La revista dirigida por Isabel Marina se está consolidando número a número tanto en el abanico de colaboraciones como en la intensidad de las mismas. Comienza, como es marca de la casa con un artículo del psicólogo clínico Andrés Calvo Kalch sobre las bondades para la calma de la poesía.
Uno de los platos fuertes es la revisitación de Víctor Botas por José Luna Borge. Después de un breve pero completo repaso a la trayectoria del malogrado poeta, se ofrece una selección de poemas donde comprobamos la vigencia su lírica, llena de intensidad y encabalgamientos: “Pero de qué me valen todos ellos / si a mi rosa de júbilo y de espanto / la separan de mí, como la fiera, / espacio y tiempo y ritos y temores” (Retórica).
Marcos Tramón recupera la intrahistoria de la Tertulia Óliver, desde los primeros pasos de la mano de José Luis García Martín hasta las últimas versiones internacionales online (me enorgullece haber asistido en una ocasión a una de ellas y quedarme un tanto abrumado por el ambiente y la lucidez de las aportaciones). Una verdadera escuela de poetas, sostiene el autor, para el arte y para la vida.
La parte central de la revista la ocupan poemas de Francisco Alba (“Me sabía tu cuerpo de memoria, cuerpo que se escapaba entre mis manos”); Lurdes Álvarez (“Entá nun conocía la palabra impotencia pa nomar/ lo inevitable de la vida el dolor / de la muerte”); Francisco Asenjo (“Esa chica fantástica / de belleza hiperbólica / con poderes magnéticos / que desvelan tu incógnito”); Julia Bellido (“Me deslicé en el agua / dejándome llenar como una red / de palabras de amor, todas aquellas / palabras que jamás supe decirme”); Eva Beriain Estevez (Pero es mi única defensa, / ante la vida, padre, / ahora que no estás”, Fotografía); Nicolás Corraliza (“Bordado de caricias. El lenguaje del afecto es nuestro ajuar”); Azucena Couso Pérez (“Quiero ver tu pared, / el último reducto del pecado/…/ y amar tu corazón como a mí misma”).
Continúa Juan Carlos Crespo González (“Nadie elige lo visto, / es el viaje, / pinta paisajes y retratos / de vida fragmentada”); Amanda Granda Rodríguez (“Una sonrisa aguarda / En la garganta, / Pero no nació todavía quien”); Aida Masip (“Nada tiene ya sentido / Son rotos. Palabras huecas. /¿Alguien las quiere?”); Vicente Muñoz Álvarez (“ lo que pudimos / haber hecho / y no hicimos // son lo que somos”); Mario Pérez Antolin (“En lo profundo, se guarda el cofre que contiene los secretos indetectables”); Juan Saldaña Alonso (“Pero por la noche volveré a escribir, / a soñarte al soñar / y a ponerme alas”) y concluye Martín Torregrosa López (“quisiera cerrar los ojos, regresar / y rectificar / si hubiera algo que rectificar /…/ Desistir nunca será una fórmula viable”).
En las reseñas Jesús Cárdenas se ocupa de Nadie nos cuida en el sueño (Pre-Textos), de Cristóbal Domínguez Durán. Un servidor da cuenta del espléndido Oscura hierba (Sonámbulos), de Mónica Doña. Ricardo Virtanen reseña el último volumen de José Luis Morante, Nadar en seco (Isla Negra, Cátedra). Termina el volumen con la revisión de María Taibo de la segunda edición de El misterio de la felicidad (Renacimiento), de Miguel d’Ors.
Esperamos con ilusión el próximo número de invierno que seguro nos dará cobijo.
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