domingo, 18 de mayo de 2014

Alegrarse de una muerte



El asesinato de la presidenta de la diputación de León ha levantado un ruido informativo sorprendente. Como en las Torres Gemelas, como en el 11M –aunque luego se demostrara que no-, los culpables y el móvil pronto estaban muy claros. Se trataba de un trabajador despedido que se tomaba la venganza por su mano. De ahí a culpar a los escraches y sandeces peores hubo un telediario.

Pues no, no se trata de que el pueblo harto de las arbitrariedades y la prepotencia de un político caciquil se haya alzado en revolución. Al final ha resultado un ajuste de cuentas premeditado entre miembros del mismo partido. El culebrón es sorprendente, madre e hija, amigas de la asesinada, cinco intentos anteriores, la compra de dos armas mucho tiempo atrás a un toxicómano, colaboración de una agente de policía; el marido y padre, inspector jefe de la policía de Astorga. Pero lo sorprendente no son las complicadísimas implicaciones que parece tener todo el caso, lo sorprendente es que a los medios, y al ministerio fiscal les han sorprendido más los comentarios por las redes sociales.

Los comentarios abundaban en señalar la falta de pena por la muerte de la señora presidenta de la diputación, algunos apuntaban a que lo merecía e incluso unos pocos se alegraban de ello. Parece ser que esta señora y su gestión han sido, cuando menos, polémicas. Han saltado las alarmas y han sido detenidos dos jóvenes por incitación al odio. Repito, me parece sorprendente la celeridad con la que ha actuado de oficio el ministerio fiscal cuando recuerdo muchísimos comentarios más cargados de odio en las ondas de la COPE, con Federico Jiménez Losantos, por ejemplo, al que no puedo escuchar por prescripción facultativa. Quiero evitar una úlcera. El insoportable Sostres y muchos otros presentadores y tertulianos de distintas cadenas nacionales, regionales y locales amenazando de muerte a feministas, izquierdistas o cualquier otro ciudadano.

No quiero convertir estas líneas en “y tú más”. No me gustan los insultos, vengan de donde vengan. Creo, además, que es un juego muy peligroso hablar a la ligera de estos temas. Con un poco de memoria podremos recordar las sutiles y no tan sutiles presiones que el entorno de ETA hacía a los elementos incómodos. Incitar al odio racial que muchos políticos populistas –de cualquier signo, pero de algunos especialmente- siembran contra los inmigrantes. Hay que tener cuidado con los nacionalismos extremos como los que ahora están devastando Europa. Incluso la blasfemia tiene consecuencias insospechadas.
No olvidemos tampoco todos esos comentarios después de una violación o después de un caso de violencia machista, “algo habrá hecho”, “se lo merecía”, “es que todas son unas…”, “es que van provocando…”.
Sin embargo hay algo que también debería ser sagrado en una democracia, y es la libertad de expresión. Luego las leyes dictaminarán cuáles de aquellos comentarios son constitutivos de delito y cuáles simplemente están dentro del mal gusto. 

Deploro todos esos comentarios pero valoro aún más la libertad de expresión. Aunque no me gusten las sevillanas rocieras o el reggaetón, creo que no habría que prohibir estos tipos de música. Y de lo que estoy hablando es mucho más serio que un gusto. Estamos hablando de asesinatos.

Lo que parece claro es que a las autoridades públicas les pone nerviosas no controlar los canales de información. Los grandes partidos, aliados con y de las grandes corporaciones y los grandes grupos empresariales a pequeña, mediana y gran escala pueden controlar las televisiones, las radios, la prensa. Pero no pueden con las redes sociales y eso les está poniendo muy nerviosos, así que atacan con la censura preventiva. Estas detenciones son un aviso a navegantes.

Hasta qué punto un comentario como alegrarse de una muerte –de mal gusto, aceptémoslo-, es constitutivo de delito. Incitar al odio, ¿qué significa? Si en mi blog despotrico contra políticos municipales, ¿estoy incitando al odio? Porque con mi proverbial pico de oro puedo convencer a gente de que no les voten, pero también de que les abucheen, hagan un escrache en su casa o pasen a peores. ¿Cuál es el límite de mi responsabilidad? Llevar una minifalda, ¿es incitar a la violación? 

Se está hablando de dictar normas para controlar estos comentarios en la red, como si no fuera suficiente la normativa ya existente. ¿Cuál será el siguiente paso? Podrán limitar el derecho de expresión de críticas porque eso también incite al odio. Podrán denunciar y detener a personas cuando sus comentarios se vuelvan algo más viscerales, ¿es eso lo que necesitamos? En estos tiempos en los que el Partido Popular controla una cantidad ingente de resortes de poder desde los ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, congreso, senado, gobierno, poder judicial amén del control de grupos afines en los medios de comunicación, ¿quién asegura que se será imparcial en la persecución de delitos de opinión calificados de incitación al odio? Nadie sabe, pero apostaría a que la blasfemia no tardaría en entrar en el cajón. Tienen miedo.

Este asesinato no ha sido el inicio de una explosión de ira de los desahuciados frente a los bancos, ni de los parados contra los políticos. Ha sido un ajuste de cuentas entre militantes del Partido Popular. Por lo que he leído no sé, ni llego a imaginarme, qué habrá detrás de todo esto, pero no es el inicio de una revolución.

No es el inicio de una revolución, pero podría llegar a serlo. No porque cunda el ejemplo, no porque haya gente que se haya alegrado de que haya muerto una persona a su juicio despreciable, sino porque puede pasar. La casta política está llegando a ser odiada. Se habla eufemísticamente de desafecto, pero es mucho más grave, mucho más profundo, mucho más visceral. Y por eso temen. El poeta afroamericano Gil Scott-Heron clamaba en los setenta que la revolución no será televisada.  Y parece que no lo será, que las televisiones sólo retransmitirán las cargas policiales en hora de los informativos. Los únicos medios que se están escapando por ahora son las redes sociales, y por eso se están convirtiendo en objetivo prioritario de control por el gobierno. La revolución será retuiteada, pásalo.

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