miércoles, 11 de julio de 2018

La vida secreta de las contraseñas. Reseña de Sergio Moreno: ‘#30 Tweets de amor y una publicación desesperada’. Renacimiento, 2017. Prólogo de José Mateos.


Hace algunos años me preguntaba cuánto tiempo –si alguna vez lo hacía– tardarían las nuevas tecnologías de la información (TIC) en aparecer en el imaginario romántico de las canciones de amor. Igual que se había convertido en un topos el teléfono, un verdadero género en la canción de amor, estaba al tanto de la aparición de correos electrónicos, messenger, redes sociales, tweets… en este contexto. Y aquí aparece la obra del joven jerezano Sergio Moreno, al que conocí colaborando con Voladas a través de los textos y con una viñeta que sirvió para la portada de una plaquette.
                El riesgo es, sin duda, superar la boutade y hacer una entrega poética de calidad más allá de lo novedoso del formato. Hay que esquivar el peligro de sublimar lo de “el medio es el mensaje”, y lograr que hablen de ti no porque hayas utilizado –o no solo porque lo hayas utilizado– un entorno novedoso. Un medio, por otra parte, en el que la juventud parece encontrarse a gusto, como se comprueba en las lecturas de poemas a las que llegan cargados con su smartphone, leyendo en sus diminutas pantallas, lo que, a los que sufrimos de presbicia, nos parece algo asombroso. No es este, sin embargo, uno de esos artefactos empalagosos y de escaso oficio poético que figuran por las redes –esto es, los que son figurones.
                El guiño a Pablo Neruda continúa con las citas que abren el volumen. Los poemas se conciben como una serie de tweets que comienzan a las 6:10, cuando asistimos a la presentación de la trama: “#DesdeLaCama / enfoco el telescopio de mi facebook / para observar la vida de la gente // Hay todo un universo / gravitando en la palma de mi mano”. La irrupción de la segunda vida digital en las relaciones, en el propio desenvolvimiento del protagonista, su ser-ahí-en-el-mundo, es uno de los puntos básicos. A estas alturas no hablamos ya de nativos digitales, ni siquiera nos apuntamos al bando apocalíptico sobre las nuevas tecnologías, esas que procuran un mundo líquido, un miedo líquido, un amor líquido. “Encadenado al móvil / mientras la vida vuela / y se me escapa” no es más terrible que aquella cita de John Lennon que definía la vida como aquello que se pasa mientras estamos ocupados con otras cosas. Es una asunción natural sobre la que Sergio Moreno ha puesto el foco, no como una experiencia excepcional o estrafalaria, sino, en un primer momento, con la conciencia de la cotidianeidad: “reclamando un rescate / con mis whatsapps de amor embotellado”.
                La técnica es, sin embargo, muy cinematográfica, de factura clásica, concretamente. Una situación con un plano general, para luego pasar al primer plano, el amor: “entristezco de golpe / al sentir que es más fácil levantarse / si no estás a mi lado”. Una jornada, tan particular –o tan poco particular–, como se quiera: “#Comienzo el día tecleando claves, / marcando contraseñas, / soñándome importante. / Aunque sé que sin ti / todas mis letras pierden su sentido”. Continúa la secuencia con un trávelin: “#LasCalles están llenas de fantasmas, / de sombras silenciosas que no saben // cómo salir del mundo / que se oculta detrás de las pantallas”
El ecosistema digital es uno de los grandes protagonistas, una nueva caverna, si se prefiere: “#ElMundo necesita una sonrisa, / un beso que le cale hasta los huesos, / una palabra a tiempo, una caricia. // Una dosis mortal de sentimiento”, nos advierte, en un estilo muy becqueriano, Sergio Moreno. Unas veces, asume los lugares de encuentros con un tinte casi de meme: “Sabes que volverás. Pero no se acostumbra a tus ausencias”, otras, bordea el límite de ser demasiado obvio: “#PorDecirTeQuiero / no necesito / usar ciento cuarenta caracteres. // El amor / no se cuenta en likes ni hashtags, / se pulsa con la letra del instante”.
Voluntariamente, el mundo es observado en estos poemas cortísimos tras el cristal de la ingeniería informática de andar por casa: “#AunVeo el viejo olivo / inundando de sombras el portal / de mis abuelos. // Hoy no es más que un poema // guardado en Word / dentro de un disco duro”. Así el mundo, así el amor: “#LaTardeCae, / sutil, / como un te quiero en la pantalla”.
Van pasando las horas en esta especie online de Ulysses joyciano en 140 caracteres. Y caben las reflexiones (“La vida es un contrato / que nunca ofrece suficientes gigas”, “#JuntoALaEntrada / abandonas tu máscara: / el móvil, el abrigo, la cartera…”) lo mismo que se dejan rienda abierta a los sentimientos: “#Miro tus ojos / leer lo que te he escrito. // Al sentir que te nombro me sonríes. // Para mis versos / no existe mejor crítica / que esa sonrisa”.
El universo digital es para Sergio Moreno el ecosistema y el paisaje de la historia de amor; también puede servir de herramientas para desarrollar la historia de amor; y, un magma metafórico de donde ir elaborando imágenes: “La única conexión que necesito / es la que me mantiene / en línea con tus besos”. Rizando el rizo, pueden entreverarse estos usos cuando el mundo digital se enfrenta a la red: “#Desconectado. / Cuando apagas la luz / me siento libre. // Me abrigo con tu piel / cuerpo con cuerpo. / Y el mundo se me olvida entre tus brazos”.
Los poemas finales ponen el último punto de la jornada para dar paso a la publicación desesperada. El poemario termina con revolviéndose contra la resignación de asumir el mundo digital como el único posible, reivindicando, ya decimos, sin apocalipsis, el mundo y las relaciones fuera de las pantallas, recobrando, en cierta manera, la inocencia anterior al 2.0:
“Hoy mis letras asaltan tu pantalla
(…)
Necesito vivir, abrir los ojos,
romper la red, volver a la pureza,
nadar en libertad
como los peces.”

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