Estamos acostumbrados a tener una basura de televisión. A no
poder disfrutar porque los programas son cada vez más zafios y con menor gusto.
Sólo se salvan algunas series y, por puro masoquismo, algunos debates y
entrevistas. Por eso se alegra uno de que existan programas, no sólo
documentales, sobre cultura o ciencia más allá del reality. Sin embargo, no es
oro todo lo que reluce.
La cuestión de la cultura siempre resulta problemática. La
historia, bien se sabe, la escriben los vencedores y está continuamente
renovándose y bullendo temas y conceptos que ponen en duda cualquier confianza
que se pueda tener. Historias de Españas imperiales, entes eternos que se
perpetúan a través de los siglos, obras y artistas discutibles y discutidos,
trivialización del arte…
La ciencia, a primera vista, parece fuera de cualquier
controversia. Es ciencia. Y eso te da la tranquilidad de que sucede aquí y en
Pekín (o Beijin, que ya se ve que la Geografía es mudable). Normalmente los
peros suelen aparecer cuando la ciencia se convierte en divulgación.
Divulgación que suele ser sinónimo de puerilización, de mercantilización, de
cuatro tonterías más o menos espectaculares, sin ningún tipo de sistematicidad.
La 2 de televisión española es el hábitat natural de este tipo de programas, de
los que, de todas formas, debemos agradecer a dios.
No voy a hablar de Redes porque ya pasó a mejor vida en la
parrilla televisiva (vaya nombre, si la televisión es la parrilla nosotros
somos los chuletones). Hablo de programas como Yo mono, o de Órbita Laika.
El primero es para acabar malo de los nervios. No dudo que el presentador sea
un gran especialista en el tema, un primatólogo de primer nivel, pero el
programa, con tantos subespacios y con los invitados haciendo monerías… no hay
forma de que uno acabe sabiendo nada de nada.
Lo que sí acaba uno es teniendo la sensación de que le están
vendiendo algo. La ciencia se suele vender como libre de valores, aséptica, sin
tomar partido, sin ideología… eso lo dejamos para las humanidades y la
política. Pero, especialmente la antropología, suele tener un tufillo rancio,
un aroma a darwinismo social que difícilmente supera la prueba del algodón.
Parece ser que ahora los seres humanos tenemos dos ancestros, los belicosos
chimpancés y los pacíficos bonobos y que debemos aceptar nuestra agresividad
como natural mientras, a la vez, potenciamos nuestra capacidad empática. No se
aleja mucho de la metáfora platónica del auriga que conducía un carro con dos
caballos, las pasiones buenas y malas. Nada nuevo bajo el sol.
Órbita Laika es
distinto. Para empezar es un programa con un presentador especialmente
brillante, rápido de reflejos, simpático y ágil en la conducción. La sucesión
de colaboradores molesta un poco en un programa tan corto, los invitados, de
vez en cuando te dan sorpresas, como el gran Goyo Jiménez, muy puesto en
cuestiones de ciencia, pero la mayoría de las veces están de relleno.
Sin embargo, si nos fijamos bien, es un programa muy cargado
de ideología. Y esto se puede hacer extensible a muchos llamados a sí mismos
científicos, o defensores del método científico a los que se les puede aplicar
una sentencia de Juan de Mairena. Este ilustre alter ego de Antonio Machado
sabía que los griegos habían cambiado la fe en la religión por la fe en la
razón. Sí, el cientifismo (permítanme el palabro) es también una ideología, es
decir, en parte irracional y en parte lógica, pero invisible para los que están
en ella.
Para los cientifistas todo lo que provenga de un laboratorio
es sagrado e incuestionable, en especial si contradice el sentido común. Y hay
que ver la cantidad de tonterías que se dicen comenzando por “La ciencia dice
que…”, o “un estudio de la universidad de… ha concluido que…”. Suele ser una
ideología conservadora del status quo,
que tiende a quitar la razón a los que se enfrentan a las grandes
corporaciones. Son escépticos para algunos casos y muy crédulos para otros. En
la terminología de Umberto Eco, más que apocalípticos, son integrados, muy
integrados.
Por ejemplo, tachan de pseudociencia todo aquello que relaciona
la hipersensibilidad electromagnética con los cables de alta tensión o los
transgénicos con un riesgo. No hay pruebas concluyentes, como si las pruebas no
hubiera que buscarlas, que estuvieran ahí delante y no verlas equivaldría a no
existir. Son capaces de asumir como dogma la autosugestión antes que aceptar la
sensibilidad química múltiple. ¿Cómo se demuestra la sugestión psicosomática?
¿No es demostrar que algo que no existe influye realmente en las personas sugestionadas? La OMS pasó de admitir la
hipersensibilidad electromagnética en 2006 a rechazarla[i].
Al contrario que la homosexualidad. Hay que reconocer que la ciencia demasiado
a menudo es poco científica.
En el pasado programa de Órbita
Laika una presentadora, muy puesta ella, muy a la moda y muy delgadita, nos
asusta con un estudio que sentencia el final de los alimentos para pasado
mañana, más o menos. Somos demasiados en el planeta. Las alternativas son
completamente desquiciantes, huertos verticales, cultivos en Marte (que digo yo,
si los melones de Chile los recogen muy verdes, no quiero saber cómo vendrán
del planeta rojo), y, transgénicos. Todo esto para que en dos minutos nos
vendan los transgénicos como única alternativa razonable a la crisis de
superpoblación. Sería mucho más científico hablar de pros y contras de algo que
no sabemos cómo puede influir en nuestro organismo. Pero, y esto se escapa,
siempre se escapa, los transgénicos son productos industriales en manos de
pocas empresas, como Monsanto que imponen a los agricultores, no unas semillas
resistentes a las enfermedades y con mejores propiedades, les venden la
esclavitud, les venden la dependencia inexorable que les obligue a comprar año
tras año semillas estériles, que se endeuden y endeuden.
Después hay una encuesta callejera sobre el fracking. Quedan demostrados los
prejuicios de un público que apenas sabe del asunto pero que irracionalmente se
opone. Para culminar la jugada, una voz en off
(mucho más científico, es la Verdad) con unas animaciones explica cómo se realiza
el fracking, incluso hace referencia
a los riesgos y peligros, pero concluye que es la única alternativa al fin de
las reservas de combustibles fósiles. ¡Es una tomadura de pelo! No es ciencia,
es publicidad hacia este proceso. Estar en contra es de progre indocumentado.
Lo verdadero progresista es estar con la ciencia y la tecnología, a favor de
todos estos avances técnicos.
Y así todos los programas, al par que nos ilustran, aunque
sea de una manera más con el espectáculo que con la ciencia, nos inoculan la
aceptación de unas tecnologías, como la nuclear, que suponen un enorme riesgo y
un peligro terrible que ha quedado demostrado en demasiadas ocasiones. La
ideología pretende pasar como natural lo que son condiciones artificiales e
interesadas. La ciencia y la tecnología, ya sabíamos, son ideología y son
utilizadas para que aceptemos de buen grado ciertos negocios a gran escala.
[i] No soy especialista en el tema,
pero un vistazo a los estudios que pretenden denostar la hipersensibilidad
electromagnética son bastante endebles en la metodología y muy ambiciosos en
los resultados: se me ocurre que son pocos sujetos, poco tiempo de exposición,
no se tienen en cuenta los efectos combinados de las distintas radiaciones o
las variaciones ambientales que puedan influir…
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