mi, Demasiado tarde,
Sin memoria (“A la ciudad de
mi infancia / le hace falta un lavado de cara)… Pero no sólo
la denuncia de la actualidad, también con respecto al pasado
(Viuda). La experiencia vital del poeta sitúa su generación
frente a la memoria de la transición, y sus emblemas, como el
homenaje a Enrique Urquijo (Secretos).
“Cuando olvidemos
nuestras canciones
bailaremos a su
compás” (Cuando)
Sin embargo, no
podemos decir que Manuel González esté cerca de los postulados
estéticos de la llamada poesía de la experiencia. Su manera de
componer el poema es mucho más escueta, con un tono de conversación,
superando la sombra de Gil de Biedma. Es la poesía que nace de la
conversación en un bar, con los amigos, con la pareja.
Alterna el autor
nuevas técnicas como el collage de Titulares del día,
ejemplo casi de poema encontrado, y la utilización de la prosa en
varios poemas (VI, Definición de invierno, Piedra…).
Esta propuesta un tanto posmoderna y vanguardista que utiliza
puntualmente (como el caligrama de su anterior libro, Interiores)
contrasta con el aliento clásico de poemas como Egipto.
También recurre al estilo del aforismo: “Tus despedidas son
entregas sin cuartel / con jornadas de puertas abiertas” (IX),
o “Me gustas por encima / y debajo de todas las cosas” (X).
Una intensa
colección de poemas que miran alrededor de este mundo que vivimos
desde un yo poético que se cuestiona y que toma el camino del
combate, ya sea en la intimidad, ya sea hacia afuera.
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