miércoles, 2 de marzo de 2016

Reseña de Isabel García Mellado: “Yo también soy Frida Slaw”. Letour1987. 2015


Isabel García Mellado (Madrid, 1977) comenzó su andadura con Tic tac, toc toc (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2009), a los que siguieron Cómo liberar tigres Blancos (Ya lo dijo Casimiro Parker, 2010) y La Traductora de incendios (Valparaíso, 2014), así como diferentes plaquettes: La selva dentro (Ediciones del 4 de agosto, 2015), Porque sabe reírse (Ediciones Deliciosas, 2015). Recién acaba de ganar el LXII Premio de poesía ‘Ciudad de Burgos’, que contaba con Felipe Benítez Reyes como presidente del jurado. Este volumen está ilustrado y tiene el prólogo de Benjamín Prado.

¿Quién es Frida Slaw? Frida Slaw puede ocultar otro nombre, cualquier otro nombre. Detrás puede esconderse Isabel García Mellado o puede que Isabel García Mellado no exista tras Frida Slaw. En la introducción, la autora explica que el tema de este poemario es el “dolor y la valentía de las mujeres”, de todas las Fridas. La fuerza de este poemario está en su voluntad de nombrar para empoderarse, “layla, rosa, marta, esperanza / manuela, josefina, amor, patricia / dulce, serafina, ángela, candela /…/…una canción contiene todos los nombres” (11). Los nombres son importantes y es necesario nombrar para que la realidad no se camufle entre las sombras. Nombres de mujer, y nombres concretos de mujeres concretas que pueden ser Frida Slaw. Por estos poemas toman la voz de Isabel García Mellado prestada para otras muchas. “Pretende ser denuncia y esperanza”, porque hay que “crear frases de mujer que jamás pensé / me habitarían con tal fuerza” (1)

En cuanto a los aspectos formales, este poemario, como es habitual en Isabel García Mellado, debe entenderse como un todo, más allá de la individualidad de los poemas concretos. Hay fragmentos que cobran pleno sentido colocados en el conjunto más que funcionar como poemas sueltos. De carácter visual, prescinde en la medida de lo posible de las mayúsculas y la puntuación, las imágenes tiene un protagonismo mayor incluso que en Ti tac, toc, toc.

En la primera parte (“I. rojo mujer”) el dolor y el miedo son presentados como obstáculos a la libertad, como el miedo, “hay un balcón / y yo me asomo muerta, muertita de miedo” (3). Este miedo tiene un remedio, una hermandad de mujeres que contrarreste a esas “niñas –jarrón que tintinean” (3). La denuncia de la institución del amor romántico como un yugo que condena a la dependencia de las mujeres es el sustrato que sostiene Yo también soy Frida Slaw, el problema de la dependencia de los “niño-miedo”, “como si fuera a terminarse el mundo / porque un mierda de tío / no viene a sostenerte” (10). Y luego llegan los abusos, los sentimentales y los físicos:

“mujeres caminando sin erratas
bellas enfermas débiles podredizas
hombres mirando cuerpos como si reses
odio, ese fatídico campo
en que nos cultivan” (6)

El tono de este poemario es corporativo (“romper las voces”, 7), a la par que personal (“mi amor, vete a la mierda”, 8). Porque, a veces, la adoración romántica hacia la mujer también puede ser fuente de esclavitud:

“ser un dolor que gotea
que espera y que sonríe
emanando de labios aún adolescentes
tratando de introducir los cuerpos de las mujeres
en frascos diminutos
demonizando el no
y bendiciéndolo
obviando nuestro cuerpo y
adorándolo
llenando los ojos de
frases
tan muertas
de impulsos podridos
durante años” (12)

En la segunda parte, “II: Ya nadie piensa lo mismo”, se enfrenta al hombre-niño (“preocupada por el amor de un hombre / que nunca ha sido un hombre”, 14), que necesita y usa de la mujer, que confunde y despersonaliza, que atrapa en frascos y envases topa con el orgullo de ser mujer, y procura mirarse al espejo y reconocerse “desnuda, reluciente, tal como soy” (15).  Los mitos del amor romántico, esclavizadores, “ahí, debajo del sapo / donde la mentira empieza a crecer y a engordar / y a convertirse en príncipe” (21). La mujer, como señala dolorosa y esperanzadamente Isabel García Mellado, tiene una responsabilidad, “¿cómo he podido hacerme / eso a mí misma?” (16). Esperanzadamente porque, por esa misma circunstancia, tiene el poder de cortar esta relación insana: “que nunca falta alguien / que sepa hablar de veras” (28). En su ayuda está el paisaje como refugio (14, 18, 25) y la conciencia colectiva, de pertenecer a un colectivo, motivo clave de la última parte (“III: yo también soy Frida Slaw”).

Isabel García Mellado tiene una voz clara, un verso diáfano, naturalista, alejado del barroquismo enrevesado, pero de una poética intensa. Técnicas narrativas cuando se requiere, de denuncia y reflexión cuando es preciso, su verso emociona a la vez que transmite la indignación y la rabia de las que no tienen voz. Delicados instantes y vidas resumidas. Los temas siempre han girado en torno a la libertad, a la búsqueda de uno mismo, a la rebeldía ante las normas establecidas y las rutinas, en especial sobre la discriminación hacia la mujer.

Yo también soy Frida Slaw, es el deseo de ser piel roja, de recuperar la esencia oculta tras el barniz de la civilización masculina, con su afán clasificador y encorsetador, hacer visible lo que siempre ha estado ahí, pero desaparece oculto, despertar la conciencia, “romper con las definiciones asignadas” (30).


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