domingo, 2 de abril de 2017

Cómo hacer cosas con palabras



A mediados de los cincuenta, el lingüista John L. Austin acertó a proponer que no siempre los enunciados sirven para describir la realidad, a veces podemos hacer cosas con las palabras. No es lo mismo decir “la ventana es verde” que “te prometo que lo haré”. En este segundo caso, por el mero hecho de pronunciar las palabras estamos prometiendo. A este tipo de enunciados los llamó enunciados performativos. Así podemos jurar, amenazar, incluso absolver los pecados o casar a una pareja. Decían antiguamente que las palabras no hieren, pero está claro que se puede delinquir por ellas. Así lo ha decidido la Audiencia Nacional con respecto a Cassandra, una tuitera que se dedicó a repetir chistes sobre el atentado de ETA al almirante y probable sucesor de Franco, Luis Carrero Blanco.
Al parecer, ni el fiscal, ni el instructor, ni el tribunal advierten diferencia entre un chiste y la humillación a las víctimas. Más de uno se ha acordado de la escena de la lapidación en la película La vida de Brian, cuando acaban apedreando al sacerdote que leía la acusación de blasfemia por ser blasfemo también. Quizás deberían haber estudiado más los actos del habla y saber distinguir cuándo se está bromeando y cuando se tiene intención de hacer escarnio, buscar el dolor o amenazar. Es la libertad de expresión lo que está en juego.
Más adelante, el propio Austin, Searle y otros lingüistas, aceptaron que no siempre los enunciados son tan claros. Con el ejemplo que ponía mi maestro Emmánuel Lizcano, si yo digo: “hace frío” a alguien que está junto a una ventana abierta, no estoy poniendo en palabras una realidad constatable, estoy pidiendo de una manera amable que cierre la ventana. No son actos enunciativos todos los que parecen tales. Por eso en las películas de mafiosos, los malos no amenazan, simplemente, “enuncian las consecuencias” de no pagar al sindicato del crimen por la seguridad.
Y es por eso por lo que el dichoso autobús no enunciaba inocentemente las cualidades biológicas de niños y niñas, su intención era performativa, se trataba de excluir la transexualidad e insistir en un modelo heterosexual para los seres humanos. Algunas autoridades así lo entendieron y prohibieron la marcha del autobús, pero a ninguna se le ha ocurrido imponer penas de privación de libertad, ni siquiera multas. Yo me conformaría si también se le denegara la calificación de utilidad pública a la organización. La libertad de expresión es poder proponer algo en la arena pública y exponerte a que te critiquen los demás.
Tampoco es un enunciado constatativo una pintada de Falange en la sede de Podemos. Sí lo hubiera sido quizás, en un periódico, o en una red social. “La Falange presente” sirve como amenaza por el contexto donde ha sido realizada la pintada. Estamos rayando la libertad de expresión al lindar con la amenaza subyacente.
A la teoría de los actos del habla respondía el sociólogo Pierre Bourdieu. No basta con decir “os declaro marido y mujer” para que una pareja esté casada. Quien pronuncia el enunciado debe estar investido de la autoridad para hacerlo y en el contexto y la intencionalidad para tal: un juzgado o una iglesia en la ceremonia correspondiente. Un minuto antes en la misma sala, con los mismos actores, no tendría la misma validez. Tiene que hacerse conforme a los códigos adecuados. Por eso no es lo mismo contar un chiste con los judíos como tema que repetirlos para argumentar sobre la teoría del humor. Volvemos a blasfemia de La vida de Brian.
En el caso de la tuitera es difícil hallar la intención de humillar a las víctimas en general, sobre todo si comparamos unos chistes anticuados con las declaraciones que suelen o solían hacer los protagonistas de ciertos actos de la izquierda abertzale, o las barbaridades que se pueden leer en los foros de las noticias referentes a las víctimas de la guerra civil. Tampoco se ha caracterizado Cassandra por una actividad cercana a la banda terrorista, más bien, cerca del humor negro y de la ironía extrema. Ni siquiera su público era tan amplio como para que se corriera el peligro de que sus comentarios abonaran un sentimiento de desprecio casi-hegemónico, como el que pueden recabar los chistes sobre mariquitas o gangosos.
Cuando escuché la noticia supuse que los abogados apelarían, pero por lo visto no confían en una absolución total futura, se conforman con modular la multa y la inhabilitación. La cuestión es muy grave. Y no creo que se trate, como dicen algunos, de que las unidades dedicadas a la lucha antiterrorista tengan que cubrir su expediente y por eso investiguen a todo dios. De la treintena de condenas por enaltecimiento de terrorismo, algunas sí que tienen más pinta de amenazas que otras. En este caso, no.
Quienes ven en Cassandra a alguien despreciable, con mal gusto, incluso que tengan prejuicios por su transexualidad, no deben olvidar que los razonamientos no se basan en cuestiones ad hominem: por muy desagradable que sea un cantante, un famoso, un político, si no ha cometido delito, no va a la cárcel. No se aumenta la pena de su delito por su desfachatez o su vocabulario procaz, o su mal gusto al vestir. Me gustaría saber quién ve un peligro para la democracia unos chistes que llevan rondando desde 1973, o quién se ha sentido humillado al respecto. No llegan a 20 tuits repartidos en varias ocasiones, eso no es ni una mísera campaña de desprestigio. Hay quien pretende justificar la desproporcionada pena porque ella misma se lo ha buscado, por intentar hacerse famosa. ¿Qué clase de razonamiento moral es ese? ¿Podemos entonces multar y encarcelar a cualquiera que cometa una infracción si va a un talent show? Cassandra tenía la intención de prepararse las oposiciones para profesora de secundaria, que tendrá que posponer por la condena. ¿Debo también descalificar a los profesores amantes de los toros, a los beatos, a los futboleros porque van a inculcar unos valores distintos a los míos? El que en el mismo centro puedan convivir béticos irredentos, con capillitas, con hippies, con fanáticos del orden y conversos al emprendimiento es lo que hace grande a la escuela pública. Todas las voces están, y todas intentando enseñar matemáticas, ciencias sociales, economía, educación física o plástica.
La burla, el escarnio o la humillación son cuestiones en las que influye mucho el contexto y quién las hace. El humor negro sabe que lo que dice está mal y es una barbaridad, cuenta con la desaprobación de la audiencia y pretende incomodarla, mientras que el que hace chistes de tartamudos suele esperar comprensión por parte de sus oyentes. Una burla de un alumno a escondidas a un profesor es lo normal. Una burla de un profesor en público a un alumno es una humillación que no se debe permitir. El escarnio hacia los discapacitados puede ser disculpable en una reunión de amigos, nunca en una ley o en un documento oficial. Son montones, desgraciadamente, los políticos que se han permitido frases machistas, y ahí siguen. Luego dicen que la inquisición está en el feminismo y la ideología de género. Pues que yo sepa, el feminismo no ha metido en la cárcel a algunos alcaldes ni los ha inhabilitado para cargos públicos.
Actos de habla y libertad de expresión. Avisamos estamos.

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo, en el que vas dando cumplido razonamiento de las consecuencias de determinadas actuaciones. Desde mi punto de vista y pese a que considero los tuits de esta chica de mal gusto, la condena es del todo desproporcionada, pero estamos viviendo situaciones, a todos los niveles, cuyo tratamiento es desproporcionado a lo mucho o a lo poco. Estamos siendo observadores de cómo delincuentes que han robado a las instituciones públicas, no son juzgados, y si lo son, son puestos en libertad con fianza o incluso sin ella. Tómese como ejemplo el caso "Noos", y también muchos más macrojuicios, con causas que se alargan en el tiempo y cuyos delitos prescriben, curiosamente, con lo que los encausados o investigados, salen a la calle sin más. En definitiva, esta joven ha sido chivo expiatorio, algo que es terriblemente triste, pero tal y como están las cosas es mejor no tocar temas sobre los que existe tanta sensibilización social como las víctimas del terrorismo. Esa es mi humilde opinión.

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  2. Tienes toda la razón, esta condena disparatada indigna mucho más cuando vemos la laxitud con la que se tratan asuntos mucho más graves que nos atañen a todos. Sólo sirve, creo, para que algunos se sientan a gusto con las persecuciones y tengan donde agarrarse a una justicia cada día más injusta.

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