Para terminar el año quisiera
hacer un poco de balance. El tiempo pasa muy rápido y parece que fue ayer
cuando no me acostumbraba a escribir la fecha terminada en 9. Un año distinto y
apasionante, con muchas novedades, mucho esfuerzo y algunas decepciones. Es lo
que tiene ser uno mismo. He ido apartándome de algunas tareas que cada vez me
parecían más incómodas, en las que me encontraba como pez fuera del agua.
Prefiero centrarme en lo que me interesa y en lo que disfruto.
Empecé con
este blog justo al terminar 2013, así que ya llevo unos añitos con la
obligación moral de ir subiendo, al menos, una especie de columna de opinión
todos los fines de semana. La idea, lo reconozco, la pillé del gran Fernando
Broncano, al que sigo con devoción todos los domingos. Ojalá algún día pudiera
alcanzar un nivel para ser una especie de discípulo. Por ahora me conformo con
la disciplina de pensar todas las semanas y ordenar mis ideas en unas mil
palabras. Tengo que estar muy agradecido a mis lectores. Siempre atentos y amables,
sin haters, con una discrepancia a
veces encarnizada, pero siempre sana y desde la admiración –al menos desde mi
parte–.
Además,
también me impuse la tarea de escribir reseñas, principalmente de poesía. Me
gusta mucho la idea de la reseña, es una manera de prestar atención a los
detalles, a la estructura, a los temas. Una forma de aprendizaje y, sobre todo,
de disfrute. No estar vinculado a una publicación externa me libera de otro
tipo de ataduras. Con esta libertad puedo hablar de libros actuales, porque,
pese a lo que se pueda decir, este año ha tenido una buena cosecha, y puedo
hablar también de libros de hace unos años. Lo tomo como una forma de estudio y
de aprendizaje, pero sobre todo como un acto de amor hacia los que escriben
cosas tan hermosas y a los que, en secreto y no tan en secreto, envidio.
Ha
sido un año trabajo duro. La mayoría de las semanas he subido un par de
reseñas. Todas hechas con mimo y con disfrute, dedicándole todo el tiempo, la
atención y mis pobres conocimientos. Me he volcado con cada una de ellas,
aunque uno sabe que no siempre consigue expresar la emoción que un libro le ha
suscitado, y tiene la sospecha de no hacer justicia a los versos que ha leído.
Probablemente el nuevo año no pueda seguir con el mismo ritmo. Quizás sea un
poco lo obsesivo que me vuelvo con las cosas que hago y así me puedo ver con
tantas reseñas en la carpeta que no sé cuándo voy a darles salida.
Las
palabras de agradecimiento van dirigidas a todos los que hacen posible el
milagro de la poesía, poetas, editores que se dejan la piel en cada libro, en
cada acto, en cada proyecto. Pero me faltan palabras para devolver el regalo
que supone encontrar un libro para que lo comente, y qué decir del afecto tan
inmenso de quienes me profesan tanto cariño que me dedican los suyos. Estos son
los grandes tesoros que mantengo entre estas paredes tan llenísimas de libros.
Todos ellos tienen un rincón muy especial en mi corazón. Me han emocionado
tanto sus palabras, me han conmovido tanto sus versos que ver escritas de su
puño y letra una dedicatoria hace aún más intensa la emoción. No quiero
olvidarme de nadie, pero cada uno de vosotros sabéis a quienes admiro y quiero.
En
este año he conseguido terminar dos libros, uno de aforismos y otro de poemas.
Les deseo una buena andadura, a ver si podemos darlos a conocer. Por lo pronto
parece que sale una antología viejoven
merced a los desvelos de la gran poeta Ana Patricia Moya. He tenido también la
oportunidad de centrarme en el análisis de dos poetas fundamentales, Rosario
Troncoso y José Luis Morante, gracias a la oportunidad que, desde Puerto Rico,
me brindó Carlos Roberto con Exégesis.
Sigo con el proyecto del Boletín Imaginación
o barbarie, y a más de uno le he importunado pidiendo textos. Supongo que
volverá a ocurrir. Incluso me he atrevido con una reflexión acerca de la
intimidad que vamos a conseguir con las máquinas. El certificado de que ese
capítulo existe ya lo tengo. Crucemos los dedos.
Siento,
por otra parte, haber abandonado algunas de las amistades virtuales. Quizá
pueda achacarlo a la falta de tiempo y de serenidad. Quizás sean mis cambios de
humor, tan especialitos. Pero añoro algunas conversaciones, o simplemente un
par de frases. He aprendido tanto de estas personas, he recibido tanto, que me
siento en deuda y un poco tacaño por descuidar esas amistades. Espero subsanar
mi falta en este nuevo año. Por lo pronto habrá un día más para hacerlo.
Hay
tantas cosas que me quedan por hacer, tanto por leer, tanto por querer que
imagino que un año no será suficiente. Seguiré buscando la belleza y
disfrutando a la vez que me trastorna. Mientras tanto, continuaré intentando
ordenar mis ideas en torno a las mil palabras. Y vosotros que lo veáis. Un
abrazo muy fuerte.
Gracias por tus reseñas, por la parte que me toca como autora y sobre todo por la de lectora. Señalas cosas que no había visto en libros que había leído, y me han animado a acercarme a otros.
ResponderEliminarSalud y un interesante y feliz 2020.
Un abrazo.
Sencillamente, delicioso.
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