“las nubes cambian / los sueños permanecen” (Conclusión)
Poeta, narradora y guionista, Itziar Mínguez tiene consolidada su posición en el panorama poético patrio. Por eso es de agradecer cada nueva entrega que añade una perspectiva, un matiz, un punto de encuentro diferente y complementario. En este caso, el paso del tiempo es tratado desde la perspectiva de lo que no fue. Como se señala en la solapa, “La vida no es solo lo que nos pasa, también es lo que no nos sucede”. A partir de aquí, Itziar Mínguez elabora un discurso con soltura, precisión, lirismo e ironía en grandes dosis. Un canto al paso del tiempo despejado de melancolías.
“Ya no escribes a lo que perdiste
lo que fue o pudo haber sido
es a tu piel lo que la escarcha
al pétalo de flor
una refrescante y caprichosa gota de rocío
que se posa sobre tu recuerdo
sin peso suficiente como para quebrarlo
con la terca insistencia de lo efímero
/…/
Ahora escribes a lo que el tiempo te arrebatará seguro
escribes con el único fin
de anticiparte a las pérdidas que te aguardan”
Las distintas viñetas que componen el poemario depuran esta idea. Pueden tratarse de paisajes: “Deambular por la ciudad /…/ todo está en su sitio // todo pasa y todo queda / al mismo tiempo” (Usted está aquí); “Tener dibujado el mapa interior en la yema de los dedos / y trasvasarlo a todo lo que tocas” (Dejar huella); “Estás a punto de completar el paisaje / sostienes la última pieza / como si sujetas un trofeo /…/ respiras con alivio / ante esa sensación del trabajo bien hecho // cómo no creer que puede haber un dios / haciendo exactamente lo mismo” (Puzle), incluso de un paisaje hogareño: “todo eso / sin moverte del sofá” (Jet lag).
En ocasiones, el pensamiento se eleva, buscando un consuelo, aunque sea lleno de ironía: “Quien nunca se ha visto / rezando una oración que no se sabe / a un dios en el que no se cree / para ver si burla la fatalidad / no sabe lo que es estar / en una situación desesperada” (Improvisación de fe); “Piensa antes de hablar / utiliza el sentido común / sopesa las consecuencias / de tus actos // si aún así sale mal / corre” (Plan b).
Sin embargo, la ternura habita entre estos versos: “Y si el mundo es demasiado grande / o tu voz no alcanza / al menos que quede este poema” (Declaración de intenciones). Llega también la sabiduría que sólo el desengaño puede enseñar: “Cuánto daño hace el condicional / a nuestras vidas” (¿Y si…?); “Nunca releas tus diarios / ni las cartas que te enviaron / ni los mails que recibiste // es como asistir a tu propio funeral / y comprobar que no ha acudido nadie” (Consejo); “no hay mejor manera de garantizar el futuro / que rentabilizar los fracasos” (Plan de pensiones). Especial recado este que dedica a su madre: “te estás hablando a ti misma / como te habla tu madre /…/ perdió mil batallas / pero ha ganado la guerra” (Venganza). El sentido de lo perdido aparece como una especie de fantasma contrastado con la niñez: “me observo desde la distancia / con la perspectiva de los años / y me reconozco en la niña / y en la adolescente que fui // ellas en cambio / me miran con curiosidad / como si les sonara mi cara / pero no cayeron en la cuenta /…/ un saludo de compromiso / porque no saben quién soy” (Paradojas de la vida); “Nunca se me ha dado bien sintetizar / pero si tuviera que resumir / en una frase la historia de la humanidad / sería esta // come y calla” (Titular).
A pesar de sonar como una ironía, las conclusiones de Lo que pudo haber sido tienen una dimensión mucho más profundas: “Piénsatelo bien / porque a veces / esa pesada carga que arrastramos / es lo único que nos mantiene / a flote” (Soltar lastre); “no estás tan mal / consuélate pensando / que podía haber sido mucho peor” (Experiencia). Y la salida, a la par que la identidad propia, es la que se dibuja en la actividad poética en sí misma: “No tengo ningún secreto // la culpa es de la poesía / que me lo saca todo / y aunque no quiera / siempre acabo confesando / y esperando el perdón” (Penitencia); “por eso soy poeta” (El arte de procastinar). En esta ocasión el amor ocupa un lugar un tanto tangencial, aunque siempre presente en la poesía de Itziar Mínguez: “¿el amor? / una de dos // desojas la margarita / o que la desojen por ti” (Juego de azar); “Si hubiera un plano de lo que somos / que mostrara las múltiples posibilidades que hay / para llegar hasta nosotros //…/ Si todo eso fuera posible / solo nos quedaría esperar / que alguien con buen sentido de la orientación / estuviera dispuesto a descifrarnos / y quedarse una buena temporada / a vivir en nosotros” (Callejero).
Quizás sea la llegada al principio de la madurez vital la que ocasione reflexiones retrospectivas: “Algunos asaltos de tu vida / no han durado / ni los tres minutos reglamentarios /…/ cuando quisiste darte cuenta / estabas en la lona boqueado / mientras oías de lejos una cuenta atrás / que certificaba tu derrota” [K.O. (Knock Out)]. Y también las liquidaciones de bienes: “Vamos acumulando todo / lo que sirve y lo que no / por si acaso el día de mañana / pudiéramos necesitarlo de nuevo /…/ eres la suma / de lo que no puedes tirar” (Síndrome de Diógenes). Juega, sin embargo, a la ambigüedad, no sabemos si queda esperanza o es solo un anhelo perdido entre los recuerdos: “Lo siento / no se puede hacer más / solo queda esperar // no sé por qué / en este mensaje fatal // yo sigo viendo / que hay esperanza” (Mientras hay vida); “mereces que tus sueño se haga realidad / y tu realidad se convierta / en pesadilla” (Cuidado con los sueños).
“Donde dice
lo que pudo haber sido
debería decir
lo que pude haber sido” (Errata)
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