domingo, 5 de marzo de 2017

Autobuses



La polémica de la semana ha estado servida por los autobuses que saben poco de biología y mucho de prejuicios. Creo que otros han demostrado con mayor conocimiento de causa que la cuestión del sexo es mucho más compleja, que no puede ser reducida a lo binario. La cuestión del llamado “autobús del odio” me deja inquieto por varios motivos. El primero es precisamente el apelativo que los medios de comunicación se han apresurado a trasmitir. Quizás me esté volviendo un poco suspicaz, pero creo que ha sido interesado. El lema en sí no incita al odio directamente, por lo que muchos que se asomen a la polémica desde posturas conservadoras pueden mantener intactos sus prejuicios diciendo que la polémica está sobredimensionada, que la ideología de género está imponiendo su dictadura, etc., etc. Es una táctica muy habitual. No suscribir la crítica porque está fuera de lugar, por las formas, por lo que sea que te permita seguir en tus trece. Y luego quejarse de lo “políticamente correcto”.
                Lo siguiente que me preocupa es la hipocresía de los convocantes. Según ellos no están incitando a nada, están remarcando una obviedad. Y yo me pregunto qué necesidad tienen de subrayar una cosa que es obvia. Si así fuera, no necesitarían ir gastando dinero rotulando autobuses. Para su estrecha mentalidad católica las cosas son como dios ha querido. Los hombres con pene y las mujeres con vulva. Y ya está, uno tiene que apechugar con lo que ha nacido. No hay más. Para ser cristianos tienen muy poca caridad con aquellos niños y niñas que nacen dentro de las situaciones intermedias. Las experiencias por las que pasan son tan extremas que no pocas veces recurren al suicidio. Que la sociedad les vuelva la espalda es duro, pero mucho peor es que les obligue a ser lo que no son. Ahí creo que está la cuestión por la que es recriminable la flota de autobuses.
                Es que es más que una opinión ideológica, es la imposición de un modo de ver la realidad que, para colmo, no se ajusta a la biología, por mucho que lo pretendan. Si los transexuales quieren tener su reconocimiento, ¿en qué merma el derecho de los que somos heterosexuales? Que quieren adecuar sus órganos a su manera de sentir, que quieren usar unos servicios, que quieren casarse… están en su derecho. A mí me basta con el mío. Ningún transexual impone, ni puede imponer, su transexualidad. Pero, al contrario, en muchos lugares está prohibido por ley, castigado con penas durísimas. ¿Qué es lo que temen? Que tú no eres trans, ni falta que hace. Cada uno en su casa que haga lo que quiera y dios en las iglesias.
                Hay una cuestión de falta de igualdad de principio. Si todas las opciones sexuales partieran del mismo respeto podría exigirse igualdad en el trato, pero la transexualidad no ha estado reconocida, ha estado vejada, se han realizado barbaridades para adecuar a la “normalidad”. No podemos decir que el autobús y la campaña de sensibilización hacia lo trans sean lo mismo, pero al revés. No es lo mismo
                Pero no se puede exigir sensibilidad a todo el mundo. Y es de esperar que se movilizan aquellos que se sientes cuestionados en su sexualidad con la aparición de alternativas reconocidas socialmente. Mucho más preocupante es que muchos, algunos serios comentaristas y escritores con criterio, se vean en la necesidad de salir al paso y mostrar su acuerdo con el lema de los autobuses y criticar a la progresía, a la ideología de género, a la izquierda, a los republicanos, a las feministas, a los homosexuales por censurar. La libertad de expresión es esa, que tú expongas cómo piensas y que otro también pueda hacerlo. Respeto merecen las personas, pero no todas las ideas. Y si te muestras de acuerdo con un lema homófobo, serás un homófobo, de igual forma que si muestras tu acuerdo con un terrorista, serás llamado terrorista. En el debate público uno está sometido a la crítica y a la censura en el sentido de que te digan que está mal, que no les parece bien. Luego vendrán las leyes y dirán si es delito o no, y cuál es la pena correspondiente. Que eso es corral aparte.
                ¿Qué se gana estigmatizando a los niños y las niñas transexuales? ¿Qué pretenden, que negando el problema se acaba con él? ¿Creen que por decir que existen niños con vulva sus hijos se vuelvan niñas? ¿Que porque la homosexualidad esté despenalizada y normalizada sus hijos se van a volver gays? En primer lugar, no sería nada malo. En segundo lugar, eso no pasa, precisamente eso es lo que se pretende explicar con las campañas. Cualquier opción es válida. Eso no merma los derechos de los heterosexuales, lo contrario, sí.
                Seguro que habrá quien piense, “mira este, criticando a los católicos, pero ¡qué bien se calla sobre lo de la drag queen en el carnaval canario!”. Pues creo que no son comparables. Una cosa es ser provocador, de mal gusto, blasfemo, ofensivo incluso, contra una institución poderosa, como es la Iglesia, que, además ha castigado duramente la homosexualidad y otra muy distinta provocar la estigmatización de quienes no hacen daño a nadie, como son los que nacen o quieren ser transexuales. Los católicos tienen sus abogados que se han apresurado a denunciar a la drag queen. Los niños acosados o los obligados a ser lo que no son, desgraciadamente, no tienen un abogado de oficio.[1]
                La pacatería está volviendo. Hay quien está de acuerdo con el lema de los autobuses, pero teme que sus hijos pierdan la inocencia por ver las palabras “pene” o “vulva”. Creo que eso ya es pasarse. Más se deberían escandalizar de otras cosas que hacen perder la inocencia.
                Los organizadores y los que aplauden la idea, quienes la defienden en los foros no quieren discutir, sino descalificar a quienes les critican. No son argumentos, son consignas que se van repitiendo en todos los temas: nos imponen sus ideas, son lo mismo que los otros, son fascistas de izquierdas. Lo que pretenden estas mentes cerradas no es la tolerancia, lo que quieren es seguir adoctrinando, por lo menos, a los suyos. Y como se lo permitamos, seguirán imponiéndose a los demás.


[1] En el momento me acordé, como supongo que muchos, del arte de Nazario que mostraba de manera muy explícita la mezcla de la imaginería religiosa con la homosexual.

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