jueves, 19 de noviembre de 2015

Vender ciencia



Estamos acostumbrados a tener una basura de televisión. A no poder disfrutar porque los programas son cada vez más zafios y con menor gusto. Sólo se salvan algunas series y, por puro masoquismo, algunos debates y entrevistas. Por eso se alegra uno de que existan programas, no sólo documentales, sobre cultura o ciencia más allá del reality. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce.
La cuestión de la cultura siempre resulta problemática. La historia, bien se sabe, la escriben los vencedores y está continuamente renovándose y bullendo temas y conceptos que ponen en duda cualquier confianza que se pueda tener. Historias de Españas imperiales, entes eternos que se perpetúan a través de los siglos, obras y artistas discutibles y discutidos, trivialización del arte…
La ciencia, a primera vista, parece fuera de cualquier controversia. Es ciencia. Y eso te da la tranquilidad de que sucede aquí y en Pekín (o Beijin, que ya se ve que la Geografía es mudable). Normalmente los peros suelen aparecer cuando la ciencia se convierte en divulgación. Divulgación que suele ser sinónimo de puerilización, de mercantilización, de cuatro tonterías más o menos espectaculares, sin ningún tipo de sistematicidad. La 2 de televisión española es el hábitat natural de este tipo de programas, de los que, de todas formas, debemos agradecer a dios.
No voy a hablar de Redes porque ya pasó a mejor vida en la parrilla televisiva (vaya nombre, si la televisión es la parrilla nosotros somos los chuletones). Hablo de programas como Yo mono, o de Órbita Laika. El primero es para acabar malo de los nervios. No dudo que el presentador sea un gran especialista en el tema, un primatólogo de primer nivel, pero el programa, con tantos subespacios y con los invitados haciendo monerías… no hay forma de que uno acabe sabiendo nada de nada.
Lo que sí acaba uno es teniendo la sensación de que le están vendiendo algo. La ciencia se suele vender como libre de valores, aséptica, sin tomar partido, sin ideología… eso lo dejamos para las humanidades y la política. Pero, especialmente la antropología, suele tener un tufillo rancio, un aroma a darwinismo social que difícilmente supera la prueba del algodón. Parece ser que ahora los seres humanos tenemos dos ancestros, los belicosos chimpancés y los pacíficos bonobos y que debemos aceptar nuestra agresividad como natural mientras, a la vez, potenciamos nuestra capacidad empática. No se aleja mucho de la metáfora platónica del auriga que conducía un carro con dos caballos, las pasiones buenas y malas. Nada nuevo bajo el sol.
Órbita Laika es distinto. Para empezar es un programa con un presentador especialmente brillante, rápido de reflejos, simpático y ágil en la conducción. La sucesión de colaboradores molesta un poco en un programa tan corto, los invitados, de vez en cuando te dan sorpresas, como el gran Goyo Jiménez, muy puesto en cuestiones de ciencia, pero la mayoría de las veces están de relleno.
Sin embargo, si nos fijamos bien, es un programa muy cargado de ideología. Y esto se puede hacer extensible a muchos llamados a sí mismos científicos, o defensores del método científico a los que se les puede aplicar una sentencia de Juan de Mairena. Este ilustre alter ego de Antonio Machado sabía que los griegos habían cambiado la fe en la religión por la fe en la razón. Sí, el cientifismo (permítanme el palabro) es también una ideología, es decir, en parte irracional y en parte lógica, pero invisible para los que están en ella.
Para los cientifistas todo lo que provenga de un laboratorio es sagrado e incuestionable, en especial si contradice el sentido común. Y hay que ver la cantidad de tonterías que se dicen comenzando por “La ciencia dice que…”, o “un estudio de la universidad de… ha concluido que…”. Suele ser una ideología conservadora del status quo, que tiende a quitar la razón a los que se enfrentan a las grandes corporaciones. Son escépticos para algunos casos y muy crédulos para otros. En la terminología de Umberto Eco, más que apocalípticos, son integrados, muy integrados.
Por ejemplo, tachan de pseudociencia todo aquello que relaciona la hipersensibilidad electromagnética con los cables de alta tensión o los transgénicos con un riesgo. No hay pruebas concluyentes, como si las pruebas no hubiera que buscarlas, que estuvieran ahí delante y no verlas equivaldría a no existir. Son capaces de asumir como dogma la autosugestión antes que aceptar la sensibilidad química múltiple. ¿Cómo se demuestra la sugestión psicosomática? ¿No es demostrar que algo que no existe influye realmente en las personas sugestionadas? La OMS pasó de admitir la hipersensibilidad electromagnética en 2006 a rechazarla[i]. Al contrario que la homosexualidad. Hay que reconocer que la ciencia demasiado a menudo es poco científica.
En el pasado programa de Órbita Laika una presentadora, muy puesta ella, muy a la moda y muy delgadita, nos asusta con un estudio que sentencia el final de los alimentos para pasado mañana, más o menos. Somos demasiados en el planeta. Las alternativas son completamente desquiciantes, huertos verticales, cultivos en Marte (que digo yo, si los melones de Chile los recogen muy verdes, no quiero saber cómo vendrán del planeta rojo), y, transgénicos. Todo esto para que en dos minutos nos vendan los transgénicos como única alternativa razonable a la crisis de superpoblación. Sería mucho más científico hablar de pros y contras de algo que no sabemos cómo puede influir en nuestro organismo. Pero, y esto se escapa, siempre se escapa, los transgénicos son productos industriales en manos de pocas empresas, como Monsanto que imponen a los agricultores, no unas semillas resistentes a las enfermedades y con mejores propiedades, les venden la esclavitud, les venden la dependencia inexorable que les obligue a comprar año tras año semillas estériles, que se endeuden y endeuden.
Después hay una encuesta callejera sobre el fracking. Quedan demostrados los prejuicios de un público que apenas sabe del asunto pero que irracionalmente se opone. Para culminar la jugada, una voz en off (mucho más científico, es la Verdad) con unas animaciones explica cómo se realiza el fracking, incluso hace referencia a los riesgos y peligros, pero concluye que es la única alternativa al fin de las reservas de combustibles fósiles. ¡Es una tomadura de pelo! No es ciencia, es publicidad hacia este proceso. Estar en contra es de progre indocumentado. Lo verdadero progresista es estar con la ciencia y la tecnología, a favor de todos estos avances técnicos.
Y así todos los programas, al par que nos ilustran, aunque sea de una manera más con el espectáculo que con la ciencia, nos inoculan la aceptación de unas tecnologías, como la nuclear, que suponen un enorme riesgo y un peligro terrible que ha quedado demostrado en demasiadas ocasiones. La ideología pretende pasar como natural lo que son condiciones artificiales e interesadas. La ciencia y la tecnología, ya sabíamos, son ideología y son utilizadas para que aceptemos de buen grado ciertos negocios a gran escala.


[i] No soy especialista en el tema, pero un vistazo a los estudios que pretenden denostar la hipersensibilidad electromagnética son bastante endebles en la metodología y muy ambiciosos en los resultados: se me ocurre que son pocos sujetos, poco tiempo de exposición, no se tienen en cuenta los efectos combinados de las distintas radiaciones o las variaciones ambientales que puedan influir…

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