martes, 14 de mayo de 2019

Reseña de Jesús Cárdenas: ‘Los falsos días’. Ediciones Alhulia. Palabras mayores. 2019


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Jesús Cárdenas es un poeta de Alcalá de Guadaíra que compagina su labor literaria con la de profesor de secundaria. Su faceta creativa incluye, además de la poesía, el ensayo, las reseñas y los talleres de creación poética. Su primer poemario es  Algunos arraigos me vienen (Diputación Provincial de Sevilla, 2005). Luego llegaron La luz de entre los cipreses (Ediciones en Huida, 2012), Mudanzas de lo azul (Vitruvio, 2013), Después de la música (Cuadernos del Laberinto, 2014), Sucesión de lunas (Anantes, 2015), Los refugios que olvidamos (Anantes, 2016) y, junto a las imágenes de Jorge Mejías Garrón, Raíz olvido (Maclein y Parker).Colaborador en diversas revistas: Aldaba, Amsterdam Sur, Arena y cal, Cromomagazine, Cuaderno de Profesores Poetas, El Ático de los Gatos, En sentido figurado, Excodra, Margen Cero, Nueva Grecia, Palabras diversas, Saigón, etc. También ha sido merecedor de varios premios, concretamente, este libro fue finalista del XXXIII Certamen andaluz de poesía, “Villa de Peligros”.
Abriendo el volumen, en el poema Invitación hay una declaración de intenciones: “Por aquí llegarás sediento a un territorio, / hallarás una página radiante en su interior, / una parte de mí, con voluntad de espejo, / de dónde ningún alma sale indemne, / ningún cuerpo pensado sin rasgar”. Esto sitúa el tono poético muy en la línea de Los vanos mundos, y, en general, toda la obra poética de Felipe Benítez Reyes. También hay recuerdos a la poesía de Piedad Bonnett, Gonzalo Rojas o Max Aub.
La primera sección, Preludio a la realidad, asume que el poema crea un territorio de realidad que, por otra parte, se desvanece, como en las películas, la acción se va preparando, situando el escenario con una premonición de que algo va a suceder. No es coincidencia que uno de los poemas, precisamente se titule Serie B: “Tu sola plenitud frente al abismo / … / Roto el sueño, el abismo te desenvuelve del barranco a la náusea en que te hallas”.
La poesía de Jesús Cárdenas es un diálogo, las relaciones entre poesía y amor se convierten en una bisagra para saltar de un mundo a otro: “Sospechosos que el azar nos encadena / a la estancia confiada de los versos / hasta amarnos, ingrávidamente” (Primeras ruinas); “Mirad la uva: sabe lo que le espera. / Los poetas lo han cantado muchas veces” (Rendición). El poeta pretende crear un mundo particular escudado en la poesía que dota de sentido y articula la relación con el mundo exterior, como, precisamente, vasos comunicantes: “En nuestros sueños nos convocaba la luna callada / y, en algún momento, tras los pájaros, / llegábamos a conspirar contra ella. // En esa ilusión coincidíamos / contemplando las piedras. / Pero metódicamente las piedras mienten / al borde de las heridas, se asocian / en complot con el canto del duelo. / Fingen incluso en las medianías de la casa” (Teoría de los vasos comunicantes).
Sin referencias explícitas y fuera de los escenarios del mundo antiguo, se percibe un eco claro de la poesía de Kavafis. Como en Todo comienza o en Filos (“Existe una plenitud no lograda / con un tiempo marcado en el provecho, / con riesgo a convertirse en un lugar de frío eterno, / en la escenografía de la historia”), de Penumbra de la realidad: “Has de saber que nada / se perderá definitivamente: / todo comienza ahora;  aquí late, / mestizo a su pesar, irrepetible, / bajo la cáscara, / entre los pliegues de la música, / la infinita metáfora del viaje”.  No lejos de esta influencia está, como decíamos la del roteño Felipe Benítez, como en el poema La mano del poeta, vagamente decadente Poesía es verdad: “¿Qué sentido tenía, entonces, olisquear / fragancias que tan fugazmente se desharían? // La verdad estaba allí susurrándole / revelándose / con hurtos perspicaces”.
La sensualidad va adquiriendo un eje central en esta sección: “La dicha íntima de tus labios” (Ciego analfabeto); “Aun así, pronuncio una vez más tu nombre / y me sabe el azul de las mareas” (Creación). Y, por otra parte, sorteando la grandilocuencia, (El verso náufrago), sabe Jesús Cárdenas abordar temas, podríamos decir más sociales en (Importa). La realidad ardiendo es el título de la tercera parte, donde la intimidad da algunos esfuerzos nos da conciencia de nuestras limitaciones (Lo inefable), “No es posible vivir sin una sombra” (El retorno); “En el sigilo interno de la noche / creíamos amarnos, / esperando certezas que lanzar a las nubes, / y no cristales en la alfombra / (la noche triste asume cicatrices)” (Cicatrices);  .“Sobre la superficie / tu imagen dilatada, allí tan sola, entregada a la luz sombría / de las carencias” (Imagen sobre el río). Cierta nostalgia puede ayudar a recomponer los recuerdos y reconfigurar los afectos inmediatos: “Luego se retorcieron, / humedecidos, / los mapas del recuerdo” (Los mapas del recuerdo).
Reencuentros y distancias es un poema más largo y denso: “Después de recobrar el aire hundido, / ardieron dentro sílabas abiertas, / a la par que mutaba silente tu reflejo / en nocturno paisaje calcinado”. La realidad ardiendo hace uso de una técnica muy cinematográfica y un tono de mayor madurez poética. Para comenzar Los falsos días, Puro nihilismo, ofrece una serie de consejos muy cerca del desencanto de Gracián: “Desconfiad de todo lo que le dijeron. / ¿Acaso no halló el vacío en la existencia? / ¿O, tal vez, esa existencia late en un mal sueño? / Ahora puede rendirse. Deje de atormentarse. / No se haga más daño, aquí está a salvo”. Barroca también es la remisión al sueño como realidad intangible: “Parece que vivimos / –igual que fanáticas fieras– / tan lejos unos de otros / como de nuestros propios sueños” (Equidistantes); “Los recuerdos y las piedras se convierten en flechas / contra ti sin quedarse en espacio habitado / … / Todo lo que se augura y recuerda a los hombres, / también para, concluye, tizna, esparce y salpica” (La muerte).
En contraposición, Saber romperse, la última parte, tiene poemas más breves, más cercanos a la poética de Pedro Salinas: “Tan solo te diré que lo perfecto / es que estés tan pura, aquí y ahora, / y poder sellarte / como si fueras uno de esos sobres antiguos” (Lo perfecto); “Me faltan versos que te atraigan” (La búsqueda de ignoto). En ellos, como en Salinas, fluye la poesía amatoria: “No hay otro jardín posible que esta noche” (Los territorios del placer); y más explícitamente en Ceremonia dominical en la cocina. En contraste, Jesús Cárdenas ofrece un contrapunto con Una música suave, encadenando haikus: “Si artes, tranquilo, / aguijón del placer / no habrá dolor // Desde tus labios / se insinúa el secreto / de aquella noche”
“Se adelgaza en tu talle limpio el viento
al compás del azul inagotable
hasta perderse en silencio abisal
(perder y ganar cada sueño
detenido de la inocencia
entre el fluir de los instantes)” (Hálito)
Para hacer frente a la incertidumbre –porque la única certeza es la del final–, Los falsos días ofrece una salvación en la relación poética que no es otra que la carnal, las entrañas y la piel, el eros, creativo y sensual, la vida:
“Adelante, saltemos de un cuerpo a otro
hasta alcanzar el alto rocoso de la vida,
perdamos el miedo a dar el paso,
ese paso que nos impregne de certidumbre
/…/
Solo tú, me salvarás si yerro mi salto” (Cruzar el río)

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