Últimamente prefiero dejar pasar las polémicas y escribir cuando han pasado un poco. La mayor parte de las veces porque lo que se me ocurre ya lo dicen otros, y mucho mejor. También es recomendable tomar distancia y no dejarse llevar por el calor de la emoción y procurar ver las cosas con claridad. De la porfía del Benidorm Fest la verdad es que hay mucho articulista que ha resumido bastante bien muchos de los puntos que me parecen sensatos, y otros que son tan preocupantes que quizás merecería detenerse en analizar qué hay detrás.
Como en muchas de las disputas hay un poso de falta de comprensión –lectora o auditiva–, que a veces es interesada, pero que muchas veces responde a un prejuicio anterior que se hace explícito. Por ejemplo, en Un violador en tu camino, del colectivo feminista chileno Lastesis, hizo poner el grito en el cielo a mucho varón que, sería inocente de abusos sexuales, pero adolecían de comprensión básica de los mensajes. Otro ejemplo, en la letra de Ay mamá, además de obviar la coma del vocativo hay una reivindicación de la figura maternal, pero en ningún momento parece posicionarse a favor de que todas las mujeres deban ser madres o contra las que no puedan tener hijos. Así que las opiniones que acusaban a Rigoberta Bandini de rojiparda tienen más que ver con el resorte automático del “caldo en la nevera” que con la intención de la letra. Tampoco se puede acusar fácilmente de tránsfoba, porque las madres son la figura a la que está dedicada la canción, pero no se forma un nosotras en ese sentido. Todos, todas y todes hemos tenido madre, aunque muchos, muchas y muches no podamos serlo.
El rechazo hacia esta canción ha sido muy radical, en parte por la apropiación que, por ejemplo, Irene Montero ha hecho en campaña electoral. Flaco favor le hace a una candidata a Eurovisión teniendo en cuenta el amplísimo rechazo visceral que provoca el feminismo en general y el feminismo podemita en particular. No pocos han afeado que se recurra a la provocación tan antigua, dicen, de la teta. Lo dicen, por ejemplo Susana Estrada o Carmen Lomana. ¿Seguro que era una provocación anticuada? ¿No se ha producido un rechazo entre un sector del público el mero hecho de decir “teta” y no el resto del mensaje? Porque para denigrar la figura femenina no hay más que leer con atención la letra de la seleccionada. (Que, por cierto, no está compuesta por una mujer racializada, sino por una empresa de Miami.)
La reacción de Abascal ha sido memorable. Con la expresión de un macho español, como debe ser, dice que no le da miedo, sino que se supone que les gustan desde niños. Le ha faltado el hilito de baba al decir teta. Una vergüenza.
De todas formas, analicemos si es verdad que las tetas de las mujeres dan miedo. Por lo pronto no se muestran en público con la misma facilidad que los pezones masculinos. Eso es un rasgo distintivo que Facebook, por ejemplo, ha tomado mucho más en serio que las amenazas, porque desarrolla un algoritmo para detectar pezones femeninos y, sin embargo, espera a la denuncia para los insultos. Y eso que ya no estamos en la época de los rombos en televisión. Un rombo solía equivaler a tiros, pero sobre todo a mujeres con el pecho descubierto.
Deben dar miedo las tetas femeninas cuando en Brasil, por ejemplo, está prohibido el top less aunque se puedan llevar minúsculos bikinis que dejan poquísimo a la imaginación. Y, no tan lejos, multitud de grupos, como los que en Estados Unidos se denominan Mayoría Moral, abogan por tener “playas familiares”. Por playas familiares entienden aquellas en las que no se pueda hacer top less, como si los pechos femeninos salieran de la familia y se convirtieran en un disolvente de esta. Luego ya enredan diciendo que solo piden un trozo de playa, que qué trabajo cuesta… El final lo sabemos, poco a poco la pendiente resbaladiza coge velocidad y se instaura lo “familiar” como el nivel establecido y las excepciones, las demás.
No es ningún grupo aislado, la lactancia materna produce incomodidad y ha motivado la creación de grupos de madres que amamantan en público con la intención de hacer más cotidiano algo que es la esencia de los mamíferos. En muchos locales piden a las madres que procuren tapar el pecho para no incomodar a otros clientes. ¿Les dan miedo las tetas?
Una de las mayores críticas que se les hacen al colectivo Femem es que utilicen su cuerpo desnudo, más concretamente su pecho desnudo en sus reivindicaciones. Y no solo en aquellos países ultraconservadores. Mentes biempensantes, de ese centro equidistante y sensato, abogan por no mostrar apoyo a esas causa por motivos estéticos, porque esas no son formas.
En términos sociológicos y filosóficos el cuerpo de la mujer y, concretamente sus pechos, son un objeto de control. Se aumenta su tamaño hasta hacerlos inverosímiles, se encorsetan o se elevan. Las modelos de alta costura o las bailarinas que tienen senos grandes son apartadas e insultadas. Y no hay más que mirar todos los apelativos denigrantes que se aplican si su tamaño no es del gusto del “consumidor”.
Mostrarlos, por ejemplo, en los Sanfermines ha sido tomado como una invitación al toqueteo, al abuso sexual y la violación. Un símbolo de la libertad, como era en el cuadro de Delacroix, o en los años hippies, se convierte en la esclavización de quienes los portan solo si son mujeres.
Seguro que se me quedan sin nombrar muchos otros momentos en los que la teta femenina produce tanto pavor. Al final no sé si los pechos femeninos dan miedo por sí mismos o más bien sucede a algunos energúmenos que tienen miedo de sí mismos al verlos, temen que si aparecen ante sus ojos no puedan controlarse, porque un hombre es un hombre.
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