Deaniel Cotta Lobato nació en Málaga y reside en Córdoba
desde 2008. Profesor de secundaria, publicó en 2012 la delirante novela Videojugarse
la vida (Funambulista, 2012). Acumula algunos premios literarios como el
Accésit de Poesía Jara Carrillo, Gran comendador de la Orden
Literaria de Francisco Quevedo, accésit del Premio de Poesía Breve
Ciudad de Alcaudete y primer premio en los Juegos Florales de la Santa
Cruz, Corpus Christi de Villacarrillo y el II Certamen de Poesía José
María García Carrillo de Écija. Este volumen es el accésit del XXII
Certamen de Poesía de Rosalía de Castro de la Casa de Galicia en
Córdoba. Mantiene un blog de poesía satírica, Almanaque de alacranes.
Dos características son las fundamentales de Daniel Cotta, su
sentido del humor y el soberbio manejo del ritmo, en especial en el
endecasílabo. El poemario está dividido en tres partes: “I. Del que clama en el
desierto”, “II. Leve, breve, son” y “III. Traducción del silencio”. Cada una de
las partes tiene un núcleo temático sobre el que gravitan los poemas, teniendo,
de todas formas, una cierta variedad que aportan colorido a la colección.
Se maneja de manera admirable cuando tanto cuando utiliza el
vocabulario convencionalmente poético (Arenga, con ecos de un poema de
Felipe Benítez Reyes) como cuando adopta un tono más coloquial (La felicidad)
o cuando hace alarde de su capacidad para inventar vocablos o darle un giro
nuevo a los existentes: “pordiosearán”, “siente entristecer a cántaros”,
“saturnecer”, “no bemol”… El sentido del humor se advierte especialmente en la
manera peculiar de algunas expresiones, “A las dos del silencio (una en
Canarias) / se puso a entristecer” (II de la primera parte).
Hay versos rotundos:
“Leed mis corazones igual que el barrendero
que acopia los vestigios del otoño” (Advertencia)
No se puede negar el conocimiento de los autores clásicos, en
especial Jorge Manrique (El mar muerte entre los ríos), Quevedo (Cosas
que nunca dejarán de ser), Pedro Salinas, Espronceda (Leve, breve, son)
o Jaime Gil de Biedma (Tras el telón como réplica de No volveré a ser
joven).
En la poesía de Daniel Cotta encontramos referencias al mundo
natural (ejemplo Gato) y al universo
frente al mundo de los hombres, a la ciudad (II de la última parte). Esta confrontación es particularmente claro
en Apología del hombre. Defiende la alegría de la vida sencilla, con sus
placeres y sus inconvenientes que, a veces, pueden ser tan banales como un
escrúpulo en el zapato
“No saben que la dicha no se atisba
con largos catalejos de pirata” (La Alegría)
El tema del paso del tiempo (En un lugar del tiempo, Vivir
no es fácil, Cosas que nunca dejarán de ser), la enfermedad (Padre)
y la muerte (Ver morir, La mar muere en los ríos)) son fundamentales. Es
la sensación de la lucha en soledad esencial del hombre ante la muerte (Funambulista).
También ocupa un lugar clave la noche, el cielo, la astronomía (¿Quién
cantará a la luna?, Observaciones astronómicas, Saturnecer, X
de la primera parte), referencias, en cierta manera metáforas del
conocimiento:
“Yo lo veía en tus pupilas todo,
yo te veía en la mirada el cosmos
y nos sabíamos distantes, únicos.
Ningún tú y yo, ningún nosotros, nadie
verá saturnecer como nosotros” (Saturnecer)
. Hay también sensualidad, erotismo elegante en Te pasa
como a mayo dentro del amor:
“Eso sí:
luego derramo sobre ti mi gozo
como la copa de un poeta ebrio,
como el loco que trae el paraguas del revés
de haber estado recogiendo amor” (Te pasa como a mayo)
El silencio y la calma de lo natural, del universo, el ruido
y lo confuso de la ciudad. Para el poeta es esencial el silencio, un silencio
que se da en el universo, el silencio paradójico que marca la sordera de
Beethoven:
“Yo quiero traducir ese silencio
decir ese silencio, gritar ese silencio” (Traduttore, traditore)
Los poemas muestran una amplia variedad de tonos, solemne (Apología
del hombre), antiguo y épico (Arenga) pero también en broma (XI
de la última parte) y con ironía (Tras el telón), más cercanos. También
prueba el haiku (Despedidas callejeras). Hay también reflejos religiosos
ya desde el título de la primera parte “Del que clama en el desierto” o en
“Hemos robado el argumento a Dios” (II
de la tercera parte) del mismo modo que hay escenas cotidianas
“Tan sólo es miedo escénico. Si el mundo
es un teatro en crisis; si nosotros,
actores y comparsas; si las vidas,
papeles asignados por sorteo,
el pánico a la muerte es no querer
ropa amarilla y desearle mierda
al resto del reparto. En fin, el mundo
y el hombre haciendo su papel de vivos” (Tras el telón)
Te agradezco enormemente la reseña, Javier. Denota no sólo un profundo conocimiento de algunas de mis fuentes literarias, sino una lectura atenta y atinadísima de las sensaciones que he intentado plasmar en mis poemas.
ResponderEliminarPequeño homenaje para un gran libro. Me ha encantado, Daniel
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