miércoles, 19 de junio de 2024

Reseña de Lilián Pallares: ‘Bestial’. Olifante. Papeles de Trasmoz. 2019

 Bestial: 277 (Olifante) : Pallares, Lilian: Amazon.es: Libros


Lilián Pallares nació en Barranquilla (Colombia). Es licenciada en Periodismo y Producción audiovisual con especialidad en guiones. En 1999 ganó en Barranquilla el concurso de Poesía inédita de la Universidad del Norte. En el 2020 le fue otorgada la beca para artistas visuales del Centro de Residencias Artísticas Matadero Madero por su proyecto Juegos al sol, sobre infancia, juego y espacio público. Fue seleccionada entre los diez mejores escritores jóvenes de latinoamérica por About.com, New York, 2011. Es fundadora y directora junto con el artista neozelandés Charles Olsen del juego póetico Palabras Prestadas y de la productora audiovisual artística y literaria  AntenaBlue. Destaca la pasión por sus raíces afro. Parte de su labor consiste en fusionar poesía con la narración oral, la danza y los tambores afrocolombianos. Ha publicado los libros Ciudad Sonámbula (Aldevara, 2010), Voces Mudas (Fundación Progreso y Cultura/ TwentyFourSeven, 2011), Pájaro, vértigo (Huerga y Fierro, 2014) y este que nos ocupa, Bestial (Papeles de Trasmoz, Olifante ediciones de poesía, 2019).

Otro de los puntos de interés para su proyecto poético es la conexión con lo más exuberante, lo más animal, desechando las máscaras de la sociedad y los clichés estereotipados. El primer apartado de este poemario se titula Primitiva y recorre los adjetivos más atávicos de su propia naturaleza: “Hembra de fulminante poder, / diosa de las cavernas, / bajo tu hechizo arde la noche” (Clarividencia). Se habla del deseo, de lo corporal, de la expresión más inmediata: “Desnúdate, ofrécele tu cuerpo, que se alimenta de la libido / y bebe del calor de tus aguas” (Catarsis). Porque esa animalidad se concentra en el deseo precisamente: “De la jaula ha salido la fiera / al devorarla la he amado” (Felina).

Continúa en Carnal la descripción de las ansias y el amor: “De repente amanezco en una oscuridad / que no es mía, con el labio mordido / y un olor salado en el cuerpo” (Pez peleador); “Amarnos sin planear la próxima venganza” (Aguardiente). Los versos de Lilián Pallares rebosan sensualidad multiforme y directa: “Ansias de sudor sobre tu cuerpo indómito / y con el corazón en llamas gritarte a la cara: / engreído, cabrón, / polvo indigno de mi orgasmo” (Historia de amor). Pero no es una simple poesía erótica, hay una voluntad detrás de libertad: “Soy libre bajo las siguientes condiciones: / cuando quiero amar amo” (Libre).

Viperina sería el siguiente (des)calificativo que toma con orgullo: “Muerdo mi lengua para no hablar, / entre los dientes sangran las palabras. / Prefiero pronunciarlas, / servirlas en bandeja / para que saboreen poco a poco su veneno” (Viperina); “Esto que vas a leer te habrá sucedido antes. / Ciertos días estuviste observando la escena / y pensaste ‘podía haber sido yo’” (Advertencia). La dureza de estos versos es derminación: “Mi ataúd y yo somos inseparables, / nos une el vacío” (Mi ataúd); “Cuando estés con la conciencia clara y el corazón liviano / escúchate morir” (Mensaje de principiantes). Sin prisioneros.

Por último, la última insignia es la de Insurrecta: “Veo llorar a la niña que fui. / Está esperando en la cocina a que su madre llegue, / mientras borracho su padre escucha rancheras” (Compasión). Despliega la esperanza, el último reducto rebelde, la insolencia que se hace versos como quien recuerda el plan de ataque: “Quiero ser vaca, / nacer, crear, morir como una vaca. / Ser alimento, leche tibia, diosa hembra venerada por el toro, Gran Matrona del Universo /…/ Quiero ser animal sagrado, musa fértil, / emperatriz de la vía láctea / vivir al otro lado del tiempo, / ser vaca y nada más” (Emperatriz de la Vía Láctea).

A pesar de todas las adversidades, “Tu voz me hablaba, / yo a ciegas la seguía, / como quien persigue un astro / en la soledad del desierto” (Tu voz). Todas las vicisitudes que conforman el background y que acaban por definir a uno, los recuerdos que dan identidad: “La cama sigue en el lugar de siempre, / con las sábanas listas / sobre lo que tranquilamente muere mi madre” (Desidia). La poeta actualiza la memoria familiar casi como un drama filmado: “La noche irrumpe en la casa. / Tiene sed /…/ A continuación entre al cuarto de mi padre muerto / y llora echada sobre su cama. /…/ Por último se acerca a la pieza donde duermo / y en cuestión de segundo mata su sed conmigo” (Sedienta). En Bestial lo doméstico se hibrida con lo salvaje siempre agazapado.

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