“Qué muerte más
mala si no te miran”
(La fuerza del amor)
Lo primero que llama la atención
de este peculiar volumen es que no es singular, es un libro doble, se compone
de dos libros, con sus dos portadas, sus dos inicios y sus dos finales, aunque
solo Relatos
sin asunto lleva numeración en sus páginas.
Mariano
Hernández de Ossorno, Mariano H de Ossorno, Mariano Hernández Ossorno, incluso
Efraím de Nola o Mariano de Hossorno, como ha querido firmar en esta ocasión,
es un granadino que se fue a vivir a la Villa y Corte y desarrolló a lo largo
de los años una serie de hermosas cualidades, que incluyen la edición de la
revista de poesía experimental Perdura;
la publicación un libro de poemas, Usos
del diccionario; la inspiración para tañer el sitar, la investigación sobre
los sucesos de Fuenteobejuna y, sobre todo, la amistad, fruto de la cual llegó
el imprescindible y bellísimo Ensayo
general para un ballet anarquista, junto a nuestro añorado Luis Castro
Nogueira. Bajo el seudónimo de Efraím de Nola publicó Cosas de niños. Mantiene proyectos como la Biblioteca
Desfavorable, blog donde va subiendo a la red sus archivos como poeta
visual, artista plástico. Otros textos se encuentran en Favorable-Madrid-Poema.
Lo
primero que encontramos en la página –sea cual sea el inicio que escojamos– es
una fotografía y un aviso: “Jamás he escrito un libro de poemas / que fuese un
auténtico libro de poemas”. Bajo ese lema nos introducimos en este laberinto.
Los Relatos
sin asunto están planteados en una especie de conversación con citas
que discurren en paralelo al relato principal. La estupefacción, el absurdo –no
en vano, el primer relato se titula Las
transformaciones de Franz Kafka–, que no hay que procurarlo, sino dejar que
se desvele entre las líneas de los textos.
“–Maestro, ¿qué es la
espiritualidad?
–No seas impertinente, chaval.” (La Lengua del Tercer Reich)
Lo
mismo cita a K. Marx –aunque no para darle la razón– como historias del lejano
oriente, Agamben, Cage, Rulfo, Juan Carlos Rodríguez. La influencia de
Monterroso, de Borges (Aleph) y
Cortázar (Los últimos días de Federico en
Granada) es patente igual que su conexión con Chicho Sánchez Ferlosio. La
otra gran figura de referencia es el Juan
de Mairena de Antonio Machado.
Cuenta
Mariano de Hossorno como el sabio que, desde la edad, conoce todos los
secretos, incluso cuando ignora algunos detalles de sus personajes y aparecen
lagunas en sus historias. Abunda la socarronería, mucho mirar a pie de calle a
las gradas de la cultura: “Anoche me encontré en un gracioso apuro. Mis padres
y mis hermanos fueron al liceo, el servicio aprovechó para ir a ver a Lola
Flores” (Las dos españas, dueto de
Antonio Machado y Jaime Gil de Biedma). Entre sus recursos, disfrutamos con
los saltos de tiempo, el apropiacionismo (como de las canciones populares) y la
ironía. Le gusta jugar con las formas de habla jugando con el tono y el
amaneramiento de los 50 y salta del lenguaje bíblico a voces más procaces y
rudas: “Necesito una picha en condiciones –voceaba la muy bruta de la Agustina”
(Agustina en el barrio de La Chana). Como
Tinto Brass, deja mostrar cierta obsesión por el trasero: La condena, La equivocación,
Tema para un rap. Se sumerge en el
saber popular, lo cotidiano y las múltiples conciencias, lo imaginario (ay,
Castoriadis), los cuentos infantiles, los personajes clásicos (Los regresos de Ulises), el inconsciente
colectivo, donde se unen Cenicienta con el Führer.
“Pero me quedé con el blanco para
pintarme de hombre invisible y así poder seguir a su lado, estando sin que me
viera” (Las historias breves de Mimesita)
Las
personalidades y los roles se trastocan (En
fin, las mujeres), se pervierten las intenciones (Congreso internacional para la defensa de la cultura). Se dedica a
descontextualizar y recontextualizar (El
eufemismo más grande jamás contado). Un motivo de asombro es cuando Mariano
de Hossorno encuentra los ejemplos paralelos (Las construcciones de la Guerra Civil, España 1936-2016) o contrapone
filosofía y la abstracción de la cita frente
al ejemplo mundano (Arte final). Entre
sus líneas asistimos a lo cotidiano fantástico (Performance en la calle Mesones), que no realismo mágico. El uso
del surrealismo, a veces, puede ser muy rocambolesco (Una historia natural y moral de los alimentos). Su ánimo lúdico le
lleva a tomar prestados textos ajenos con la misma frescura con la que juega
con la autorreferencia (Las portadas, Historia
de la bibliografía española)
Algunos textos
tienen la forma de microrrelatos: (Lo
natural acontece siempre), otros son más bien reflexiones: “Una vez al
menos, en el sueño de un hombre cualquiera, aparece él mismo mejorado” (Teorema del factor correctivo de la
identidad), “El tedio de vivir si el vivir durara eternamente” (Susanita y los Viejos). Otros son poemas
(La Artista del fin del mundo).
“A
veces las palabras carecen de la piedad conveniente a su causa” (Arte poética)
Los
asuntos que me ocuparon el tiempo, el otro libro incluido en el volumen
tiene el aspecto de diario, pequeños poemas en prosa y verso con un aliento más
largo:
“Por ello, si aun cuando se dice
que la escritura es insuficiente y un deslizarse, además, por las laderas
resbalosas del infierno, se continúe escribiendo como si nada” (6 de junio. Anotaciones sin margen para la escritura)
De una belleza
sublime, lo que en el libro de relatos era explícito (por ejemplo, las
referencias filosóficas), ahora es asumido en la riqueza de las connotaciones:
“Así como al día lo dividen el
día y la noche en dos mitades de proporciones inexactas, así el tiempo, todo el
tiempo en el que el día se inscribe, no es sino la mitad de su tiempo: aquello
que se recuerda o aquello otro ya olvidado” (27 de mayo. Aún resta la mitad del tiempo).
Las imágenes
de estos poemas pueden ser oníricas, antiguas (la nieve, como para su amigo
José Carlos Rosales)[1],
siempre muy poderosas (“Pues los pájaros saben qué secretos guardan el silencio
de los hombres”, 27 de julio. El afán de
los menesterosos). Advertimos en estos textos esa melancolía, esa filosofía
(“El nuevo mundo, dicen, es un para siempre diario. / Y gratis, además, como la
muerte”, 15 de julio. Cruzando la
siguiente frontera), esa observación de lo habitual, la perplejidad de lo
que acontece.
“Extraño material el de las sombras
incorruptibles al tacto, tan lejos
de las manos como del corazón,
que las llamaríamos
carne recatada, tamiz del aire” (18 de junio. Perífrasis de la apariencia, se
ha de ver)
Mariano
de Hossorno nos hace un regalo delicado a veces, brutal otras, siempre sabio,
acercándonos a su universo particular, lleno de vida, atento a todo lo que
acontece en el mundo de la vida y en el mundo de los libros, un diálogo
estimulante y muy hermoso al que nos asomamos maravillados de una inteligencia
tan perspicaz como llena de vida y de disfrute.
“Aguarda. Aguárdale todo el
tiempo del mundo y él igual te estará eternamente agradecido, hasta el punto de
no pensar en la vida en otra cosa que en llegar junto a ti y besarte luego las
mejillas, suavemente.
cuando te alcance” (Tras los días del verano)
[1] porque
“La voluntad del frío, ciertamente, es mayor que la voluntad del hombre” (29 de
mayo. Afinidades entre el agua y el fuego)
Las reseñas de todos y cada uno de los libros con la que nos deleitas se convierten, al menos para mí, en obligada lectura. Tomo nota.
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