Hay
momentos en los que uno se escandaliza con cosas que suceden a nuestro
alrededor. Y en estos momentos hay tantas que dudo mucho que pudiera hablar de
todas ellas. Acabaría con una úlcera por la cantidad de negatividad que tenemos
en nuestra vida más cercana. La indignación, sin embargo, no conoce fronteras
ni culturas. Es un rasgo del ser humano que me parece básico. La indignación y
la compasión, por mucho que enrabie a Nietzsche, son dos características de
nuestra naturaleza que nos hace fuertes como especie y nos han ayudado mucho en
nuestra historia personal. Por eso también se debería mover esa indignación a
un nivel menos básico, menos cercano, abarcar nuevos paisajes, otras culturas.
Más de
doscientas niñas continúan secuestradas en Nigeria por un grupo terrorista
llamado Boko Haram. Según parece son un grupo integrista que está castigando a
estas niñas por ir a la escuela. En su desquiciada mente, las mujeres no deben
formarse intelectualmente. Imagino que si el colegio era católico, la cosa
sería aún peor. Así lo ha proclamado, la educación occidental se ha acabado y
las mujeres deben abandonar la escuela y casarse. Las ha secuestrado, dice, en
nombre de dios. Y en nombre de ese dios las va a vender como esclavas sexuales.
Muchas
veces he protestado contra el machismo en nuestra sociedad occidental, o las
trampas de la “liberación femenina” que acaba siendo aún más machista. Esto es
mucho peor, es una salvajada. Una barbaridad que las autoridades nigerianas han
desoído hasta que una campaña de sensibilización les ha hecho reaccionar, de
una manera algo tibia, hay que decir.
Las
campañas que se han iniciado en la red principalmente han consistido en
fotografías, selfies, con el cartel “Bring
back our girls”, “Devolver nuestras niñas”; o “Real men don’t buy girls”, “Los
hombres de verdad no compran chicas”. Me parece positivo que la movilización en
la red provoque cambios en la política real, aunque los gestos sean algo naif.
No creo que el líder de los Boko Haram, viendo a Sean Penn con el cartel, acabe
pensando, “Es verdad, me he pasado, si quiero ser un hombre de verdad, voy a
dejar en libertad a estas chicas”. Ojalá, pero me parece un buen mensaje
enviado a una gente que ni lo va a leer ni lo comparte.
Lo que
es vergonzoso es que la comunidad internacional no haya actuado ya con
contundencia. Esta frase se puede aplicar últimamente a tantos lugares y tantas
causas que parece ya un chicle muy mascado.
Este
caso me hace pensar muchas cosas. Por ejemplo. Cada vez que se critica a la
iglesia católica por su machismo siempre hay alguien que echa en cara que los
musulmanes son aún peores. Este ejemplo serviría para reafirmar la postura.
Imagino que habrá gente para todos los gustos, pero denunciar el machismo de
religiones cercanas no implica estar de acuerdo con el machismo de otras
religiones. Creo, además, que no es el Islam la religión que per se, sea la más machista de todas.
Las más exageradas muestras de barbarie del mundo musulmán se deben más a
costumbres locales (burka, ablación del clítoris, por poner dos ejemplos) que a
las enseñanzas del Corán.
Es
verdad que en muchos países musulmanes, como en Arabia Saudí, las mujeres no
pueden disfrutar de actividades tan elementales como el conducir. Los ulemas
más reaccionarios consiguen imponer estas costumbres por ley. El famoso brazo
secular de la Iglesia. En otros se las considera siempre como menores de edad,
y deben continuar la dependencia de padres a esposos. No es cuestión de
religión, como mucho, cuestión de religiones. Es cuestión de machismo.
No hace
tanto que en España no permitíamos a una mujer salir de casa sola, ir a un bar,
abrir una cuenta corriente, salir al extranjero sin la autorización paterna o
del marido. Pero no nos equivoquemos. No es porque el cristianismo sea más
benévolo, o más progresista, es porque la sociedad occidental es más laica. No
solemos permitir a los miembros de la iglesia –de cualquier credo-, que
impongan sus ideas a los demás. Deben argumentarlas, razonarlas en aras del
bien común, no como medio para alcanzar la vida eterna. Aunque las medallas de
honor a la virgen todavía me tienen algo confuso.
No
debemos permitir que ninguna religión dicte las normas de ninguna sociedad. No
porque unas religiones sean más reaccionarias que otras, que las hay, sino
porque las verdades reveladas no son compartidas. Y si dios habla a los
sacerdotes, ¿cómo podemos estar seguros de que no hablan ellos mismos por sus
gustos, sus fobias y sus obsesiones? ¿Quién nos asegura que es dios quien
habla?
No creo
de ninguna forma que dios esté de acuerdo con el secuestro de niñas, ni con su
violación, o su mutilación, o su venta como esclavas. Eso no es islamismo
extremo, es terrorismo machista. Y, aunque pese a muchos, el islam no es una
religión violenta. La Guerra Santa es un invento demasiado corriente entre los
creyentes de muchas religiones como para asociarla sólo a unos. Hay tantas
maneras de entender el islam como de entender el cristianismo. Y no es lo mismo
el calvinismo que el Opus Dei. No parece el mismo islam el de los ayatolás y el
de los sufís. Grupos violentos contra otras civilizaciones los tenemos en todos
los países y secuestros de mujeres para ser vendidas como esclavas,
lamentablemente, también.
No es
que quiera defender al islam frente al cristianismo. Todo lo contrario. Lo que
pretendo es ir contra todas las religiones mientras que sirvan como instrumento
de opresión, mientras que sean utilizadas para sojuzgar, legitimar atrocidades
o calmar las ansias de justicia poniendo la esperanza en un mundo lejano.
Como
persona soy muy autocrítico conmigo mismo, aunque en estas líneas esté
pendiente de fuera. Debemos mirar primero en nuestros ojos, pajas y vigas, pero
también debemos estar pendientes de las vigas en ojos ajenos.
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