"Mejor ser profundamente superficial que superficialmente profundo", Ramón Eder (Ironías)
miércoles, 10 de febrero de 2016
Reseña de Luis Acebes, Corte a sección de mi vida con un cuchillo blanco de plástico. Ediciones En Huida. 2015
Luis Acebes lleva dedicándose desde los noventa al mundo de la publicidad, y se nota en su actitud poética. Ha publicado dos libros de poesía, Música ligera y Explosiones nucleares en una caja de zapatos. También practica el relato, Los días del mundo. Decimos que se nota su actividad en la publicidad por el afán de sorprender que destilan sus escritos, todo una declaración de intenciones. En este intenso volumen, Luis Acebes reflexiona sobre el propio yo, sobre la vida como una “catálogo de dolores y sensaciones que produce la experiencia”.
Una “épica de futbolín” (42) para dar cuentas de una existencia, en especial de angustia y desconcierto; escribir como investigación introspectiva: “Escribimos para encontrar el centro” (65) La mayoría de los poemas están en primera persona, casi exclusivamente mirándose a sí mismo (aunque tome personajes como Ludovico Roncali) con una mirada algo pesimista e irónica: “Yo soy mal ejemplo para otoño” (25). A veces hay un tú (poemas 26 o 29) y los dedicados a Alba, Nuria y Mireia, que forman, por supuesto parte de su propio universo.
El estilo de Luis Acebes se basa en una especie de surrealismo, un ir y venir de campos semánticos, jugando, con acierto, a sorprender al lector, provocar su desestabilización y, de esa forma, inocularle sus reflexiones sobre la vida, los objetos y las penas: “Se miró al espejo y pensó: mi corazón tiene escaleras y da a un prado” (7)
Las influencias explícitas, Milton, Yeats, Pessoa y Kavafis dejan paso a un estilo propio muy cercano al de J. Carlos Mestre. Su poética se puede resumir
“El sentido común
no lee poesía, solo
informes, contratos
letras tan pequeñas
como huevas de alfiler
anidadas en el alma” (62)
Este poemario libérrimo en cuando a la forma, con verso y prosa. Presenta una clara voluntad de ruptura, e provocación desde el propio título. Esta iconoclasia de las palabras es un programa poético consciente y efectivo:
“No es una selva, solo
la teatralización de un pensamiento
pero no poesía” (41)
“Probé una isla,
sentimientos anaranjados
y animales de esqueleto dulce existiendo para mí” (4)
Sin embargo no hace alarde de tecnologías y nombres contemporáneos para demostrar lo vanguardista que podría llegar a ser, prefiere reposar en la cultura más clásica: Héctor, Proust, San Juan de la Cruz, Santa Teresa, Bruegel en dos ocasiones (6 y 26) y sobre todo del barroco, Couperin, Tiziano... con debilidad por Bach. Sin embargo, y muy raramente, hay cultura más contemporánea, como esa cita al grupo escocés The Waterboys (“a journey under the skin”, 63) . La referencia a unas gafas 3D (64) y pájaros holográficos combinan perfectamente con Bach (64)
La identidad como problema es uno de los ejes principales del poemario: (7, 8, 19, 20, 33) por ejemplo desdoblándose con "El que me habita" (22):
“Hay días que lo soy
pero no me lo creo” (3)
Paralelamente, el miedo y el dolor aparecen como motivos preferidos. Los poemas dejan un cierto regusto a tristeza y desamparo, una desorientación aceptada después de la queja.
“El dolor es meticuloso. Te encierra
en una botella horizontal
y te observa” (59)
“Tomé prestada otra cabeza
y muebles imaginarios
…
Nada cambio” (4)
“La tristeza solo tiene un ojo” (30)
Puede llegar a ser tierno hablando con dios por medio de un envase de yogur y un hilo (52) y deja espacio para la sensualidad y el amor (29, 51). La mirada del poeta se fija en los detalles, que sirven de punto de partida para la reflexión, pero no intenta diseccionarlos con bisturí, sino con un cuchillo blanco de plástico, no busca la precisión y la verdad científica de un análisis de personalidad, sino la cotidianidad del yo.
Aunque hay una clara preferencia por el tiempo presente, Luis Acebes vuelve su mirada hacia el pasado. el tiempo en su incertidumbre se cuela en los recuerdos (15, 23, 28) y afecta a la creación del yo (34, 45, 48). Ese conjunto de recuerdos que “cabe, de mala gana / en una mano cerrada” (15), o en un “sobre de sopa” (20), “mi tierra prometida / cabe en un macetero” (62).
“Los armarios de la memoria
rechinan al abrirse solos
y mandan eseoseses planos
que acaban muriendo
en la interrogante
soledad del mar” (12)
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