domingo, 25 de junio de 2023

Reseña de Alicia Louzao: ‘Nadie dirá que estuvimos aquí’. Liliputienses. 2023.

NADIE DIRA QUE ESTUVIMOS AQUI | ALICIA LOUZAO | Casa del Libro


Alicia Louzao está apuntalando una posición sólida en el panorama nacional a la que contribuye este V Premio de poesía Centrifugados / Puebla de San Gil. Su obra comienza a publicarse con Manual para la comprensión del insomnio (El trasbordador, 2019), El circo volador (Versátiles, 2020), Las niñas que no queríamos ir a la escuela (Liliputienses, 2021), La tierra de los fracasados, El mejor poema del mundo. Jovellanos poesía 2021 (Nobel, 2021), Babilonia Dream (BajAmar, 2022), Diario del año de las moscas (Lastura, 2022) y Maigallo (La imprenta, 2023), el Tarot poético realizado con Júlia Sánchez. Su poesía bebe de muchas fuentes, que comienza con citas de Kavafis y C. Tangana, que hibrida con maestría y descaro la cultura más académica con los sueños y la realidad más cotidiana y prosaica. Un talento extraordinario para fijar las imágenes y desarrollar casi un argumento con la lógica aplastante de David Lynch.

El andamiaje es un trasunto de la Odisea que comienza con la Llegada a Ítaca. Lleno de experiencias y de referencias, de connotaciones poéticas, musicales, cinematográficas, como este La reina de la noche: “La reina de la noche y el dedo en el mapa / que mueve sobre la hoja y despierta el agua que surge de la tierra / y abre los dedos en una especie de camino por donde circulan los desaparecidos /…/ cuando está triste, / agita el mapa con una tela fina sobre los cuerpos”. Aprovecha todo el potencial del anacronismo, de la tensión entre la alta cultura y los bajos fondos: “No se salvarán los monstruos / esperando el camión de la basura, pues de ahí dicen que vienen los que no son naturales aunque realmente nunca están despiertos /…/ Y esa gente que ya murió escribiendo sobre la fortuna, / que es una rueda, / que los nobles no oyen, / que los campesinos desconocen, / que llega la Muerte como el que llega a una fiesta / vestido de plata y de cristal” (El último hombre vivo). Concretamente, los versos que encabezan los poemas pertenecen a Heroidas de Ovidio, que también conecta con la metáfora del viaje, pues fueron escritos antes de su destierro.

Cuando titula la segunda sección, Penélope se da cuenta de que no importa demasiado, la autora está desafiando la imagen tradicional de un arquetipo femenino: “Podría ser granitos de arena en la espiga de un ojo. / No importa en absoluto”. Y así seguirá en varios momentos del poemario: “Que duerman. / Que solo duerman. / Que nadie les cuente que los dientes a veces llegan hasta la lengua y allí se clavan como metralla en los bolsillos de un muerto que no supo escapar” (Nana para el niño que pide leche).

La gran ventaja de la poesía de Alicia Louzao es disfrutar de las imágenes tan poderosas: “Con la oración en los ojos. Con el cristal en el pecho. / Tenía que suceder algo malo” (El viaje). Y lo fructifica para descargar la crítica, la reflexión y el lirismo: “La niña en el viento buscando cobijo, / como si los fenómenos atmosféricos solucionaran el estómago vacío. La falta de verduras. La bolsa de plátanos. Las seis horas de siesta un martes por la tarde. Las manos en los cables” (El punto impreciso)

“Esto podría ser un cuento. Pero no lo es. Érase una vez una mujer de pelo verde y puntas amarillas

Compró unas tijeras para recortar la sombra-maldita-sombra que lleva a rastras por el suelo y que antes era pequeña como un puño y que ahora le recuerda la nubosidad en los ojos, la arritmia, la falta de apetito, las hemorragias. Como piedras que le salen por la boca” (Historia de la mujer que llora)

La última parte está titulada como el volumen y supone la resolución del conflicto, aceptando los dos planos, el real y el del sueño, la realidad y el deseo, las certezas y los miedos: “Andas sueños sueltos / como gritos que se escapan de las espinas y las bocas. / Andan sueños sueltos / desatinadas formas de sombras en el agua, / que también sueñan /.../ Los sueños son torpes pero llevan zapato cómodo. Se cosen su nombre en la chaqueta para que nadie los olvide” (Producción onírica y significados).

Los versos de Alicia Louzao desafían la comprensión literal de sus palabras, el mensaje se transporta como un conocimiento que tiende a lo intuitivo, y, en ese sentido, es meridiano. El extraordinario nervio sensorial se apoya en lo táctil tanto como en la imaginación, en la tradición como un río alimentado de afluentes diversos: “Los hijos y el olivo. / Y aquí tranquilos, / como si fuera nunca a pasarles nada. Como si todos los años que vienen fueran el mismo. El baúl de los tesoros. Las sorpresas del desierto. Las naves de extraterrestres. Las visitas de la tarde. Y el ruido /…/ Duermen como hijos de la tierra que realmente no piensan en ningún momento del descanso / que alguna vez será posible / que se quemen todas las cosas bellas” (Los hijos de la tierra). La amenaza a la belleza como forma de dominación y el recurso a la poesía como arma de combate.

Numerosas referencias están basadas en la mirada de la niñez como intuición sensible y comprensión inmediata. El viaje de la Pubertad es más concreto: “La casa se te pega a la espalda. Hay un ruido como de niños que celebran que no volverán a sufrir las matemáticas en la tercera hora de los jueves. Un ruido de cristales y de personas que se quedaron fuera. Tú y los números y las pertenencias. Te agarran a la maleta, / a los nombre propios, / a la casa que salpica debajo de tu ropa: / Párpados o mapas. / Los ojos fuertemente cerrados”. Este último verso referencia intuitiva a los eyes wide shut de Kubrick confirma que la realidad avanza en diferentes niveles y que la poesía es la manera más efectiva de tejerlos todos. Este viaje, con o sin retorno, es un grito frente al olvido, una batalla entre la memoria y el sueño, ese que nos hace dudar de la realidad que pudimos existir.

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