La polémica de la semana ha estado servida por los autobuses
que saben poco de biología y mucho de prejuicios. Creo que otros han demostrado
con mayor conocimiento de causa que la cuestión del sexo es mucho más compleja,
que no puede ser reducida a lo binario. La cuestión del llamado “autobús del
odio” me deja inquieto por varios motivos. El primero es precisamente el
apelativo que los medios de comunicación se han apresurado a trasmitir. Quizás
me esté volviendo un poco suspicaz, pero creo que ha sido interesado. El lema
en sí no incita al odio directamente, por lo que muchos que se asomen a la
polémica desde posturas conservadoras pueden mantener intactos sus prejuicios
diciendo que la polémica está sobredimensionada, que la ideología de género
está imponiendo su dictadura, etc., etc. Es una táctica muy habitual. No
suscribir la crítica porque está fuera de lugar, por las formas, por lo que sea
que te permita seguir en tus trece. Y luego quejarse de lo “políticamente
correcto”.
Lo
siguiente que me preocupa es la hipocresía de los convocantes. Según ellos no
están incitando a nada, están remarcando una obviedad. Y yo me pregunto qué
necesidad tienen de subrayar una cosa que es obvia. Si así fuera, no
necesitarían ir gastando dinero rotulando autobuses. Para su estrecha
mentalidad católica las cosas son como dios ha querido. Los hombres con pene y
las mujeres con vulva. Y ya está, uno tiene que apechugar con lo que ha nacido.
No hay más. Para ser cristianos tienen muy poca caridad con aquellos niños y
niñas que nacen dentro de las situaciones intermedias. Las experiencias por las
que pasan son tan extremas que no pocas veces recurren al suicidio. Que la
sociedad les vuelva la espalda es duro, pero mucho peor es que les obligue a ser
lo que no son. Ahí creo que está la cuestión por la que es recriminable la
flota de autobuses.
Es que
es más que una opinión ideológica, es la imposición de un modo de ver la
realidad que, para colmo, no se ajusta a la biología, por mucho que lo pretendan.
Si los transexuales quieren tener su reconocimiento, ¿en qué merma el derecho
de los que somos heterosexuales? Que quieren adecuar sus órganos a su manera de
sentir, que quieren usar unos servicios, que quieren casarse… están en su
derecho. A mí me basta con el mío. Ningún transexual impone, ni puede imponer,
su transexualidad. Pero, al contrario, en muchos lugares está prohibido por
ley, castigado con penas durísimas. ¿Qué es lo que temen? Que tú no eres trans, ni falta que hace. Cada uno en su
casa que haga lo que quiera y dios en las iglesias.
Hay una
cuestión de falta de igualdad de principio. Si todas las opciones sexuales
partieran del mismo respeto podría exigirse igualdad en el trato, pero la
transexualidad no ha estado reconocida, ha estado vejada, se han realizado
barbaridades para adecuar a la “normalidad”. No podemos decir que el autobús y
la campaña de sensibilización hacia lo trans sean lo mismo, pero al revés. No
es lo mismo
Pero no
se puede exigir sensibilidad a todo el mundo. Y es de esperar que se movilizan
aquellos que se sientes cuestionados en su sexualidad con la aparición de
alternativas reconocidas socialmente. Mucho más preocupante es que muchos,
algunos serios comentaristas y escritores con criterio, se vean en la necesidad
de salir al paso y mostrar su acuerdo con el lema de los autobuses y criticar a
la progresía, a la ideología de género, a la izquierda, a los republicanos, a
las feministas, a los homosexuales por censurar. La libertad de expresión es
esa, que tú expongas cómo piensas y que otro también pueda hacerlo. Respeto
merecen las personas, pero no todas las ideas. Y si te muestras de acuerdo con
un lema homófobo, serás un homófobo, de igual forma que si muestras tu acuerdo
con un terrorista, serás llamado terrorista. En el debate público uno está
sometido a la crítica y a la censura en el sentido de que te digan que está mal,
que no les parece bien. Luego vendrán las leyes y dirán si es delito o no, y
cuál es la pena correspondiente. Que eso es corral aparte.
¿Qué se
gana estigmatizando a los niños y las niñas transexuales? ¿Qué pretenden, que
negando el problema se acaba con él? ¿Creen que por decir que existen niños con
vulva sus hijos se vuelvan niñas? ¿Que porque la homosexualidad esté
despenalizada y normalizada sus hijos se van a volver gays? En primer lugar, no sería nada malo. En segundo lugar, eso no
pasa, precisamente eso es lo que se pretende explicar con las campañas.
Cualquier opción es válida. Eso no merma los derechos de los heterosexuales, lo
contrario, sí.
Seguro
que habrá quien piense, “mira este, criticando a los católicos, pero ¡qué bien
se calla sobre lo de la drag queen en el carnaval canario!”. Pues
creo que no son comparables. Una cosa es ser provocador, de mal gusto,
blasfemo, ofensivo incluso, contra una institución poderosa, como es la
Iglesia, que, además ha castigado duramente la homosexualidad y otra muy
distinta provocar la estigmatización de quienes no hacen daño a nadie, como son
los que nacen o quieren ser transexuales. Los católicos tienen sus abogados que
se han apresurado a denunciar a la drag
queen. Los niños acosados o los
obligados a ser lo que no son, desgraciadamente, no tienen un abogado de
oficio.[1]
La
pacatería está volviendo. Hay quien está de acuerdo con el lema de los
autobuses, pero teme que sus hijos pierdan la inocencia por ver las palabras
“pene” o “vulva”. Creo que eso ya es pasarse. Más se deberían escandalizar de
otras cosas que hacen perder la inocencia.
Los
organizadores y los que aplauden la idea, quienes la defienden en los foros no
quieren discutir, sino descalificar a quienes les critican. No son argumentos,
son consignas que se van repitiendo en todos los temas: nos imponen sus ideas,
son lo mismo que los otros, son fascistas de izquierdas. Lo que pretenden estas
mentes cerradas no es la tolerancia, lo que quieren es seguir adoctrinando, por
lo menos, a los suyos. Y como se lo permitamos, seguirán imponiéndose a los
demás.
[1] En el
momento me acordé, como supongo que muchos, del arte de Nazario que mostraba de
manera muy explícita la mezcla de la imaginería religiosa con la homosexual.
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