lunes, 11 de agosto de 2014

Esquizos



En los años 70 y 80, de la mano de los antipsiquiatras y de las obras de Deleuze y Guattari se produjo una fascinación por la enfermedad mental en general y la esquizofrenia en particular. Parecía que aquellos pobres dementes encerrados en terribles asilos mentales representaban la verdadera esencia del ser humano, el último reducto resistente ante la colonización mental del capitalismo, que trataba de adocenar y malear a las masas. El individuo convertido en masa. El hombre unidimensional. Por supuesto, no todos los enfermos mentales, los obsesivo-compulsivos, los ansiosos, los depresivos resultaban demasiado aburridos y predecibles, subproductos derivados del capitalismo explotador. Los esquizos, los imprevisibles esquizos serían, pues, la virtud de la creatividad, de la libertad, del salirse de la norma y de la norma de la norma. Los rizomas anticapitalistas. Alguien voló sobre el nido del cuco. Dejando aparte las consecuencias apocalípticas que estas teorías tuvieron cuando se aliaron con la reducción de gasto público y lograron la desinstitucionalización de los enfermos mentales y lanzaron a las calles y a las familias la responsabilidad de mantener una medicación y un control –físico y emocional- de estos sufridores. La enfermedad mental se sufre o se disfruta.
Pero no estaban equivocados sólo por eso. ¿Y si la esquizofrenia fuera causa del capitalismo? En lugar de un escape para libertad, ¿no nos estaremos convirtiendo en esquizos viviendo en este mundo absurdo? La magnífica novela de Elvira Navarro, La trabajadora, ilustra de una manera muy clara el nexo de unión entre las nuevas, precarias y explotadoras formas de trabajo –mejor, empleo- y la enfermedad mental. Escuchamos voces –de la televisión, de nuestro iPod-, nos sentamos y las imágenes se suceden ante nuestros ojos sin que nada en realidad se mueve. Las pantallas virtuales, de la televisión, de los portátiles, de las tabletas, de nuestros smartphones, de nuestras gafas google nos ofrecen una realidad que no está. Gracias a estos ingeniosísimos aparatos podemos estar a la vez presentes y ausentes, podemos estar aquí y allí, compartiendo un café en la cafetería y un beso furtivo en un autobús camino a cualquier parte. Vemos un evento y lo retransmitimos inmediatamente. Somos las voces que otros escuchan.
Somos a la vez sujetos interactivos y sobre los que actúa la interpasividad –las risas enlatadas, argumentos ready-made en las tertulias, los pensamientos envasados en memes-. Los “Me gusta”/”I like” implican de una manera maravillosa la interactividad y la interpasividad. Interactividad por cuanto se nos provoca una respuesta que “libremente” damos o no damos. Interpasividad por que se nos impone una forma de decir, sin molestarnos en escribir, en pensar, en articular siquiera mentalmente una respuesta. Ponen en nuestras manos –que no en nuestras bocas-, palabras que son sentimientos, actitudes, gustos, afinidades, solidaridad, simpatía, adhesión.
El tiempo y el espacio no pueden ser separados en esta colonización. La mal llamada deslocalización es una dislocación de la personalidad que consiste en esconder el proceso productivo en las naciones del primer mundo –esto es, llevarlas como aves migratorias, a los lugares donde más barata esté la mano de obra, donde menos impuestos y más se pueda contaminar- es inseparable del encumbramiento del consumo. Pero si no se está inmerso en el proceso productivo no se cobra, y por eso no se compra. En los países del tercer mundo se produce, pero se cobra tan poco que no se consume. Deslocalización.
El trastorno de déficit de atención con y sin hiperactividad no son una consecuencia indeseable del trabajo multi-task, de las ventanas, de las múltiples pantallas, de los anuncios y el estrés del trabajo y la vida moderna. Es el rasgo definitorio del homo novo. Desde las bebidas energéticas a las drogas de diseño. La fuerza de trabajo es flexible en el espacio, en el tiempo, en las tareas. Fernando Broncano glosando el último libro de  Jonathan Crary, 24/7: Late Capitalism and the Ends of Sleep, lo aventura, los medios no intentan adormecer al espectador, al contrario, lo despiertan, lo excitan, lo incitan. Luego colonizarán ese tiempo ganado.
El capitalismo tardío no sólo consigue hacer rentable las horas de trabajo, también ha colonizado, continúa Broncano, el espacio fuera del tiempo productivo. Somos consumidores a tiempo completo. Internet ha conseguido que el mercado sea global en el espacio y completo en el tiempo. El tiempo de ocio es productivo, a través de las redes sociales nos utilizan como fuentes de información de estudios de mercado, para vendernos, para intercambiarnos, para que votemos y compremos. La insistencia en la creatividad y la cultura del emprendedor no sólo hacen que la responsabilidad de nuestras desgracias esté en nosotros mismos, también es un negocio redondo. No hay que preocuparse de políticas activas para conseguir el pleno empleo, simplemente hay que confiar en los emprendedores. Los deprimidos, los parados, los jubilados también gastan, producen riqueza y la redistribuyen por los canales habituales, cada vez más habituales. Los más jóvenes son el target más deseado, no tienen responsabilidades y son más fáciles de disparar su deseo.
Pero no sólo porque compramos, somos productivos porque ofrecemos nuestra información, nuestra intimidad, nuestras enfermedades, preferencias, habilidades, desgracias y rostros, vacaciones, familia y redes de amigos. No necesitan siquiera espiarnos, les regalamos la información nosotros. No roban nuestra privacidad, la administran y nosotros la llenamos de contenido. No dormimos enganchados a un grupo de WhatsApp, a un muro de Facebook o a un blog. Luego nos quejamos y ponemos candados y visillos, defendemos nuestros secretos, interponemos demandas y exigimos el derecho al olvido.
Como los esquizos somos uno y contenemos multitudes. Somos a la vez sensatos decididores racionales y compulsivos compradores. Tenemos el corazón progre y ecologista mientras votamos a favor de la bajada de impuestos. No tenemos problemas en ser hipster y escuchar a Bon Iver y a la vez brincar con el gangnam style. Defendemos nuestros derechos laborales mientras nos aprovechamos de las condiciones miserables del trabajo de otros. Tenemos el corazón partío, la razón dividida, la identidad escindida. Si esto no es esquizofrenia, que venga Deleuze y lo vea.

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