Mucho se habla en estos días
sobre la economía del lenguaje. No porque haya llegado el fanatismo hacia la
gramática, sino porque es una de las maneras más cobardes de evitar el lenguaje
inclusivo. Me gustaría insistir que lenguaje inclusivo no es la duplicación del
masculino y del femenino, es mucho más. Por ejemplo, en lugar de decir el
“Hombre”, podemos decir el “ser humano”. De esta forma, aunque el sustantivo
sea masculino, la expresión engloba al varón y a la mujer.
El
papel de la Real Academia de la Lengua es poco menos que vergonzoso y mucho más
ridículo quienes comparten artículos en los que la RAE prohíbe el uso de la
duplicación. Como ha repetido muchas veces esta vetusta institución, la
Academia no puede prohibir. Se debe limitar a constatar el uso. Lo que pasa es
que solo recuerda que no prohíbe cuando se trata de eliminar o modificar
acepciones denigrantes en su diccionario, y deja que pensemos que prohíbe
cuando desaconseja utilizar el lenguaje inclusivo. Y en estos casos suelo
preguntarme si no se podrá decir ya en los actos oficiales aquello de “Señoras
y señores”.
Darío
Villanueva ha vuelto a repetir el argumento de la economía del lenguaje para
negarse a estudiar una modificación de la redacción de la Constitución que
proponía la ministra Calvo. En realidad, las constituciones están llenas de
expresiones que están lo más lejos posible de la economía del lenguaje. Y es
lógico, tienen que ser muy precisos en la redacción para evitar malentendidos.
Sin embargo, hay veces que se lo saltan a la torera. Por ejemplo, en la
Declaración de Independencia de los Estados Unidos se comienza diciendo: “Sostenemos como evidentes
en sí mismas estas
verdades”. Si fueran evidentes no haría falta
sostenerlas ni ponerlas por escrito. Todos entendemos el porqué de este inicio
que vulnera, si acaso levemente, la economía del lenguaje[1].
El artículo 2 de nuestra Constitución
es un atentado contra la economía del lenguaje: “La Constitución se
fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e
indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la
autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad
entre todas ellas”. Por ejemplo, en el neologismo “nacionalidades”, cuando ya
estaban “región” o “nación”. Lo más llamativo es que para contrarrestar las
expresiones referidas a la autonomía, se utilizan ocho expresiones reforzando
la idea de unidad: indisoluble, unidad, española, común, indivisible, todos,
integran y solidaridad. Ahora bien, en los tiempos que corren, ¿hay alguien que
opine que son demasiados?
Alguno
puede pensar que eso es el idioma de la política, que tiende a ser enrevesado
casi por definición. Pero no es así. Es cierto que en política se prefiere
decir “hoja de ruta”, en lugar de “plan”, y se trazan “líneas rojas” en lugar
de “límites”, y se usa “en orden a” sustituyendo a la escueta conjunción
“para”, pero nosotros, quienes hablamos de a pie no siempre estamos con lo que
pasa en la calle y nos enredamos en los acontecimientos consuetudinarios que
acontecen en la rúa. Para empezar, las negaciones. No nos basta con decir “no”,
insistimos con un “ni hablar”, o “ni en sueños” o expresiones cada vez más
barrocas, “más raras que un perro verde”. Cuando queremos decir que alguien es
tonto de verdad, duplicamos, decimos que es “tonto, tonto”. Como los que
sustituyen el viejo bar o el viejo restaurante por un “espacio gastronómico” o
“gastrobar”. O los que se incluyen en un grupo para poder expresar una opinión
y comienzan advirtiendo que “yo soy de los que piensan”, en lugar de “creo”.
La
pedantería le ha jugado malas pasadas al verbo “influir”. Bajo su manto salió
el “influjo”, sustituido hace mucho por la “influencia”, que arrinconó al verbo
original con “influenciar”. Y de ahí, rizando el rizo, “influenciamiento” y
todas las que queramos. Hacer versiones dejó de ser “versionar” para convertirse
en “versionar”, e “iniciar” se duplicó en “inicializar”.
Aunque
no siempre es la pedantería la que graduó a los aparejadores como arquitectos
técnicos, a los maestros como profesores de primaria, o a los basureros como
técnicos en gestión de residuos. A veces era necesario dignificar una
profesión, otras veces respondía a una moda. Y otras, simplemente era designio
de la estupidez humana sustituyendo los tabús por eufemismos cada vez más
complicados.
Hay
que tener en cuenta la función expresiva del lenguaje, que se salta a la torera la economía del lenguaje. Y
es necesario que sea así. No hay que rasgarse las vestiduras. Si la regla
básica para la gramática fuera la economía, terminaríamos hablando en monosílabos
y gruñidos. Y ni siquiera los guasaps adolescentes son tan elementales. Algo
querremos expresar cuando calificamos a alguien de “persona humana” –y no lo
estamos contraponiendo a la “persona jurídica– o cuando utilizamos los
pleonasmos, esos accidentes fortuitos, las citas previas, los puños cerrados,
saltamos por los aires, interrelacionados entre sí. No es que seamos tan torpes
o con tanta impericia que no nos demos cuenta de la incongruencia, es que algo
aportan, como las frases hechas, ese “sí o sí”. Quizás las normas de la
pragmática sean más complejas, y el mandato de ser relevante sea más que
escuetos.
Seguro
que los académicos y los filólogos saben mucho de esto, se han examinado o han
escrito al respecto en un artículo. Sin embargo, sólo se acuerdan con
vehemencia en cuestiones del feminismo y recurren al participio de presente
latino para estigmatizar el femenino de los sustantivos terminados en “ente”,
como “presidente”. Y olvidan las dependientas y las sirvientas.
Confiemos
que, entre todos y todas, como normalizamos las presidentas o las juezas,
continuemos creando un lenguaje más acorde con las necesidades de los usuarios
y las usuarias.
[1] En el artículo primero de nuestra constitución se afirma que “España se constituye en un
Estado social y democrático de Derecho”, y comprendemos que “social” no
se refiere a compuesto por personas (que lo serían todos los Estados), que “de
Derecho” no implica que tenga leyes (todos lo tienen) y que “democrático” no es
innecesario en una constitución porque veníamos de una dictadura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario