“Ningún mapa es
inocente”
Según reza en la nota biográfica,
nació en la Isla de San Borondón en 1972, “tiene una perra llamada Rima y un
pasaporte que no ha usado nunca”. Esta es la tercera edición para un compendio
de su actividad poética. En lugar de organizar los poemas según su poemario de
publicación, se componen con una lógica total, haciendo patente la consistencia
de la obra de José María Cumbreño y la permanencia de sus opciones estilísticas
transversalmente a la cronología. Prefiere agruparlos en dos secciones, Mirar y Ver. No hay más información en esta Casi poesía entre 2000 y 2020. Más que casi, legítimamente sería
más-que-poesía. Por ejemplo, en el soliloquio inicial, Made in China (Lavadora y retórica), vamos encontrando fragmentos
de discrusos encadenados sin un armazón lógico aparente: “De hecho, en los
bazares chinos el término real casi siempre vale menos que el imaginario. Por
eso, después de haber entrado en unos cuantos, se comprende mucho mejor a
Hamlet, príncipe de Dinamarca, que, sin embargo, hablaba en inglés”.
Hace gala
Cumbreño de un amor total hacia la poesía mientras que recela de los ambientes
poéticos: “En poesía queda bien ese tipo de estructuras en cadena, pues ayudan
a engordar el ego de los lectores aventajados y, así, sigan comprando libros de
poesía”. El caso de Los poetas inventados o el Traje nuevo del Emperador es el más
devastador de todos. En el largo poema Breve
biografía apócrifa de Walt Disney, podemos entresacar lo más parecido a un
manifiesto poético de José María Cumbreño: “Te pongas como te pongas, / un
poema (También este, por supuesto)/ no es sino un ejercicio / de malentendidos
y simetrías”; “Cualquier objeto posee la capacidad / de simbolizar algo / y su
contrario”; “El Santo Grial / debe tener el tamaño / del vaso de plástico del
Starbuck’s”; “Escribir. / A pesar de que a las chicas / le dé siempre por
enamorarse / de los tipos duros” (Breve biografía apócrifa de Walt Disney).
Para el
establecimiento de su actividad, es recurrente el uso de objetos, de frases, de
relatos cotidianos para desubicarlos y presentarnos ante un paisaje inesperado,
en el que todo es conocido y, precisamente por eso, salen a la luz aspectos y
conexiones ocultas: “Ten en cuenta que el árbol crece en dos direcciones, pero
solo una brinda un lugar a la sombra” (El
árbol); “Purgar los radiadores para que den calor. / Más o menos lo mismo
que con las palabras” (Purgar los
radiadores); “Porque a nosotros es lobo también nos ha mandado por el
camino más largo” (Érase una vez).
Juega con los objetos como un Cortázar podía hacerlo: “A pesar de su tamaño, es
el más cruel de los espejos, O el más sincero, según se mire. Su principal
utilidad no es reflejar el rostro de quien lo contempla, sino mostrarle
insistentemente, al tiempo que cree que avanza, lo que ha dejado atrás” (El retrovisor). O tomando como
referencia la profesión: “Media vida pasando lista, acostumbrado a escribir
solo el nombre de los ausentes” (Contar).
A menudo juega
en el terreno intermedio de los aforismos y las greguerías: “Yoyó, metáfora
infantil de la soledad”; “Subía los peldaños de dos en dos. Es decir, llegaría
arriba habiendo conocido solo la mitad de la escalera” (Escaleras); “El frío es un animal transparente” (Demoliciones); “El sujeto hace. / Al
objeto le hacen hacer” (Diccionario de
dudas); “Capacidad de la clase media para bailar, los sábados por la noche,
música creada por negros y latinos” (Tolerancia); Himno: “Música que se toma demasiado en
serio a sí mismo”; “Estar seguro de algo
implica no haber perdido todavía lo suficiente”; “Para tratar de entender qué
es una rosa, quizás lo mejor no sea dedicarle versos, sino podar rosales”;
“Arreglar un enchufe me hace sentir mucho mejor que escribir un poema”; “La
vida casi todo el rato parece una película con poco presupuesto”; “Los discos
de vinilo suenan gracias a una estría. / A un surco. / A una herida”.
Hace el autor
un ejercicio de introspección y de contención emocional, como cierto budismo
zen, todo conectado con el karma, “vasos comunicantes”: “Todas las casas se
construyen con presencias y ausencias. / El ladrillo que se pone será un muro.
/ El ladrillo que no se pone será una puerta” (La parte por el todo). Uno de los temas fundamentales es la
falsedad o no de las apariencias, el teatro, no parar de cuestionarse: “Las
fórmulas matemáticas / definen las proporciones de las utopías” (Demoliciones). Los recuerdos como
profecías, como destino, y mucha obsesión por los sueños: “A veces tengo la
sensación de que mi vida le debe de estar pasando a otro. / A veces creo que yo
soy la copia, no el original” (El
original y la copia). Algunas veces son argumentos dignos de cuentos de
Allan Poe, valga como ejemplo La bolsita
de té
Cuando
abandona la faceta de explorador de metáforas ocultas, y nos permite acercarnos
a su interior intuimos quizá miedo a la soledad. Y rápidamente se revuelve con
sentido del humor y con muchísima ironía: “Por lo general, al profesor de
literatura no le gusta la literatura. / Habitualmente, al estudiante de
literatura la literatura no le interesa. / En cuanto al escritor, sin tiempo
para minucias, bastante tiene con leerse a sí mismo” (El profesor de literatura).
Otra de las
aristas de este editor y poeta es la más combativa, en la que despliega una
mirada corrosiva hacia la sociedad: “La invisibilidad no consiste en un estado
objetivo. Depende más de quien observe que de lo observado” (Curso práctico de invisibilidad); “La
decisión que se toma / incluye, al revés de lo que parece, / las decisiones que
no se tomaron” (El mal de altura); “Durante
años, la ropa que me he puesto lo he heredado de mi hermano mayor. / MI nombre
me lo pusieron por mi abuelo. / El primer coche que conduje era de segunda
mano. / La primera mujer que me besó ya había besado a otros” (Identidad) o, más conciso: “Yo juego. /
Tú juegas. / Él fabrica los juguetes” (Conjugación
verbal).
El sentido de
un viaje, de recorrer el espacio como quien es recorrido por el espacio:
“Escribo espacio y escribo tiempo. Y me doy cuenta de que en
realidad no sé qué significan ninguno de los dos” (Contar); “Algunos lugares no
están hechos / de distancias en los mapas, / sino de todo lo que en esos
lugares / fuimos, / tuvimos / y perdimos”. Ni incluso las convenciones
determinan lo que definimos, a veces, acogemos certezas más íntimas, más
personales: “El invierno no es el frío: / es el desamparo / de las piscinas
vacías / o un rebaño de ovejas / pastando sobre la nieve”.
Hay un poso de
tristeza, de nostalgia por lo que pudo haber pasado, por los derroteros que la
vida pudo cambiar, y por la certeza de que volveríamos a tomar las mismas
decisiones: “Y solo por una vez hubiera logrado que este puñado de mentiras no
se pareciese tanto a mí mismo” (Making of);
“Creo que no he dormido nunca. Creo que no he soñado nunca” (Doblaje). Una sensación de que la
falsedad habita en cada uno de nosotros, la extrañeza: “Como si nuestro estado
natural fuera el del extranjero, el que no se encuentra tan lejos de sí mismo
que ya ni se molesta en hacer el esfuerzo de tratar de recordar por dónde se
vuelve a casa” (Tan lejos de sí mismo);
“En clase casi siempre me siento un impostor”. Y frente a todo ello, la
escritura, como en el poema Casa llena de
ruido. Como resumen, Escribir a pesar
de todo: “Para eso creo que escribo. / Para intentar filtrar mi vida. / Y
quedarme al menos con las impurezas”
“Cada vez escribo menos.
Cada vez me da más vergüenza escribir.
Por lo general, se piensa que la
inseguridad suele ser el lastre de quien empieza, aunque quizá el momento en el
que se da de verdad llega después.
Al principio las cosas
sencillamente se hacen.
Luego uno empieza a preguntarse
no tanto por qué hace (cualquier palabra, convenientemente golpeada, se
convierte en una excusa), sino a quién cree que va a engañar con todo esto” (Excusas para dejar de escribir, Excusas para
seguir escribiendo)
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