Pulsaciones es una antología personal con prólogo de
Rosario Troncoso quien, acertadamente, resalta los elementos esenciales de la
poesía de José Luis Morante: la identidad, el tiempo (que también marca su otra
faceta de historiador), y las presencia del Otro. Como nos confiesa en la nota
final el propio Morante: “Las hebras habituales de mi trabajo poético: la
temporalidad, las verdades cotidianas del clima relacional, el sujeto en su
búsqueda de señales identitarias o las pérdidas que alumbran la evocación
elegíaca”.
El volumen está ordenado según la aparición
de los poemarios, desde Rotonda con
estatuas (1990) y Enemigo Leal
(1999) hasta Ninguna parte (2013).
Además, se completa con una serie de inéditos escritos desde 2012 al verano de
2016. Las cualidades y la influencia de Morante como crítico y como poeta están
fuera de toda duda. Un poeta meticuloso y certero, que duda con prudencia de
las apariencias y advierte que la complejidad de lo real comienza con uno
mismo, que se mira en un espejo poliédrico y ofrece una serie de Heterónimos, una inmensa multitud, como
diría Whitman. “Aun generalizando, todos cabemos dentro / de la especie
enemigo” (Tipología).
Frente
a los falsos profetas que prometen el conocimiento sin dudas, y los sociólogos
que admiran Manhattan desde lo alto del World Trade Center, mirando lo
cotidiano como quien tiene la certeza hacia las hormigas,
“Prácticos en las aguas de la sabiduría,
sortean los escollos del vivir cotidiano
con pericia admirable
y su certero rumbo siempre describe puerto” (El reino de los mansos)
Frente
a quienes saben nadar y guardar la ropa: “porque limpios de culpa / hacen
posible / que otros arrojen la primera piedra” (El reino de los mansos).
Cuando
subtitula el volumen ‘una antología personal’, efectivamente ese es el tono
básico que predomina en el periplo. Abundan, especialmente en la primera parte,
los poemas personales, que no necesariamente biográficos. Es indudable que hay
algunas ocasiones en las que la autobiografía inicia un poema y es su
trasfondo, que quizás nos perdamos la anécdota explicativa, José Luis Morante
es un poeta pudoroso y, para hablar de sí mismo –que es hablar de cada uno de
nosotros–, toma la máscara y aparenta la primera persona (Heterónimos): “También soy yo / por la fidelidad a sus
contradicciones / … / Tanta dulce mentira esconde a otro” (Autobiografía). Siempre encontramos el sabio discurrir de quien
sabe alzarse por encima de las rencillas con lo cotidiano y ofrecernos en sus
versos un escaparate de belleza y buen tino.
“El arte de vivir los lunes
requiere cierta práctica y algo de teoría,
saber de estrategias y confabulaciones
y adjetivar la prosa cotidiana
con una terca voluntad de estilo” (El arte de vivir los lunes)
Necesario
es el ingenio de quien sabe que se debe vivir entre los inhóspito y los
enemigos, y sabe cómo el río fluye sigiloso por el llano, evitando las rocas,
“el aliento feliz de lo caduco” (Una
calle vacía), manteniendo la coherencia y la cordura. Aunque no es el único
enfoque (Postal nocturna) y se posa
su mirada por otros lugares y personajes (extranjeros, nómadas,
francotiradores). Una mirada al pasado “en turbadoras noches de andar lento /
que perdonaban los confesionarios” (Vita
nuova), o en el magnífico Pabellón de
usos múltiples. Centra la mirada Morante en un objeto, un edificio, una
fotografía entendiéndolos como artefactos para revisar la memoria, adivinar el
porvenir, acallar una ilusión, lamentar un fracaso, admirar la eternidad de la
belleza: “Aceptar como un juego que la vida / es una sucesión aleatoria de
cusas y efectos / sobre las dunas de la realidad” (Causas y efectos).
Los poemas escogidos de cada libro
traducen una coherencia temática y estilística y se recrean en los elementos
preferidos del autor, como el viaje (en tiempo y espacio), el tren, lo que
sugiere: “Estoy tranquilo. Leo. Guardo fuerzas. / Reclino certidumbres en
silencio. / Prolongamos un viaje circular, / peregrinajes que nunca terminan.”
(Viaje circular), para “Celebrar el
momento del regreso” (Propósitos). Entre
sus referencias está muy presente la luz: “el peso de la luz” (Teoría del sueño), “el temblor de la
luz” (Aquí), el insomnio (“deshabitar
insomnios”, Insomnio). Cierra e
volumen con un poema, España, tema inusual
hasta cierto punto en la poética de José Luis Morante.
Uno de los asuntos que aparecen de vez en
cuando entre sus poemas –como en sus diarios, sus aforismos o sus críticas–, es
la actividad poética misma: “el martirio feliz de otro poema” (Funcionario poeta). En este sentido, se
advierten influencias del Felipe Benítez Reyes más borgiano (Homenajes, Un país lejano). Igual que homenajes a Luis García Montero (Vista cansada): “No sé cuánto de mí le
pertenece” (Sujeto escindido).
En algunos versos se trasluce su oficio
de aforista, poemas cortos, versos certeros, que no lacónicos: “Sé que soy
mientras busco” (Alcantarillas). Una de sus investigaciones incide en la
propia identidad, no exenta de ironía y distanciamiento, “Soy un tedio vulgar
lleno de libros” (Resaca), una especie
de autobiografía machadiana, “soy un muerto ejemplar / no merece la pena
suicidarse” (Resaca), “Mi reclusión
carece de secretos” (Aquí); “Soy un
tronco reseco / sin frágil despertar del brote nuevo. / Pertenezco al incendio
y a las termitas, / al callado lenguaje / de la disolución” (Al margen), como el olmo seco de
Machado. La presencia del miedo también es patente, como en el poema de ese
título, El miedo, o en otros: “Soy de
nuevo la ruta imprevisible / el vuelo migratorio / de otros miedos (Dejo el miedo), “Que tu miedo y tu frío
/ –falsos techos de niebla– / sean leve rumor desdibujado / que se gestó una
noche; / nunca fue fácil conciliar el sueño” (Pacto); como también la nueva situación referida a la jubilación:
“Quedó el tiempo, / migajas de otro pan que huele a moho” (Jubilación). Púdico a la hora de mostrar sentimientos, mucho más
que la poesía llamada de la experiencia –por mucho que estos se escondieran
bajo un disfraz poético–, tenemos aquí otra excelente manera de recrearnos en
los versos de un poeta esencial.
“No sé nada de ti, pero me
absorbe
este juego inocente de
modelar tu ser.
Transmigro cualidades y
actitudes,
deposito palabras
que te definen cuando las
pronuncias,
condescendiendo con
algunas manías;
respeto los precintos
que deciden el paso a tus
zonas ocultas;
te dejo los sentidos en
alerta;
me hago y deshago en ti.
Me siento un dios menor
que en esta creación cobra
sentido.
Es urgente que tú pongas el soplo” (Identidad)
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