lunes, 28 de noviembre de 2022

Reseña de María Laura Guisen: ‘Defensa personal’. Liliputienses. 2022

Defensa personal

Nacida en Rosario (Argentina, 1973), María Laura Guisen es psicoanalista, practica el relato y la poesía. En esta Defensa personal aborda alguno de los temas que revuelven las entrañas desde la quietud de lo cotidiano: “Parece una mujer / que aúlla / también’ (Parece). Una capacidad de observación que luego transita hacia el poema: “Mi hijo / y sus amigas / sueltan sus risas / al aire /…/ Las observo a la distancia. / Me gustaría / imaginar / que las siluetas /luminosas / de sus risas / son una foto / tomada / a contraluz. / Un talismán dispuesto / a desafiar / el roce / del tiempo” (La risa); “Me gusta esa parte / que, cómodamente / instalada / en un sillón, / acepta / sin reproche / la desazón inquieta / de los domingos / y el malhumor / silencioso / de los lunes / que llegarán” (Esa parte). La conclusión es precisamente la paradoja de la existencia, como “El amor / es una máquina / para hacer agujeros” (Defensa personal); “Nunca pensé / en el amor / como una / catástrofe natural. / ¿Acaso / hablamos de eso?” (Apacible).

La escritura debe ser, según se va descubriendo, la manera de completar ese conocimiento y huir de los esquemas transitados: “Quisiera escribir / un poema / sobre las pecas / en la nariz de mi hijo / y no decir / constelaciones” (Palabras); “Como un zumbido / que solo / yo escucho. / Tu ausencia irrumpe / la cadencia / de lo cotidiano” (Ausencia). Sería, tal vez, una de las armas en esta lucha desigual con el principio de realidad cambiante y esquivo: “Guardo a mano / el punto de fuga. / Últimamente no sé / cuándo lo podría / necesitar” (Laura en la pradera), dice con un guiño a la serie mítica de televisión.

Insiste María Laura Guisen en la naturaleza contradictoria de los sentimientos (“Te memorizo / y te despido, / aquí / nadie cree / en la tormenta perfecta”, Tormenta perfecta), de lo real (“La gota vacilante / que incomoda / pero no moja, / la que, / pulverizada por la luz, / se transforma / en prisma o arcoíris /…/ La gota que brilla / en tu ceño, / silenciosa, / y presagia una tormenta”, La gota).

Se acerca con precaución a los afectos (“Me visitas / cuando quieres, / sin derecho de admisión /…/ La visita de nostalgia es nocturna./ Una sombra / viscosa, / que insiste / en pedir al universo / aquello que ya / no le dará”, Estados de ánimo) y responde como parapetada tras la escritura: “Debo / reconocer / que me gusta / ese juego, / dejarme engañar / por la poesía” (El engaño); “Ya no pienso tanto en vos / excepto / cuando es otoño” (La excusa); “Mientras repaso / la lista / de lo que no debo / olvidar, / escribo / tu nombre / en el margen / de la hoja, / como si fuera / el comienzo / de un poema” (Verano). Insiste en esta precaución y la suspicacia: “La que no es / desconfía / de las ilusiones ópticas. / Prefiere / ser nómada / en el desierto. / Los pies / advertidos / entre la roca y la arena” (La); “Habita en mí / una espera / agazapada / que se alimenta / de tu ausencia” (Flores).

A pesar de todo, persiste una ilusión (“Quisiera / ser Lucy / en el cielo / con diamantes”, Lucy), un deseo inquebrantable de superar y efectuar las transiciones vitales a partir de lo luminoso: “Suave / una vela de infancia / me habló al oído, / encendiendo / otra vez, / una luz tenue / sobre la cabecera / temblorosa / de mi cama” (Una luz).

 

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