miércoles, 3 de mayo de 2023

Reseña de Álvaro Bellido: ‘Spam’. Boria Ediciones. 2023

 Spam - Boria Ediciones


Álvaro Bellido presenta su segundo asalto poético para Boria Ediciones. Antes que los Monty Python transformaran el significado gracias a un gag de su Flying Circus, el término Spam proviene de una contracción de Spieced Jam, carne enlatada para los soldados en la II Guerra Mundial. Precisamente la polisemia –en sentido amplio– es el eje sobre el que pivota este volumen. El autor hace dos paralelismos, por un lado la carne enlatada se bombardea, incluso suena así, como los obuses. Y por otro, el Spam es basura, correos basura con los que somos bombardeados. Este es un libro sobre el bombardeo de basura. Pero no nos adelantemos.

Héctor Castilla despliega la alfombra roja con su prólogo y Álvaro Bellido se encomienda a Alun Lewis, poeta que murió como soldado en la II Guerra Mundial. En realidad, más que una suerte de monólogo dramático, este experimento tiene más que ver con los intentos de Ben Clark de asumir la piel de Shackleton. La primera parte,  La carne y la guerra / Exhumación del desastre, no es solo un paisaje con figuras, es una inmersión en las trincheras físicas y emocionales: “Aseado y afeitado ante el espejo, Lewis / ha desenfundado su arma y ha dicho adiós. / Un golpe metálico, un adiós silencioso. /…/ Todo es mentira: / Aquella imagen suya en el espejo. / la certeza del disparo aquel /…/ La guerra ha terminado” (La guerra ha terminado).

La dualidad entre el bombardeo y el reparto de comida es tan esencial que acaba retratado onomatopéyicamente: “Es aterrador: / [Spam] el contenido del paquete / / [Spam] en perfecto desorden / [Spam] sobre la muerte. / [Spam] [Spam] [Spam] [Spam]. / La alegoría de un bombardeo / en su propio colchón” (Spam. Un bombardeo). Y también simbólicamente: “Pasará el tiempo y las contiendas, / reduciendo todo lo cómico / a un cúmulo de polvo y escombros” (Aviones). Juega el poeta a confrontar conceptos que son antitéticos y ponerlos a la luz: “A la guerra se llega como al amor, / con más miedos y estupor que certezas, / con incertidumbres entre los dedos, / ausencias, fantasmas, destrozos” (Noche en Coonoor); “Traicionar como forma de perpetuar / una existencia de harakiri sin dolor, / la aventura como anestesia ingrata” (Fred Aykroyd). Sentencia: “Uno desarrolla la habilidad para ser / simultáneamente, herida y cicatriz, / hoguera y cenizas, poema y silencio” (Lluvia y charcos).

La técnica tiene mucho de musical, repitiendo versos como se repiten melodías en una composición: Va repitiendo versos “Porque nada bueno puede resultar de tanto infierno. / Nada bello nace del estómago de una granada”. A nadie debe extrañar que entre las referencias convivan el malogrado Jeff Buckley junto a Joan Margarit o al inmenso W. Whitman.

“Es noche cerrada y un soldado describe

que todo es un inmenso vestigio

de todos los instantes que arrastran,

que la historia es una colección de sustratos

que reflejan todas las guerras” (El gran basurero)

La segunda sección, Debrus / La basura, desde el principio, retoma el nuevo concepto de spam como basura, que, al fin y al cabo, componen los sustratos de los que acaba de hablar: “El resto: / un cúmulo de accidentes y colisiones, / el caos que inventa, de forma caprichosa y casual, / la partícula primigenia, el carbono, los planetas. / La vida”. El spam son ahora los despojos: “La civilización, esa gran paradoja. / El progreso: inventan artefactos / que nos hagan mejores que la civilización anterior. / Y destruirla con ellos. / Y destruirnos con ellos”; “Todo lo que un día fue promesa de algo / hay amenaza con caernos encima / y exterminarnos”. Paradoja es la palabra que vertebra este poemario, “Envoltura plata de basura espacial / para esta existencia Ferrero Rocher”.

Hijos de la lluvia / Anamnesis y desperfectos es el título de la sección más confesional del volumen: “No he subido aquí para olvidar. / Solo quiero saldar mis cuentas” (El desván). Retomando imágenes de las secciones anteriores, los recuerdos pueden asolar como las bombas sobre los edificios: “Es como tú, / cuando me cansé / de verte iluminada / a intervalos fugaces / y tu luz se volvió inquietante” (Una farola de luz intermitente). Las bombas de la batalla son reflejo de los conflictos emocionales: “vivir en son de paz, me decías. / Y lanzabas tus bombas de fin de semana / al rincón huraño del sofá que yo habitaba” (Son de paz). Y la basura espacial de la civilización ultramoderna no es sino otra manera de hablar de los conflictos de pareja: “El síndrome de Kessler –pensaba yo– / también sería aplicable a nosotros: «a más cantidad de basura, mayor / probabilidad de impacto y frecuencia»” (Síndrome de Kessler).

El poeta encarna el tono elegíaco pero sin nostalgia: “Abrazarnos fuerte no nos hizo entrar / en calor Ya apenas nos quedaban / latidos, fuerza, clavos ardiendo” (Verano I [poema para el invierno]); “y vimos morir el pronombre: / besábamos a dos desconocidos / y la guerra terminaba ahí” (Noche en Madrid). Son momentos decisivos, movimientos tácticos de un continuo bombardeo que fuerza las trincheras a saltar por los aires: “Cuídate de mí, / de los silencios que guardo, / de los infiernos que habito, / de las sombras y el crepitar / de mis entrañas” (Cuídate de mí). Una visión deshecha del propio poeta: “Infierno soy yo del fantasma de todas las camas / que he habitado y quemado sin ti” (Todos los cuerpos).

Se transita por paisajes poco hospitalarios, intemperies urbanas dentro de las paredes de lo que pudo ser un hogar: “Hay polígonos industriales en desuso / con más vida que lo nuestro /…/ Ahora ya puedo pisotear estrellas / en los charcos abisales de ayer, / cerrar los bares, vencer la alborada, / dormir la resaca en los parques. / Ya no eres habitación, solo periferia. / Periferia, anamnesis. Todo está bien” (Periferia). Pero no lo está. Perseguir, en todo caso el segundo premio, como dirían Los Planetas: “y el dolor como objetivo, / la venganza como forma de vida” (El papel y las bombas); “Para ti la culpa, / para mí la culpabilidad /../ Cuando una guerra termina / siempre hay uno que se rinde / y otro que se desmorona./ Para ti los amigos y el calor / del tabaco, los abrazos y las calles, /para mí la distancia y la nieve, / la nostalgia, el alcohol, los poemas” (Reparto).

El leitmotiv hace girar al principio este desgarro interior y volver la esencia de lo que debió ser alimento y confort y acaba como basura que puede matar: “Algo hay de harakiri en este / buscar tan adentro el poema /…/ (tú) ahí, en mitad de mi olvido. / Spam. Eres puro spam” (Spam). Un libro duro y honesto, complejo en estructura y con una madurez poética importante.

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