sábado, 26 de noviembre de 2022

Reseña de Alicia Choin: ‘Versos desabrochados’. Dauro. 2012

VERSOS DESABROCHADOS | ALICIA CHOIN | Casa del Libro

Alicia Choin nació en Córdoba, pero ahora tiene su centro de actividades en Granada, de donde es, precisamente, la editorial de este volumen. Cuenta con el prólogo de Pedro Enríquez. Este poemario transita el territorio de un desencuentro, de la finalización del amor, “A veces me pregunto / si tiene sentido escribirle al silencio” (Latido). La descripción minuciosa de estos momentos terribles en los que todo se va derrumbando y nunca estamos seguros de que pueda recomponerse: “Las noches de los dedos que mendigan caricias / son largas y frías. / Tú no lo sabes. Pero hace mucho frío fuera” (Yemas); “Un solar inhóspito al otro lado de la cama, / o dos cuerpos adosados sin habitar” (Soledad).

Los recuerdos están presentes en este principio del fin: “¿O acaso no lo era / el aliento que turbaba el aire / que respirábamos, / esa espiral de tirabuzones / ávida de enredar tu cuerpo / en mi seno? “ (Nocturno de cielo); “Y dime que eras tú / la arena curtida / que el viento confiante / empujó a mi rostro” (¿Dónde estás?). A medida que avanzan los versos se van despejando las dudas, y, entre el sufrimiento y el dolor, queda la constancia de las palabras que no se quieren decir: “Y, al final del camino, / apenas una calada / de los restos de una colilla / reaviva el aliento del recuerdo” (Eso es todo).

Al final, la decisión es el abandono a lo inevitable, desgranado en versos intensos, con una lucidez lírica e intensa: “Me retiro. // Como la ola de la orilla / que con su espuma / se agarra inútilmente / a la piel de la arena” (Me retiro); “Tantas veces bebí de tus labios / que tengo un sueño: / lo escucha de tu boca se hace agua, / te asomas y ahí… / ahí sigue mi reflejo” (Otoño de mesa camilla). Unas idas y venidas en las que pesa demasiado el pasado, el recuerdo, lo que pasó en la época de la felicidad: “Dos bocas trémulas / custodian un secreto, / y la noche, ajena a cualquier susurro, / seguía, en un río de voces y de copas, / el rumbo exacto / del que había de ser su curso” (Pepita de oro).

La respuesta tras la ruptura es aprovechar la fugacidad del tiempo, como el tópico literario: “Coge la rosa, muchacha, / mientras me arrullan los sonidos del campo / y mi cuerpo es un poema / que llenas tú” (Collige virgo rosas). A continuación, la otra cara de la moneda, el nunca estar segura, el dudar, el preguntarse: “Me pregunto cómo fluye la sangre / debajo de tu piel cuando te toco” (¿Está vivo lo nuestro?); “descubrir que la vida se me sirva fría, / y que se callen las sábanas” (Voces). Para aceptar que “Mi piel no pudo heredarte” (Nómada), porque, como asume le voz poética, “Me voy. No tengo prisa. / Me espera tu sombra / detrás de la esquina” (Siempre me quedará la lluvia).

La reflexión que Alicia Choin va desarrollando en estos poemas de ruptura tienen que ver con la mirada introspectiva: “Me gustan los atardeceres de septiembre, / pronto los cuerpos serán / un colchón de hojas, / y a mi lecho le dará sombra / tu acacia” (A punto de llegar); “Son las leyes de mi ciencia. Tan cierto / como que el universo ya no es infinito y se limita a tú y yo. / Y no hay más atmósfera que la que envuelve nuestro deseo” (A ciencia cierta). Tiene también que ver con la perspectiva hacia el futuro: “Ya no tiene sentido salir a faenar / si no hay red, / si no hay luna, / si no hay marea / en tu sueño” (Faena)

“La tristeza tiene muchos vestidos.

El peor, y el que menos aprieta,

es el de andar por casa” (Los vestidos de la tristeza)

Las consecuencias son mucho más generales que la propia persona, hay efectos colaterales (“Pero mamá, siempre, siempre, / cumple sus promesas”, Siempre estaré contigo), pero siempre se hace confesional: “Ocurrió que yo era otoño en una tarde de noviembre /…/ Y ocurrió que noviembre se hizo un silencio frío, / y cubrió de copos blancos / el paisaje donde anidaste un sueño” (Paisaje de sombras). Tiene, desde luego, un guiño vital para terminar el poemario: “Espérame al otro lado del espejo /…/ No olvides que me llamo Alicia”.

 

 

 

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