viernes, 26 de mayo de 2023

Reseña de Julia Navas: ‘Simulacro’. Canalla Ediciones. 2019

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Simulacro es el poemario de consagración de Julia Navas tras Confieso que he perdido el miedo (Hades, 2015) y Ombligos y universos (Canalla, 2016). Luego llegó el emocionante Zapatos sin cordones (Chamán, 2022). Como narradora disfrutamos con Esperando a Darian (Hades, 2014) y ¿Qué hay en una habitación vacía? (Canalla, 2018). Comienza con un poema prólogo de Carmen del Río Bravo: “Llevamos muchos años cantando, bailando /al son que toca / contra el son que toca /escondiendo fortalezas / mostrando debilidades /escondiendo debilidades /mostrando fortalezas”.

Julia Navas expresa la necesidad de abandonar las máscaras y descubrir el simulacro: “Me he alimentado de semillas / de autoengaño y mordidas en el  vientre” (Autoengaño); “No es resignación ni autocomplacencia. / En este camino que puede ser / la tercera parte del círculo de mi vida” (La tercera parte de una vida). Asumir las propias debilidades (“Quizás debería pedir perdón / por haberme sentido tan amada”, Distorsión; “Repara mis rotos y descosidos /…/ No quiero hilvanes, / ser cobijo de una noche / ni remiendo triste / en la rodilla de tu pantalón”, Costuras), mientras exige esa entrega real en los afectos: “Si alguna vez has querido saber de mí / solo tenías que preguntar. / No podía mostrarme tal cual soy, / desnudarme, abastecer tu curiosidad / en el primer gesto” (Adivina); “que cada embestida nos funda / en la oquedad del lecho” (Tu dominio). En esto consiste la centralidad del simulacro: “Palabras que son actos, / no simulacros, / salidas de emergencia / ni puertas en escena” (Hay palabras).

Otros personajes van apareciendo entre los versos, especialmente la familia, como Alicia (“Y tú / con casi dos décadas en tus manos, / aún no has dado tus primeros pasos / y sigues pidiendo / que te acoja en mi regazo”, Animales) o los padres.

La característica que Julia Navas va resaltando como un letimotiv es la autenticidad: “¡Soy una mujer primitiva / entregada a una danza hipnótica / ritual y desbocada” (Prehistoria); “Esta es la historia más real / que he conocido: / un hombre y una mujer, / una pasión capaz de alimentarse / con un solo beso” (Real). Y lo hace frente a la necesidad de la máscara cotidiana. Avisa, “Esto es un simulacro. / Esa no es mi voz” (Mi voz).

Hay mucho sufrimiento en estos versos: “Ser cárcel de aire, / de lluvia resbalando por sus barrotes” (Jaula vacía); “Hoy me he despertado / con ganas de casi todo y miedo de casi nada. / Con la única certeza / de que la noche llegará” (Luz de primavera); “La vida es demasiado corta, / el ring demasiado pequeño” (Travesuras); “Y si vas a darme la medida de mi dolor, / calla” (Grietas). Algunos detalles muy personales son muy significativos: “¿Quiero ser mi pie izquierdo, / erosionar tus tapas a la par que las mías?”; “Me gusta esta cojera, / elegir quién me dirige / y, a la vez, mover sus hilos” (Cruce de conexiones). Las exigencias tan comunes que afectan a la vida de una mujer: “Qué abandona / para ser una súper mamá, / una escritora no mediocre, / una mujer independiente, / una amiga disponible, / una amante a tiempo completo” (Cien mujeres).

Contrasta con la necesidad de supervivencia y el coraje de vivir: “Tengo un jardín propio / que produce la ración de belleza / necesaria para cada día” (Jardín); “Los versos son los vasos comunicantes / que dan sentido a lo que soy” (Anverso y reverso). En esa voluntad hay un claro compromiso emocional y social: “Hubiera dado todo por cambiar mi hastío / a cambio de su esperanza” (Desarraigo). En la obra de Julia Navas conviven poemas confesionales (Querer) frente a otros políticos (La otra seducción): “Si pensáramos en la certeza que es morir, / todos seríamos suicidas”; “Seres de espinas que apuntan al interior. / Para no ver la sangre de otros / se hieren manos, / vientre, ojos / y a menudo se suicidan” (Autolesiones).

Entre los poemas confesionales hay mucha introspección: “Y, / me temo, / nunca / seremos felices” (Pasado y futuro indefinido); “No hay mirada atrás cuando el dolor / viaja en una vida que cabe en una sola maleta” (Norte y Sur); “Hubo días en los que quise ser tanto / y solo alcancé a ser breve”. Hay lamento y lucha: “Me estoy vaciando de poesía” (La quietud);  “Cuántas razones necesito para seguir. / Miro mis manos, / cuento mis dedos uno a uno y no me basta. // Necesito tus manos / para seguir enumerando” (Manos).

Simulacro es un poemario extenso donde caben los recovecos y la lucidez: “En el espejismo del amor / todo son afinidades. / Buscamos en los bolsillos traseros / restos de otros” (Restos). Y en ese mundo de imágenes falsas, Julia Nava se pregunta “Dónde esté la dignidad del abandono” (Humillación). Nos deja una sensación intensa de lirismo y melancolía que acumula las debilidades y fortalezas que citaba el prólogo, lo necesario para vivir y sobreponerse: “Ese sol de otoño que no calienta. / Y tú con tu ropa y tu corazón de verano / que te niegas a abandonar” (Frío).

 

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