Jesús Cárdenas es un poeta de
Alcalá de Guadaíra que compagina su labor literaria con la de profesor de
secundaria. Su faceta creativa incluye, además de la poesía, el ensayo, las
reseñas y los talleres de creación poética. Su primer poemario es Algunos arraigos me vienen (Diputación
Provincial de Sevilla, 2005). Luego llegaron La luz de entre los cipreses
(Ediciones en Huida, 2012), Mudanzas de lo azul (Vitruvio, 2013), Después
de la música (Cuadernos del Laberinto, 2014), Sucesión de lunas (Anantes, 2015), Los refugios que olvidamos (Anantes, 2016) y, junto a las imágenes
de Jorge Mejías Garrón, Raíz olvido
(Maclein y Parker).Colaborador en diversas revistas: Aldaba, Amsterdam
Sur, Arena y cal, Cromomagazine, Cuaderno de Profesores Poetas, El Ático
de los Gatos, En sentido figurado, Excodra, Margen Cero,
Nueva Grecia, Palabras diversas, Saigón, etc. También ha sido
merecedor de varios premios, concretamente, este libro fue finalista del XXXIII
Certamen andaluz de poesía, “Villa de Peligros”.
Abriendo el volumen,
en el poema Invitación hay una
declaración de intenciones: “Por aquí llegarás sediento a un territorio, /
hallarás una página radiante en su interior, / una parte de mí, con voluntad de
espejo, / de dónde ningún alma sale indemne, / ningún cuerpo pensado sin
rasgar”. Esto sitúa el tono poético muy en la línea de Los vanos mundos, y, en general, toda la obra poética de Felipe Benítez
Reyes. También hay recuerdos a la poesía de Piedad Bonnett, Gonzalo Rojas o Max
Aub.
La primera
sección, Preludio a la realidad, asume que el poema crea un territorio de
realidad que, por otra parte, se desvanece, como en las películas, la acción se
va preparando, situando el escenario con una premonición de que algo va a
suceder. No es coincidencia que uno de los poemas, precisamente se titule Serie B: “Tu sola plenitud frente al
abismo / … / Roto el sueño, el abismo te desenvuelve del barranco a la náusea
en que te hallas”.
La poesía de
Jesús Cárdenas es un diálogo, las relaciones entre poesía y amor se convierten
en una bisagra para saltar de un mundo a otro: “Sospechosos que el azar nos
encadena / a la estancia confiada de los versos / hasta amarnos,
ingrávidamente” (Primeras ruinas);
“Mirad la uva: sabe lo que le espera. / Los poetas lo han cantado muchas veces”
(Rendición). El poeta pretende crear
un mundo particular escudado en la poesía que dota de sentido y articula la
relación con el mundo exterior, como, precisamente, vasos comunicantes: “En nuestros sueños nos convocaba la luna
callada / y, en algún momento, tras los pájaros, / llegábamos a conspirar
contra ella. // En esa ilusión coincidíamos / contemplando las piedras. / Pero
metódicamente las piedras mienten / al borde de las heridas, se asocian / en
complot con el canto del duelo. / Fingen incluso en las medianías de la casa” (Teoría de los vasos comunicantes).
Sin
referencias explícitas y fuera de los escenarios del mundo antiguo, se percibe
un eco claro de la poesía de Kavafis. Como en Todo comienza o en Filos
(“Existe una plenitud no lograda / con un tiempo marcado en el provecho, / con
riesgo a convertirse en un lugar de frío eterno, / en la escenografía de la
historia”), de Penumbra de la realidad:
“Has de saber que nada / se perderá definitivamente: / todo comienza
ahora; aquí late, / mestizo a su pesar,
irrepetible, / bajo la cáscara, / entre los pliegues de la música, / la
infinita metáfora del viaje”. No lejos
de esta influencia está, como decíamos la del roteño Felipe Benítez, como en el
poema La mano del poeta, vagamente
decadente Poesía es verdad: “¿Qué
sentido tenía, entonces, olisquear / fragancias que tan fugazmente se
desharían? // La verdad estaba allí susurrándole / revelándose / con hurtos perspicaces”.
La sensualidad
va adquiriendo un eje central en esta sección: “La dicha íntima de tus labios”
(Ciego analfabeto); “Aun así,
pronuncio una vez más tu nombre / y me sabe el azul de las mareas” (Creación). Y, por otra parte, sorteando
la grandilocuencia, (El verso náufrago),
sabe Jesús Cárdenas abordar temas, podríamos decir más sociales en (Importa). La realidad ardiendo es el título de la tercera parte, donde la
intimidad da algunos esfuerzos nos da conciencia de nuestras limitaciones (Lo inefable), “No es posible vivir sin
una sombra” (El retorno); “En el
sigilo interno de la noche / creíamos amarnos, / esperando certezas que lanzar
a las nubes, / y no cristales en la alfombra / (la noche triste asume
cicatrices)” (Cicatrices); .“Sobre la superficie / tu imagen dilatada,
allí tan sola, entregada a la luz sombría / de las carencias” (Imagen sobre el río). Cierta nostalgia
puede ayudar a recomponer los recuerdos y reconfigurar los afectos inmediatos:
“Luego se retorcieron, / humedecidos, / los mapas del recuerdo” (Los mapas del recuerdo).
Reencuentros y distancias es un poema
más largo y denso: “Después de recobrar el aire hundido, / ardieron dentro
sílabas abiertas, / a la par que mutaba silente tu reflejo / en nocturno
paisaje calcinado”. La realidad ardiendo
hace uso de una técnica muy cinematográfica y un tono de mayor madurez poética.
Para comenzar Los falsos días, Puro
nihilismo, ofrece una serie de consejos muy cerca del desencanto de Gracián:
“Desconfiad de todo lo que le dijeron. / ¿Acaso no halló el vacío en la
existencia? / ¿O, tal vez, esa existencia late en un mal sueño? / Ahora puede
rendirse. Deje de atormentarse. / No se haga más daño, aquí está a salvo”.
Barroca también es la remisión al sueño como realidad intangible: “Parece que
vivimos / –igual que fanáticas fieras– / tan lejos unos de otros / como de
nuestros propios sueños” (Equidistantes);
“Los recuerdos y las piedras se convierten en flechas / contra ti sin quedarse
en espacio habitado / … / Todo lo que se augura y recuerda a los hombres, /
también para, concluye, tizna, esparce y salpica” (La muerte).
En
contraposición, Saber romperse, la última parte, tiene poemas más breves, más
cercanos a la poética de Pedro Salinas: “Tan solo te diré que lo perfecto / es
que estés tan pura, aquí y ahora, / y poder sellarte / como si fueras uno de
esos sobres antiguos” (Lo perfecto); “Me
faltan versos que te atraigan” (La
búsqueda de ignoto). En ellos, como en Salinas, fluye la poesía amatoria: “No
hay otro jardín posible que esta noche” (Los territorios del placer); y más
explícitamente en Ceremonia dominical en
la cocina. En contraste, Jesús Cárdenas ofrece un contrapunto con Una música suave, encadenando haikus: “Si
artes, tranquilo, / aguijón del placer / no habrá dolor // Desde tus labios /
se insinúa el secreto / de aquella noche”
“Se adelgaza en tu talle limpio el
viento
al compás del azul inagotable
hasta perderse en silencio abisal
(perder y ganar cada sueño
detenido de la inocencia
entre el fluir de los instantes)”
(Hálito)
Para hacer
frente a la incertidumbre –porque la única certeza es la del final–, Los falsos días ofrece una salvación en
la relación poética que no es otra que la carnal, las entrañas y la piel, el
eros, creativo y sensual, la vida:
“Adelante, saltemos de un cuerpo
a otro
hasta alcanzar el alto rocoso de
la vida,
perdamos el miedo a dar el paso,
ese paso que nos impregne de
certidumbre
/…/
Solo tú, me salvarás si yerro mi
salto” (Cruzar el río)
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