miércoles, 25 de mayo de 2016

Reseña de Manuel González: Cicatrices en los tobillos. Amargord. 2015


Como señala sagazmente Itziar Mínguez en el prólogo, Manuel González es un poeta guerrero. Esa es la principal novedad de esta entrega generosa de poemas. Es su cuarto poemario y en él se define un cambio de rumbo, un golpe de timón en la escritura de Manuel González. Después del tono mayormente intimista de Diario de una tristeza y de Interiores, el poeta toma la voz de su generación y alterna con equilibrio una poesía centrada en la pareja con una de denuncia, de clamor contra la injusticia.
Aunque en esta ocasión, como decimos, no sólo son poemas de interior, Manuel González sigue siendo un poeta de lo cotidiano, el día a día sigue siendo fuente de su poesía:

“No te engañes amigo
la felicidad reside en lo cotidiano,
justo antes de esos momentos
cuando se estiran luces y desengaños” (No te engañes)

Quizás en este nuevo volumen la sombra de Karmelo Iribarren esté más definida, aunque no es su única influencia. Conecta con la poesía de Antonio Orihuela y está cerca de Ismael Cabezas y su Pisadas en la nieve sucia. Las coincidencias con Itziar Mínguez, que inicia el prólogo del volumen, son evidentes en Miedo y en Cuando, en especial por el uso del símbolo del paraguas.
No puede faltar una declaración de principios como “No salir vivo de este poema” (Creo). La poesía sigue siendo la seña de identidad personal de Manuel González. No obstante, en Cicatrices en los tobillos, no sólo la poesía salva la vida, aparece más claramente el amor. El amor es la gran baza para la vida. La necesidad del amor para salvarnos: “Buscando tus faldas / para salvarme del mundo” (Regreso).
La experiencia de la vida conectará las dos esferas, la íntima y la social: “Tu nombre es una trinchera donde se celebra la vida” (Tu nombre). La vida, indudablemente, tiene sus contradicciones: “El azar es peligroso. La rutina mata” (Día de servicio) a las que Manuel González mira con la sabiduría de la madurez. Porque ya no somos jóvenes (Encuentro), entramos en una edad y adquirimos una perspectiva que mira a la vida en su ecuador, cuando todavía escuecen las cicatrices de los partidos de la niñez (“Así, sencillo. / Contigo no quiero ser adulto”, IV), pero está por venir todavía media vida (Promesa): “Llegar puntual al futuro. Hacerlo lo menos dañado posible” (VII).
La odisea del amor, sus ciclos, la búsqueda del amor, la pareja, la intimidad que se hace y la sorpresa de la vida, los recuerdos de amores fugaces, la perspectiva de una vida en común, la ilusión del cuerpo bajo las sábanas… El coqueteo de Recuerdo, la sensualidad en la pareja estable (A veces):

“A veces me sorprendes callado,
ausente en mi mundo
- el mismo que no se sostiene sin ti-.
Me ofreces un reino por mis pensamientos.
Pienso en la república de tu desnudo recién estrenado” (A veces)

El compromiso social queda patente en poemas como Ciudad Juárez, Titulares del día, Así es, Así nos va y muchos otros. El problema de la (in)justicia en Cuatro por cuatro, la reivindicación en Necesitamos, Yaiza o No olvides, Fiesta privada… Supera con creces Manuel González la tentación del panfleto, logrando una altura lírica compatible con la denuncia. En otras ocasiones toma la voz generacional, un yo que se convierte en un nosotros: “Somos una generación suspendida en la historia” (Así es). Generación, Pero no sólo a mi, Demasiado tarde, Sin memoria (“A la ciudad de mi infancia / le hace falta un lavado de cara)… Pero no sólo la denuncia de la actualidad, también con respecto al pasado (Viuda). La experiencia vital del poeta sitúa su generación frente a la memoria de la transición, y sus emblemas, como el homenaje a Enrique Urquijo (Secretos).

“Cuando olvidemos nuestras canciones
bailaremos a su compás” (Cuando)

Sin embargo, no podemos decir que Manuel González esté cerca de los postulados estéticos de la llamada poesía de la experiencia. Su manera de componer el poema es mucho más escueta, con un tono de conversación, superando la sombra de Gil de Biedma. Es la poesía que nace de la conversación en un bar, con los amigos, con la pareja.
Alterna el autor nuevas técnicas como el collage de Titulares del día, ejemplo casi de poema encontrado, y la utilización de la prosa en varios poemas (VI, Definición de invierno, Piedra…). Esta propuesta un tanto posmoderna y vanguardista que utiliza puntualmente (como el caligrama de su anterior libro, Interiores) contrasta con el aliento clásico de poemas como Egipto. También recurre al estilo del aforismo: “Tus despedidas son entregas sin cuartel / con jornadas de puertas abiertas” (IX), o “Me gustas por encima / y debajo de todas las cosas” (X).
Una intensa colección de poemas que miran alrededor de este mundo que vivimos desde un yo poético que se cuestiona y que toma el camino del combate, ya sea en la intimidad, ya sea hacia afuera.

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