Nos encontramos aquí con el
ganador del prestigioso Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma, tras sus
anteriores entregas, Humo verde, Poemas para mi
hermana, Actos de amor y Yo he querido
ser grúa muchas veces. No es habitual en la poesía
española actual encontrarnos un proyecto como este, en el que el yo poético no
se corresponde en absoluto con el poeta. El protagonista de la obra está
completamente alejado del escritor. No es solo un fingidor porque tiene que
racionalizar su propia experiencia y traducirla a versos, también ha tenido
Antonio Praena que ponerse en otra piel, realizar un trabajo de investigación
psicológica y social sobre el personaje. En este proceso se ven las huellas del
American Psycho, de Bret Easton Ellis. O de los filmes que
glorifican el comportamiento sociópata de Wall Street. También está cerca de la
mirada desencantada de Jep Gambardela, el protagonista de La Gran
Belleza de Paolo Sorrentino (cinta que aparece en uno de los poemas de
la última parte y también la recuerda Funerales). Estos ambientes están
muy alejados -espero- de la facultad de Teología de Valencia, donde ejerce su
labor Antonio Praena.
El
contrapunto lo percibimos desde las citas iniciales, Santa Teresita de Lisieux o
el maestro Eckhart, desde la mística acaba permitiendo un camino hacia la
perdición -dejar a Dios por amor a dios-, para alcanzar la redención. Como
recoge la cita de Eliot: “La ventaja esencia para un poeta no es la de
enfrentarse con un mundo bello y armonioso, sino ser capaz de ver tras la
fealdad y la belleza; en ser capaz de ver el tedio, el horror y la gloria”. Y,
a continuación, Nietzsche: “Extático es lo bello / tan solo quien se pierde le
da alcance” (Éxtasis).
“La esperanza que ahora
destierras de tu frente sin
espinas
y sólo ha de brotar cuando,
simiente,
aguarde en tu derrota y en tu
tumba
-contra lo que tú mismo
declaraste-
la mañana entre almendros
de la
resurrección” (Postrimerías)
A
lo largo del camino en el que acompañamos a esta alma torturada, en especial en
el principio y en la última parte, los poemas alcanzan un tono metafísico,
perderse para llegar a la belleza. La belleza como símbolo, a la manera
neoplatónica del Bien y de Dios. Al protagonista le gusta regodearse en
ambientes sórdidos (Comebolsas). Drogas, prostitución de bajos fondos
“Cocaína y ginebra / celebran que estoy solo de viernes a domingo” (Finde).
Historia de un alma debería ser la confesión de un pecador, pero toma la
forma de vindicación orgullosa de la soledad existencial de estos
“triunfadores” que aspiran a suplantar a dios: “Poder, oh, sí, poder. Poder es
la palabra / (…) ¿Quién no quiere ser Dios en esta noche?” (Carpe Noctem);
“Si los dioses existen, / ¿cómo no ser uno de ellos?” (Signa temporum).
Porque, en el fondo, creen que incluso los dioses los envidian:
“Quieren los dioses ser de carne,
llevar gafas de sol, viajar en Audi
con el rostro bronceado, cuellos
duros,
gemelos de Piaget, corbatas
Silbon,
y dar por liquidados viejos
sueños” (Carne)
El
tema requiere, pues, un vocabulario no convencionalmente poético: Iphone, Audi, farlopa… que
contrasta con la higher education del protagonista. Efectista
mezcla de latinismos con el posmoderno y arrabalero. Un estilo de vida descrito
por el sociólogo francés Gilles Lipovetsky en La era del vacío,
un hedonismo cool, high tech de los privilegiados de
un sistema que los deshumaniza y prefieren sentir el mal antes que no sentir
nada en absoluto.“Toda felicidad aspira a lo palpable” (Tecnología aristotélica).
“Tú sabes que en el fondo del
placer está acechando
un ansia visceral que aspira al
cuero
de antiguos arquetipos,
de bárbaros soldados
o de esos milenarios cazadores
que aún pujan en tus genes
dominantes” (Cuero)
Porque estos
son los nuevos bárbaros de los que hablaba Kavafis, que llegan y actúan con la
voluntad de virilizar nuestra especie.
“El secreto consiste
en agitar todo su cuerpo
hasta que se despierte lo más
hondo:
un instinto animal,
una fuente cargada
que emerge hasta sus labios y sus
dientes
las yemas de sus dedos y las
uñas” (Alma)
Las
referencias cultas del poemario son muy dispares y dotan al protagonista de una
complejidad psicológica y de un juego de espejos en el que el autor y el
protagonista se esconden mutuamente. La referencia a Copia Certificada,
de Abbas Kiarostami, en un tono ¿platónico?, está más que justificada:
“Nuestra vida es la copia
de un texto original
que jamás ha existido” (Copia
certificada)
El
libro también es una reflexión sobre la función del arte, sobre las relaciones
de la vida con el arte (Recriminación de Manrique) tanto
como una denuncia de la deshumanización del hombre contemporáneo.
“¿Qué esperabais del arte? ¿Alguna
vez
te has preguntado cuántos mundos
se esconden en
lo oscuro de este mundo?” (Salida 13)
Como
se advierte en el paralelismo con Bacon (Arte), no se concibe la poesía
-o la pintura- como un refugio, una salvación para el alma humana, al
contrario, pueden representar lo que de falso e hipocresía tienen para
anestesiar el choque con la realidad.
“El sufrimiento es algo
sobrevalorado.
No merece más líneas.
Un invento político, una excusa
del arte.
Pero la vida no es el arte” (Formatos)
¿Quién
dice estas palabras, el protagonista de alma perdida, el autor del poema? Un
poco recuerda al tono canalla de Walter Arias, el logorréico personaje de El
novio del mundo, de Felipe Benítez Reyes.
“Una novela destripada,
pues se sabe el final desde el
principio:
todos mueren.
La salvan varias páginas de sexo
venosas, arrimadas, desquiciadas
-solitarias o en grupo- con putas
o travestis” (La vida)
Y
esos sueños perdidos de las utopías redentoras de la humanidad y los grandes
relatos son los que determinan el Fin de la Historia: “Esto también es el final
de la historia” (Occidente). Y, después qué queda, el cuerpo y los
placeres, decía Foucault.
“Perseguís la belleza,
mas el sagrado don os es esquivo,
porque sois feos
-cuestión de proporciones-,
estáis gordos
-lo que denota una persona
nauseabunda-,
y no habéis visto el arte
suficiente” (Men style)
Otro de los
temas es la dimensión temporal, el instante y la eternidad (G. Bachelard no
anda lejos), tal como se anuncia en la cita inicial de Santa Teresita de
Lisieux. La muerte, pues, no sería sino consuelo del olvido de lo que somos: “¿Y
si morir no nos entristeciera?” (La alegría).
“Mil años de pecado
son a sus ojos un instante,
una ausencia sagrada” (Occidente)
En
esta historia de redención se plantea en los términos de aquella herejía de los que
aspiraban a ser salvados a través del pecado, porque se necesita ser pecador para
ser salvado, porque los sanos no necesitan a los médicos. “Nunca el Amor es
inocente, / más bien es el perdón de la inocencia / que hemos perdido o
profanado” (De una forma o de otra).
De ahí la necesidad de la fealdad y el pecado: “Ser feo es una forma de
conciencia, / un lugar en el mundo” (Bienaventuranzas). La historia de una
redención no del pecado, sino a través del pecado, la depravación y el lujo
“Te has creído este libro?
¿Existe el personaje que aquí
escribe?
La indignación es pura
hipocresía.
Desde Aristóteles a Vattimo,
ningún filósofo ha negado
que la felicidad es el motor de
la existencia
(...)
¿Cambió la vida de alguien un
poema?
(…)
Posiblemente sí, pero duró tan
poco.
La vida se redime entre las
sábanas
sobre los que vaciamos nuestro
cuerpo
derramándolo en otro
que se lo bebe gramo a gramo.
Y, puestos a elegir,
yo al menos reconozco mis
instintos
henchidos de vigor y precios
elitistas” (Querido lector)
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