jueves, 22 de febrero de 2018

Reseña de Antonio Cruz Romero: “En el abismo del Olvido”. Cuadernos de Humo, 17. Brooklyn, NYC. 2017.



Antonio Cruz Romero es un poeta, traductor y novelista almeriense. Entre sus obras está Grecia: Guía de viaje para antipoetas y soñadores (Asociación Cultural Letras Cascabeleras), Hay una luz remota (homenaje a J.A. Valente, Ravenswood Books Editorial), (Breve) Antología del Epitafio Maldito (Ravenswood Books Editorial), Poemas apócrifos: Los hijos malditos de Jo (Ravenswood Books Editorial)b; la novela El banquete: crónica de un ajusticiamiento (Instituto de Estudios Almerienses) y libros de relatos  Cuentos macabros ilustrados y otros relatos de terror (Ravenswood Books Editorial). Realizó una antología de Poesía experimental de los cincuenta en lengua neerlandesa. Es el editor de la revista Ravenswood Magazine.
  
            La plaquette se acompaña, por supuesto, de los inquietantes y hermosos dibujos a lápiz de Hilario Barrero, que dotan a la colección de una personalidad muy reconocible y apreciada. Esta generosa plaquette se abre con un tono solemne, como una oración del Antiguo Testamento. Estas referencias serán un puntal poético para el autor. El otro es el mundo griego:

“Amo profundamente a Grecia
porque hiere con dolor,
y el amor no muere:
mata con saña” [Tres (nuevos) poemas de amor sobre Grecia]

            Entre sus referencias, además del Antiguo Testamento y el mundo clásico, están Hilario Barrero, Antonio Praena, Chantall Maillard y Karmelo Iribarren. Además, se deja notar las influencias machadianas: “Mi infancia fue un rumor”, sin embargo, predomina en bastantes poemas un tono épico y narrativo que se acompaña con la reflexión casi aforística: “Entre el ser y la apariencia apenas hay un hálito de distancia” (Oh, amado Héctor). Esta característica, junto con algunos cultismos lo emparente con la generación de los novísimos. No dejan de aparecer poemas de amor, muerte y romanticismo como el precioso Ojos oceánicos: “Tus ojos, tus ojos me contemplarán, / pero sólo tus ojos...”

            Uno de los lugares más importantes para el yo poético es Amsterdan, donde se sitúan algunos poemas y también por el uso del holandés en algunos versos. El aire exótico se completa con la aparición de signos ortográficos de manera no convencional: paréntesis singulares, asteriscos… Otro lugar interesante es la Isleta del Moro, anclado ya, para siempre, a la memoria de Javier Egea.

“La bulimia del vivir: en el vómito
reside la esencia«” [17: Meta-textos (Osdorp Dijkgraafplein-Centraal Station)]

            Entre sus inquietudes está el poder de las palabras, el logos creador, aunque duda mucho del poder salvífico de la literatura: “¿Cuándo podrán sanar las palabras?” (Versos de distancia). También deja explícitas conexiones religiosas y místicas, no sólo cristianas, en especial en las oraciones más o menos heterodoxas que terminan el volumen. No está exenta esta colección de poemas de un sentimiento de angustia existencial, con el deseo de desaparecer del mundo, de dejarse vivir a través sus hijas (Ave de paso). Un lamento ante la madre que podría ya no estar, la ambivalencia de vivir a caballo entre dos tierras, de experimentar la vida como un náufrago:

“Me pregunte a dónde han ido
a parar las cenizas de los muertos
que aquí han esparcido tan delicadamente:
en donde piso
se encuentra el preciso lugar de los naufragios” (Náufragos)

            Una visión, sin embargo, que abriga la esperanza de los que apenas si la tienen, de los que rezan sin confiar demasiado en dios, de los que conocen la vida y se aventuran a ella cargando con el dolor y el gozo:

“Brilla el sol tras la lluvia triste.
Y así me alejé en silencio para dejar atrás
el ensordecedor ruido de los vivos.” (Sutura)

2 comentarios:

  1. Muchas gracias! Es una gran alegria esta reseña. Abrazos.

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  2. Afortunada por tener la ocasión de poder leer tanto tus publicaciones, como las reseñas que haces de otros grandes poetas.

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