Debut poético que ha merecido el I Premio Internacional de poesía Joven Ángel Guinda. 2023. María Martín tiene estudios de Filología Hispánica y comenzó a escribir a muy temprana edad. Ha participado en pequeñas antologías literarias con DiversidadLiteraria, ACEN Editorial, Nautilus Ediciones o la Herradura Oxidada, así como algunas revistas y premios literarios. Hay que resaltar en Deshabitar el cuerpo su capacidad para reflejar experiencias poco comunes en poetas jóvenes que asoman a la vida a la par que a los poemas.
Ovum es la primera parte, tanto en el sentido cronológico como conceptual: “sobre la oscuridad de tu vientre / baila una sombra exiliada / por la nada” (Silencio embrionario). María Martín comienza una búsqueda que es casi un retorno: “Precipitarme por la oquedad / de tus grietas, / fecundar el páramo/ y buscar una raíz / a la que aferrarme” (Oquedades). Una exploración del cobijo frente a la intemperie: “Cierro los ojos para anidar / en esta patria oscura / de lo invisible” (Nidación); “Encontraré siempre en tu cobijo, / esa isla que me guarde” (Ecosistema). Quizás este ovum es el inicio, a modo de big bang de la historia que parte en este poemario: “¿Quién nos recordará / de qué pólvora estamos hechos / tras la detonación?” (La media del cordón umbilical).
Más que una experimentación con el lenguaje o un intento de novelería forzada, la autora prefiere ahondar en el origen y recurre a términos más clásicos. Por ejemplo, en la segunda parte, Trazos en la tierra, no renuncia a términos no propiamente líricos, como Microscopios: “Si uno mira de cerca / verá a un instante convertirse en poesía: / un lenguaje que es semilla del argot, / donde surge la memoria”. La tierra es el origen de la identidad como heredera de un linaje que aporta sentido, con poemas a la familia, abuelos, padres…: “Mi memoria tiene el sabor de la historia, / la textura de un lienzo en blanco /mostrando el paisaje de la vida / sobre mi piel” (Mirador de infancia). Unos trazos que vuelven a la infancia: “Quisiera ver pasar de nuevo / mi tren de infancia” (Las manos del cierzo); “Fuimos dos niñas / con su tiempo / a la deriva” (Fotogramas a la deriva). Una identidad, vemos, cuestionada: “Siempre he temido a los espejos, / una voz sale de ellos /…/ No me reconozco” (Autorreflexión).
Devorar el cuerpo aumenta la intensidad emocional, de una forma casi visceral (“El cuerpo se hace tormenta / en la espesura intransitable / de piel”). Es el elemento vertebrador más potente: “Acorrala / hiere / mutila // las palabras” (La palabra perdida); “Hay niñas dormidas a las que el mundo / no alimenta sus cuerpos con hambre”. María Martín opta por la contención emocional y la concisión verbal, aprovechando la connotación de cada uno de los términos que pueblan sus versos: “Soy cárcel de seda / bajo los pétalos del lodo, / esqueleto sepultado en el vacío / de una tráquea que no reconoce / mi nombre” (Silueta enjaulada); “Me asfixio, / el tiempo patrulla mi cuerpo / y se disuelve entre silencios” (Camisa de fuerza).
Consigue, pues una voz personal, asimilando sus influencias que incluyen algunos elementos del surrealismo y el simbolismo (“Una imagen asoma desde lo desconocido / y escupe tienta sobre las ruinas de mi herida”, Retrato atemporal), lejos del realismo sucio de muchos de sus coetáneos, pero sin perder contundencia: “Me aterra salir de la grieta que hiere / la quietud de los años robados, / donde el único arraigo es andar / bajo el pozo que nos abriga” (Inframuros); “La cárcel que me habita / se inflama con el dedo índice / de tus palabras” (Detonación).
Sostener el vuelo es la última sección en la que se desarrolla la conclusión de este cuestionamiento de la identidad y los recuerdos: “Escarbo con versos / los escombros de la memoria” (Los teoremas del desastre); “No sé de dónde viene / la brisa que me empuja, / el temporal que se extingue / y despierta esos versos vivos, / donde se deshace la hambruna” (Apremio de un aleteo). La poeta se define a través de los versos más allá del oficio: “Algunos poemas, como este, / arropan las raíces del hambre / y abrazan las espigas bajo tierra” (Puntos cardinales). Como recoge en Vendrán las sombras: “Escribo para vaciarme las entrañas / de lo que he visto / y no puedo nombrar”.
“No enciendo la luz mientras escribo
para que pueda erosionar el lenguaje
desde las sombras” (Poética de la sustracción)
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