Con el prólogo de Pedro López Lara, este desesperado amante de la poesía, licenciado en Medicina presenta su nuevo poemario tras Sed de amor (1979); Nominación a tientas (1993) y A mi indebido tiempo (2017). En Papel es una obra que emana una intensidad poética profunda, hilvanando los temas de la memoria, el olvido, la muerte, el amor y la existencia en un tapiz de imágenes barrocas y resonancias emocionales no exentas de ironía: “Caigo a escribirme luego / no sé por qué ni sé hasta quién: resumo /…/ con la renuncia de mi propio nombre, / resuelto en nombres que me son ajenos” (Abrir la puerta). El libro se divide en tres grandes secciones: Del Poeta, De mí, de ti y Palabra y tiempo, cada una como un acto en una obra teatral donde la voz lírica transita desde lo introspectivo hasta lo existencial. En cada verso se siente la lucha del autor por entenderse a sí mismo a través de sus palabras y sus silencios.
En esta primera parte, Malo Macaya reflexiona sobre la labor del poeta, cargando sus palabras de ironía y melancolía. En poemas como El poeta “El olvido, en principio, lo desdeña, / ya a su fin, la memoria lo resalta. // Si un poema, evitable, lo destruye, / al menos hay un verso que se salva”. Aquí, la escritura no es un acto consciente o utilitario, sino un impulso vital que busca trascender el olvido: “Callarás para siempre en su inepto propósito / y será, sin enmienda, solo papel cansado” (Palidecer alburas); “Escribo porque sí. / Escribo por lo visto” (Escribo). La figura del poeta se erige como un mediador entre lo tangible y lo inefable, alguien que, a pesar de la inutilidad percibida de sus esfuerzos, encuentra consuelo en el acto creativo.
La segunda sección es un diálogo íntimo, un canto al amor, a la pérdida y a las conexiones humanas, tejidas con un lenguaje que oscila entre lo cotidiano y lo sublime. Jugando al escondite encapsula el diálogo del autor consigo mismo: “Sigo jugando / al escondite con mi propia sombra”. Esta lucha interna resuena con una búsqueda de identidad y redención a través del amor y el recuerdo. “Antes que mi palabra alcanzara tu lengua, / has de saber que un nombre / ya te supo en la suya: / yo era aquel olvidado para siempre en sus verso” (Antes que mi palabra). El poema A mi madre eleva lo personal a lo universal, con imágenes delicadas y etéreas: “Voy a ver a mi madre / que me mira y me espera / en las nubes con ángeles”. Aquí, Malo Macaya muestra su habilidad para transformar un sentimiento privado en una experiencia compartida, una conexión que trasciende la mortalidad. En el resto de la sección, es un diálogo para que la poesía sea el nexo íntimo de unión: “Aquí aguado tu voz y aquí te espero / para decirte, amor, cosas comunes / y versos nuevos” (De ti y de mi); “Contigo vivo por morir contento” (Escribo para ti y por ti).
Por otro lado, en Confuso, el autor captura la ironía de los días que se mezclan en la monotonía: “Hay domingos que mueren en domingo, / fingen cara de lunes y empeora”. Esta capacidad para observar lo aparentemente banal con un ojo poético es una de las fortalezas del libro: “Y no creer es fe / en todo lo que niño sigo siendo” (Tal vez). Juega Malo Macaya con una especie particular de barroquismo en forma y fondo: “La lluvia, sin poeta, es un agua caída” (Llueve tan). Con la desilusión propia del barroco español: “¿Para qué más poemas / si no vas a leerlos?” (Un recuerdo); “En esta luz de marzo, solo y lejos, / estoy llorando nombres que me faltan” (Desde mi balcón).
“¿Para qué
huir de quien no era
a quien jamás podría ser tú mismo?
La sombra es todo tuya
y sombra es todo” (Es toda tuya)
Palabra y tiempo, última parte del libro explora la relación entre el lenguaje, el tiempo y la mortalidad. En Medianoche, la imagen de alguien escondido en los versos representa la persistencia del recuerdo y la lucha por dejar una huella: “Al final del pasillo alguien se esconde / en los versos que escribo, se levanta” (Medianoche). El poema Insomnio dialoga con el lector de forma directa: “¿Alguien me está leyendo en esta noche? / Ignoro quién y presupongo nadie”. Aquí, el poeta reconoce la soledad inherente de la creación artística, pero también la esperanza de que sus palabras encuentren resonancia en algún lugar, en algún tiempo.
La presencia del tiempo y su paso ineludible otorga un peso trágico a estos versos: “Ignoro, nada sé, / quizás sea solo / la convicción de un sueño que pasea / en busca de respuestas redentoras / por los silencios puros de la noche” (Insomnio). El poema Dios inocente y descreído cierra con una sentencia devastadora: “Y la palabra únicamente / en la sentencia que nos queda: / La Eternidad cumplida para / saber que no hemos sido nunca”. Esta reflexión encapsula la filosofía del libro: una lucha constante contra la fugacidad de la vida y el poder ambiguo de la palabra.
El lenguaje de Malo Macaya está marcado por poetas como Antonio Machado, Luis Cernuda, Pedro Salinas o Gimferrer –también canciones como las de Elton John–. Sus metáforas son elaboradas y densas, obligando al lector a detenerse y saborear cada palabra. Al mismo tiempo, la obra está impregnada de ironía, como si el autor se burlara de sí mismo y del acto de escribir, mientras lo celebra. En cambio, hay un mood en muchos poemas de pesadumbre: “Cuando dormir no es despertar de un sueño” (2020).
En En Papel, Malo Macaya no ofrece respuestas fáciles ni consuelo, pero sí un viaje poético cargado de preguntas esenciales. Este libro es una obra que se relee y se desentraña lentamente, dejando al lector con una sensación agridulce: el consuelo de la belleza y el peso de la incertidumbre. “Olvidan los días que mejor nos portamos. / Pocas veces nos vemos en los versos mejores /…/ Las palabras más tristes prevalecen / y nos dejan atónitos contemplando los días / sin poder contenerlos en un poema nuevo”.; “Cuando el resto es un casi, / el penúltimo esfuerzo por sabernos si sopar /…/ Ya la soga del tiempo va apretando su nudo” (Cuando ya poco importa). En un ejercicio de humildad machadiana, culmina el poemario con un solemne: “Os dejo, solamente, cuanto aquí me leéis” (Repetirse callar).
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