José María Moreno Carrascal, Pepe Moreno, como yo lo he conocido, nació en Huesca y estuvo trabajando como profesor en Estados Unidos, Inglaterra y España, donde me dio clases de inglés. Mis recuerdos, y los de tantos otros, de Pepe en el Instituto de Rota merecerían una reflexión aparte. De él aprendí varias cuestiones importantes, y no sólo del idioma. A él, por casualidad del destino, fue quien enseñé mi primera publicación en el Pliego de Poesía, cuando apenas llegaba a los 18 años. Paralelamente estuvo en aquellos años, sin que yo tuviera ni idea, realizando traducciones de D.H. Lawrence (como en Cuadernos de Cera), a quien dedicó su tesis doctoral, Wallace Stevens, John Updike, Nabokov o Bukowski. Fueron apareciendo poemas en distintas revistas hasta que en 2010 ganó el accésit del II Premio de Poesía de la Fundación Ecoem. Es pues, un poeta de aparición madura. Actualmente ejerce de profesor en la Universidad de Villanova (EEUU).
Recoge este volumen el XXVII Premio Unicaja de Poesía. La primera característica que llama la atención del estilo del autor es su variedad tanto temática como de metros y rimas. Usa con libertad los ritmos, estróficos o no. Variedad en sus geografías (Estados Unidos, Italia, España...) o en el uso del inglés en algunos textos (Skid Row, por ejemplo).
Entre las influencias, evidentemente están las de DH Lawrence, del que ha sido traductor y estudioso, y muy especialmente de Felipe Benítez Reyes, pero también Salvatore Quuasimodo o Edgar Allan Poe (La Tregua). De Lawrence toma, por ejemplo, los Pansies o pequeñas composiciones poéticas (pansies son las flores a las que en España se les denomina pensamientos) . La reinterpretación de las influencias es apreciable en el cariz casi de aforismo que toman los haikus.
El recurso a esta dualidad de paisajes, que resultan tanto cartográficos (insistente certificación del lugar donde fueron concebidos algunos poemas) como personales, de ahí que resulte tan apropiado el título de Los Reinos Diminutos, le sirve a José María Moreno para mostrar un contrapunto vital. Esta tendencia ya estaba clara en su primer poemario, Los jardines de hielo (Siltolá, 2010). Aparecen unos haikus orientales (los Spanish Haikus) y los North Atlantic Haikus. Estados Unidos tiene Nueva Orleans o Nueva York, España, la costa gaditana, aunque reconozca que, en el fondo, son las mismas geografías (Latitud y tiempo). En esta dicotomía también sitúa temas clásicos como el ubi sunt en Vendedor de Tamales. Los paisajes alejados en el tiempo y en el espacio (EEUU/España) aparecen como trasposiciones de la infancia propia y ajena frente al paso del tiempo, distancia lingüística y de mentalidad, tiempos reales e imaginarios...
“(Esta doble visión una real, la otra soñada;
es decir, las dos verdaderas (...)” (Diciembre y el mar)
Que no hace sino refrendar a sentencia de Wallace Stevens: la poesía es la realidad. Tener la certeza de que a través de las palabras se puede saltar la empalizada que nos recluye en la dulce, apasionante, difícil cárcel de las convenciones y el lenguaje. Que el deambular entre los continentes te acerca a hombres que sufren como nosotros, que los sufrimientos nos acompañan y moldean.
Poemas notables como Luz de abismo, que cierra el volumen insisten en la inevitabilidad del sufrimiento: “Acepta el misterio del dolor / y salvarás tu cuerpo del abismo” , o “La estela poderosa que deja el sufrimiento / marca el camino que has de recorrer junto a los otros” (Camino juntos)
Poeta maduro y tardío, con un exquisito y depurado tratamiento de las palabras, describiendo minuciosamente pequeños gestos, como la cometa de un niño. Utilizando la ironía sin agresividad, alternando diferentes recursos y metros. Diferentes paisajes, voces contrastadas, variedad y, a la vez coherencia, fruto de una experiencia vital y literaria que ha alcanzado un punto de serenidad y cordura.
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