martes, 9 de mayo de 2023

Reseña de Julia Bellido: ‘Desobediente’. Poesía Garvm. 2023

 DESOBEDIENTE. BELLIDO, JULIA. Libro en papel. 9788409478095 Librería La  Luna Nueva

Reseña de Julia Bellido: ‘Desobediente’. Poesía Garvm. 2023

Quizás el mejor libro de esta poeta exquisita que sabe como pocos recrear lo minúsculo del paisaje. Aquí también demuestra la rebeldía y la decisión de ser una misma frente al mundo. No es baladí que comience con una cita de Thoreau: “En lo accidental hay un cierto grado de perfección que nunca logras de manera consciente”. La rebeldía de Julia Bellido es la respuesta a la imposición convencional: “Mis padres me prohibieron ser feliz. // Aquella era la norma indiscutible / para así no alterar el orden de la casa. / Todo estaba en su sitio, / y también la tristeza / estaba allí, donde debía estar” (Desobediente).

La autonomía, los sabemos, cobra sus víctimas, guarda sus heridas: “Siempre fui un animal independiente. // Y todos se empeñaron en que fuera / un bicho de costumbre. /…/ (Aquella cicatriz / aún permanece intacta)” (Un animal independiente). Y la visión no es solo personal en cuanto individuo, va más allá: “Toda mujer es un lugar en llamas / donde arden también / otras muchas mujeres. // Esas que no pudieron lograr contar su historia / por culpa de algún hombre” (On fire).

El lirismo que contienen siempre los versos de Julia Bellido se emplean aquí para describir de manera efectiva los interiores del sentimiento: “y quien es quien destroza los hierbajos del tiempo y me deja la flor / atendida y desnuda en la superficie” (Medicina). Un desgarro intenso que va atravesando la huella: “Sangrar también significa embestir / con las fauces del vientre / y el fiero desatino de la lengua. /…/ Sangrar es repetir una / y otra vez / el mundo” (Ser dese donde). La cualidad atenta de la poeta recorre con lucidez este sufrimiento: “Oigo a las crías bramar desde el fondo del nido /…/ Lentamente les dejo / consumirse en su llanto, / abrigarse entre ellas / y darse picotazos /…/ Sus alas crecerán / o morirán de hambre” (Días sin culpa).

“Y no aprendí a tejer sino a matar” (Penelope fiction)

Sin una habitación propia retoma la aspiración de Virginia Woolf para insertar la desobediencia a partir del oficio de poeta. Dice, “yo lo escribía todo” (Sin una habitación propia). Y en su experiencia constata que “La palabra es un fuego / que quema la garganta / cuando muere en los labios / o deja de escribirse // Cuando nadie la escucha también quema” (Sobre las palabras); y que “El verbo es el cariño / y el principio de todos los caminos /…/ Creo en esa palabra que se escapa / del vacío insondable de la muerte / u que sigue latiendo / porque no hay quien la calle” (Credo). Una obsesión que sana el dolor: “El poema es hoy / un pájaro que tiembla / en una aguja líquida de pino” (Las horas, las olas, las alas).

Se abordan otros temas para ser desobediente, como el miedo (“Es justo lo que hay / entre mi miedo y yo / y el tiempo que me queda”, Para que tú lo entiendas) o el silencio (“El silencio no existe, / tan solo su deseo”, Shhhh…). Son pequeños momentos que se van transcribiendo en la piel: “me voy yendo de mí mientras escribo” (Suspendida en lengua). Son los momentos del deseo (“La mirada es un nudo. / Un nudo hecho de luz”, Algoritmo) y de su ausencia: “Qué fácil es morirse / y fugarse sin una despedida. // Sin una explicación, sin un motivo. // Pienso y regreso y suelto el aire / dejándome ascender / sin poner resistencia / hasta la superficie” (Me han llamado Virginia).

La siguiente sección, Canción triste de Ariadna, desplaza la mirada conscientemente; “He limpiado mis llagas / y he colocado al fin / unas sábanas blancas / sobre un mero colchón” (Canción triste de Ariadna). Sopesan los versos el sufrimiento que acarrea la desobediencia (“En tu cuerpo se aloja / todo el dolor del mundo”, Óseo) y recrea en la nostalgia lo que no se perdió porque nunca estuvo: “Nos miramos / desde ese fondo gris de nuestra vida / y atisban a ver por un segundo / el reflejo intocable de ese amor / que no se concibió para nosotros” (Olhâo [o meu amor primeiro]).

Con el poema Cosmic Consciousness se inicia una sección con ese título mucho más reflexiva, con citas de José Mateos, Muñoz Rojas o Benítez Ariza. En ella surgen los grandes interrogantes: “No sé qué significa / encontrarse a sí mismo” (Cosmic consciouness); “El instinto animal es inocente. / No comprende la insensatez humana” (Inocencia animal); “Pero el tiempo no corre, // tan solo se hace a un lado / para dejarme paso” (Tríptico en la Laguna de Medina); “Vuelve a morir un día, / o eso es lo que dice el horizonte / porque realmente / soy yo / la que se está muriendo”.

Predomina un estado de sencillez y la humildad: “No puedo imaginar / que soy algo más / que una brizna de hierba” (Con Withman); “Todo parece obvio. Miro el mar // exactamente igual / que el resto de turistas” (Torre quebrada). Se funde la poeta con el paisaje, “que tiene más de mí que donde vivo”. Aspira a fundirse con él, confiesa: “Quiero ser, con el tiempo, / imperceptible. // Ni siquiera un recuerdo o una sombra /…/ Y al fondo del espejo / encontrar solo bruma” (Con el tiempo). Aboga por una visión templada, donde desaparezca el pathos, de aceptación del destino, porque “Al final del camino no hay camino. // Ni puntos suspensivos / al final de la historia” (Gravedad). Y ya sabemos que la trascendencia es una quimera: “Mis palabras no harán / que cambie nada. // Ni dejarán mis pasos huella alguna” (Testamento).

“Escribir es tener

conciencia del vacío

La palabra que arde en el cedazo

brillará entre las otras

 

que caerá al suelo y morirá

 

en la tierra baldía” (Oficio de la luz)

Este es un poemario descarnado y a la vez sereno, donde la atención al detalle está en la mirada y en la cuidada elección de las palabras, los paisajes y los ritmos. Se encuentra a medio camino de la reflexión de Virginia Woolf y el amor por la vida y la aceptación estoica de Whitman.

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