Antonio Rivero
Taravillo ha ocupado prácticamente todas las aristas del mundo literario.
Editor, librero, traductor, narrador y estudiosos, un poeta sobresaliente y
ahora, nos ofrece una colección de aforismos en los que se alternan la
reflexión filosófica, incluso política, con el pensamiento sobre la propia
poesía y aforismos netamente poéticos. Como aforista pretende adoptar una posición con los pies en la tierra:
“Todas las mañanas, el mismo decorado y protagonistas. ¿Qué hace pensar que
cambiará el argumento?”. Dejando traslucir un estoicismo hacia la vida
cotidiana contrarrestado con la necesidad de volar que ofrece la literatura: “Hay
viajes que solo se pueden contar en sueños”. El viaje, por la imaginación, es
el viaje que no viaja…
Goza, Rivero Taravillo de un sentido
del humor, casi británico, de sociología folk,
poniendo de relieve las paradojas de lo cotidiano y del sentido común: “Con
calefacción a uno le parece que los demás no pasan frío”; “La pobreza es un
fenómeno rural; la miseria, urbano”.
Su estilo es variado y recurre a
la personificación, metáforas imágenes, a las ocurrencias y a desplegar el
ingenio como lo haría un Oscar Wilde: “Cuando una ciudad que no es la nuestra
comienza a aburrirnos, nunca pensamos que somos nosotros los que nos hemos
convertido en seres aburridos". No deja tampoco de hacer gala de unos
gustos algo old-fashioned: “Lo mejor
que se puede decir del rap y el hip-hop es que retratan muy fielmente a sus
intérpretes”.
En este volumen, los aforismos
están agrupados por grandes temas: Vigilia
y sueño, Los escenarios, vida en común… son muy llamativos en los
salta a la arena política (que no partidista): “El discurso dominante no es
nunca el del poder, que suele manifestarse con hechos a la chita callando, sino
del que dice oponerse a él, investido de la supuesta autoridad de su
palabrería”; “Nada viste tanto a una dictadura como un referéndum o un
plebiscito”. En ellos se trasluce su propia visión ideológica: “Chillan mucho.
Ponen el grito en el cielo los que han optado por el infierno”; “El fanatismo
es la lógica de lo irracional”; “El
independentismo de los ricos precisa de algún agravio por el que imaginarse
esquilmado como la señora rica que, creyendo que le sisa la sirvienta, la
despelleja pero es incapaz de hacerse ella misma la cama”. Igual para los
sentimientos religiosos, propios y extraños: “Al catolicismo, no concederle
ventaja, pero sin aspavientos, va de retirada”; “Si por los mahometanos fuera,
la luna llevaría velo”.
De todos estos aforismos hay
algunos sobresalientes que no podemos dejar de emparentar con Abel Martín y
Juan de Mairena, de los que Rivero Taravillo parece un alumno aventajado: “Todo
el mundo tiene razones para todo y casi nunca tiene razón; “Nada más fácil que
encontrar excusas para nuestras debilidades”; “Hay opiniones que, por
contrarias, nos apalancan más en los nuestros”. En suma y como consejo “Domar
los dogmas”.
Quedémonos con esta reflexión
que no podemos dejar de hacer nuestra: “Acepto que tengas fe en cosas malas,
pero no que tengas mala fe”.
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