El roteño Juan Antonio González Ruiz-Henestrosa nos entrega su mejor libro de relatos. Abogado de profesión y orgulloso de su herencia del terruño. Ha colaborado con relatos y poemas en diversas publicaciones y en obras colectivas como Historias de Canfranc (2019) y La noche que reímos peligrosamente (2020). Es autor de Historias de una casapuerta (2015) y Recovecos (2018), donde se mezclaban pequeños textos en prosa y poemas.
En estos 26 relatos encontramos personajes muy definidos, que luchan contra adversidades y, sobre todo contra las apariencias. Algunos de ellos pertenecen a la sociología de un pueblo a la orilla del mar que comparte con una base norteamericana desde que alcanza la memoria. Pongamos por caso a Joselito el Trasperlista, el conserje del colegio Luis Ponce de León.
Montiel de Arnáiz, en el prólogo, acierta a calificar de cinematográficos los relatos. Pie a ello da la propia portada donde se dibuja una pantalla de un cine vacío. También es cinematográfica la manera de narrar, ocultándonos detalles que distraerían del nudo principal, mostrando el foco sobre la acción, ágil, y a veces, tramposa para que nos embelesemos en los entresijos de las indecisiones y dudas de los protagonistas. Da pie también el primer relato, Un prefacio cinematográfico, situado gracias a Doce hombres sin piedad de Lumet. También refiere el prologuista el ambiente noir con aromas a jazz. No hay impostura, cada uno de los elementos tiene sentido propio en cada relato. Y si es necesario cambiar el vinilo para que Mark Knopfler con su bandana pellizque las cuerdas de la guitara en un solo interminable, será porque es imprescindible para sumergirnos en la trama.
Por aquellos días, cuando entró por primera vez por las puertas del mercado, Steven ya no era Steven, sino Jesús. María la Tormento y él se casaron en la Iglesia de la O. La abuela Jacinta estaba sentada en su mecedora. En primera línea para que viera a su nieta cómo decía el sí quiero. Ese día, la Tormento iba radiante, vestida de blanco con un velo que no le ocultaba el rostro, pero sí alguna lágrima que caía por su mejilla. (Un café largo americano)
Juan Antonio González nos avisa de que las realidades ciertas no siempre lo son, “y si en otro instante cree estar ante una historia de ficción, no olvide que la realidad disfrazada de surrealismo está presente en nuestro día a día”, nos advierte al principio del volumen.
Muchos de los ambientes nos son reconocibles a los que hemos transitado por estas calles, pero no podemos dejar de estar alerta. Esa familiaridad puede jugar en nuestra contra y en un plot twist, quedarnos compuestos. Otros ambientes sueñan con localizaciones más internacionales
París, 5 de agosto de 1982
Mike Nash apuró la última gota de jalifa. Era la segunda copa y aunque tenía el cuerpo acostumbrado a regar sus bacanales gastronómicas de generosos jerezanos, con el estómago vacío corría el peligro de que el alcohol subiera más pronto que tarde a la cabeza. Los invitados habían comenzado a abandonar la fiesta y el personal de servicio se apresuraba por retirar los restos del evento. El embajador miró a Mike, levantó levemente su vaso de wiski y con su ceja Brézhnev le hizo una señal zapaterana para que entrara en su despacho. (Los proscritos de la clase 62)
Los relatos de El día menos pensado tienen una conexión innegable con los de Mendicutti, especialmente por la cualidad de situar los personajes en situaciones complicadas donde la ironía y la sonrisa están parejas a la incomodidad por la empatía que sentimos por ellos. En general son relatos de extensión relativamente reducida, que van al grano de manera concisa y directa pero sin llegar al microrrelato, lo que da pie al autor a tener estructuras no simplonas y personajes más complejos. Aunque el conflicto principal está muy claro también nos asomamos a ramificaciones muy interesantes, pistas que nos llevan a engrandecer las connotaciones y las personalidades.
Juan Antonio González no busca el impacto efectista, sino la efectividad, por eso juega con giros inesperados, finales sorprendentes y, de vez en cuando, un mensaje profundo que se revela en pocas palabras. No suele sermonearnos con lecciones morales, aunque, como ya advertíamos desde el principio, el juego entre realidad y ficción es uno de los leitmotiv del volumen. Que nos sirva de consejo.
Eso sí, el estilo de cada uno de los relatos tiene personalidad propia. Tiene temáticas variadas y por eso los ambientes e incluso el estilo es variado. Unos son más costumbristas, otros juegan más con lo fantástico, lo humorístico, lo dramático y, sobre todo con lo surrealista que la realidad puede ser.
Cada madrugada, los maniquíes bailan un tango en las tiendas de todo a un euro, mientras los trasnochadores se detienen frente a los escaparates se detienen frente a los escaparates para echarles unos céntimos y que no se detengan hasta el amanecer. (Apariencias)
Muchísimas gracias por tus palabras, mi apreciado amigo de letras. Un fuerte abrazo
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