Bajo este título kafkiano se
encuentra un proyecto peculiar. Tamara Domenech nació en La Plata (Buenos
Aires, 1976) y tiene ya una sólida trayectoria literaria: Una burbuja en el pico de una botella (2020), En tu día (2019), Posibilidad
(2019), Ilusión 82016), Recolección (2018), Poemas en el jardín (2010), Las
elegidas y Ropero (2009), Familiares
(2009) y ¡Yapa! Antología de pesadillas
con finales felices (2008). Trabaja como docente universitaria en la
Universidad Nacional de Tres de Febrero y es directora de Ediciones Presente.
Según su prólogo, “estos poemas fueron escritos durante el año 2015 a partir de
conversaciones que tuve con mamás en la puerta de la escuela donde van sus
hijos”. Lo que encontramos es una especie de transcripción poética de un focus group, o grupo de discusión. Esta
es una técnica sociológica y de investigación de mercado que consiste, más o
menos, en una entrevista grupal, en la que el investigador procura dejar hablar
de manera no directiva para que afloren los discursos establecidos para un
tema. Tamara Domenech agrupa los testimonios de esas madres sobre diversos
temas en días concretos. Por eso, cada uno de los bloques engloba poemas fechados
el mismo día.
El primer
bloque, Nombrar (Martes 7 de julio de
2015), describe una serie de retratos de vida: “Yo trabajo para ellos. / Para
comprar las cosas que piden. / No quiero decir que soy pobre. / Ellos no
entiende. / Son chicos”; “Tengo una madre demandante. / Ella espera que mi casa
sea un castillo. / No se da cuenta que vivo en un departamento”; “Las maestras
me retan. / Soy una niña. / Tengo que cambiar. / Por eso escribo. / A ver si me
doy ánimo y tengo voluntad”. Algunas esconden historias terribles, zonas de
miseria y de superación: “Yo trabajo porque quiero. / No me hace falta nada. /
Quiero ser la mejor cocinera de un restaurant de Colegide. / Y lo voy a lograr
por mis tres chicos. / Es una promesa. / Que me hice. / Porque la última vez que
juré por otra persona me falló”. / Yo no quiero fallarme”. El siguiente aborda
el espinoso tema del Amor (Lunes 13
de julio de 2015). Unas vivencias que incluyen desde los detalles más pequeños
(“Mi marido dice que se enamoró de mi nombre. / Jazmín es su flor favorita”)
hasta los enfrentamientos encarnizados: “Para mí el amor es una cama. / En la
que dejo entrar a nuestros hijos. / Mi marido me reta y yo a él”; “Ya descubrí
una mentira. / Me dolió. /…./ Ya no creo
más. / Reacciono por dolor”. En estas vidas condensadas hay un trasfondo
terrible que aflora en expresiones que dicen mucho más de lo que parece: “Yo
creo que el amor es que nadie te juzgue” o “El amor es dejarse estar”. La
conformidad de la derrota.
Las
contradicciones y el desafío del cuidado de los hijos es la siguiente sección
(Martes 14 de julio de 2015): “La tristeza se me va cuando veo el cuchillo. /
Corto la torta para mi hijo y reparto. /…/ Son doce porciones de amor. / Mi
hijo me regala la oportunidad de quererme”. También aflora mucho sufrimiento
cotidiano: “No me gusta sonreír. / No sé por qué hay personas que se toman a
mal mi cara” y mucho miedo a las expectativas sociales: “Hay personas que se
sienten importantes por la cantidad de cosas que hacen. / Yo le tengo miedo a
la cantidad”. Fértil (Martes 8 de septiembre de 2015), vuelve al tema: “De los
treinta años que tengo llevo veinte de fertilidad. / Suman un total de
doscientas cuarenta óvulos. / Menos tres hijos” ; “Yo siento que mis óvulos son
flechas que clavan mi nombre en el mundo”; “Soy un árbol que deja traslucir sus
ramas. / Yo quiero mis hojas. / Verdes. / Rojas. / Naranjas. / Amarillas. / El
viento me mueve y caen”. Mucho orgullo y mucha desolación en estas historias: “Yo
me enamoré de mi mejor amigo porque no se da vergüenza mi cuerpo”; “Me robé. /…/
Me angustiaba pensar en tener un bebé que no quería”.
El sentido de
la vida es el tema del Jueves 16 de julio de 2015: “Para mí todo tiene sentido.
/ Hasta la obligación de levantarme para peinar a mis hijos”. Estas mujeres
demuestran un autocuestionamiento constante, una presión social con la que
tienen que lidiar de manera cotidiana: “Si llevo puesto un anillo después de
haberme separado y conozco a otro hombre y no me lo saco, / ¿es un engaño?”.
Repetimos, muchos miedos (“Un cumpleaños es la felicidad. / De ahí viene mi
miedo. / Mirá si no viene nadie, me pregunto. / No por mí. / Mis hijos.”), pero
también el coraje de enfrentarse a la vida: “Para mí una caja de herramientas
simboliza la vida. / La que tuve. / La que tengo”; “La vida es una traducción /… / El aire no
tartamudea. / Son las palabras que atraviesan la respiración”; “Yo sé cómo
quise y eso me basta”; “Manejarme con el viento en contra”. Agrupados bajo el
epígrafe Espejo (Lunes 14 de
septiembre de 2015) están los poemas en los que se reflexiona sobre la propia
imagen y en los que se demuestra la altísima presión sobre ésta:
“Si me veo en el espejo veo un bidón de agua.
Transparente.
Pesado.
Liviana.
Lágrimas.
Mi cara no es buena.
Pero sé que lo soy.
Ando dormida.
Lombrices saludan desde el borde
de mis ojos a quienes me ven.
Ellas me peinan.
Me corren el flequillo cuando
crece.
Son las crecidas de los
crecidos.
Yo desconfío de los aspectos.
Soy buena, te lo juro.
Repito en silencio a mi
exmarido.
Yo amigos no tengo.
No sé lo que es tener amistad.
Amé a un solo hombre en mi vida.
Amo a un solo hombre.
Él no sabe la forma de las
lágrimas que me transportan”
En las prácticas sociales que se
explicitan en estos poemas se demuestra cómo a pesar de las presiones, hay
siempre unas grietas donde se escapan las identidades y las libertades: “Yo
aprendí a ponerme linda sin necesidad de un espejo. / Las manos guían mejor que
ningún objeto”; “Si me miro en el espejo veo un orangután con ojos claros. / Mi
cuerpo no se relaciona con lo que intento expresar”; “Cuando me ve el espejo en
este mundo soy una bandera”. Es el espejo el instrumento más cruel y lo saben: “Si
quieren ser felices, les digo, no se vean”;
“Si me miro en el espejo veo un par de pantuflas./ Cuánto llevaría una
recuperación si usara tacos. / La paciencia se perdería con ruidos de madera y
plástico. / Por ahí cambia algún detalle para que la gente no se aburra de
verte. / Pero para qué, si están casi siempre con los ojos cerrados”; “Cuando
me veo en el espejo veo una parrilla /…/ Y pongo la carne como un trofeo del
trabajo de la semana / para compartir con la gente que me hace sentir viva /
con un cuchillo en la mano y un tenedor en la otra”.
Otra manera
efectiva de autorretrato son la explicitación de los llamados vicios (Martes 25 de septiembre de
2015), pequeñísimos espacios de libertad y de identidad: “Yo no puedo salir de
mi casa sin antes sacarme los pelitos que crecieron de las cejas”; “Cuando la
tele se apaga. / Cuando mi marida es uno oso que ronca. / Cuando sé que estoy
sola. / y la luna me mira por la ventana del balcón. / Se produce una charla
íntima en la que no entra nada más que un ensueño”. Son chocolate, vino,
depilarse, pintarse los labios, fumar, patatas fritas, máquinas tragaperras: “Yo
nunca vi tele desde que mi mamá murió pero la llevo adentro adonde vaya”.
Las labores
cotidianas están localizadas en un espacio concreto, la Casa (Miércoles 16 de septiembre de 2015), sección donde se abordan
los problemas de vivienda, la distancia o la escasez de espacio como
esclavitud, las herencias físicas y psicológicas… Vemos cómo se desenvuelve la
reflexión sobre lo cotidiano: “Entre ayer y hoy dormí una hora. / Entré a
trabajar a las diez de la noche y salí a las diez de la mañana. / Fui a casa y
me acosté una hora. /…/ Para mí que fallo. / No soy organizada. / Porque si lo
fuera tendría, aunque sea por un minuto, quedar tranquila. / Estar en calma”.
En la casa se explicitan las aspiraciones, como en el poema construido a partir
del discurso cada vez más ampliado de lo que el hijo sueña: “Mi hijo anda
diciendo que tiene una casa con escalera, dos hamacas, un perro, un gatito que
se llama Atún, un hermano que tiene un mazo de cartas que a él le gusta,
guardado en una caja en un cuarto que no comparte con nadie y tiene una mesita
de luz, un ropero y una cama en la que imagina, cuando los otros le preguntan
dónde vive”. En la casa se hacen concretos los problemas: “Yo no quiero que mi
hijo diga tengo una casa. Y quiero que diga que tiene dos. / Un padre y una
madre. /…/ Yo hablo para no sufrir. / Pero sufro igual cuando escucho lo que no
quiero escuchar”.
Otro lugar
donde se hacen muy concretos las aspiraciones y los cuidados es en el Pelo
(Jueves 17 de septiembre de 2015), largo, con trenza, cola de caballo… Siempre
ha sido un símbolo poderoso: “No me gustan para nada las mujeres dejadas. / Las
que andan por la vida como si estuvieran durmiendo. / Si tienen cuarenta años.
/ Pensá. / Tu pelo ya no es el mismo”; “Yo no sé por qué los fines de semana me
hago el mismo rodete. /…/ Un rodete es cómodo. / Evitás que los pelos se te
metan en los ojos. /…/ No quiero que nada ni nadie interfiera en mi camino”; “Peinarse
como a una muñeca”.
Formas de querer (Viernes 18 de
septiembre de 1025) es el epígrafe concreto donde se vuelven a poner de
manifiesto las vivencias concretas de estas mujeres y sus relaciones: “Las variaciones,
lenta como hacer una tarta, cómoda como
una zapatilla / ¿Gritar es quererse? / Para mí los límites funcionan de ese
modo. /…/ No sos policía. / Soy una persona mimosa”. No son simplemente las
relacionadas con el amor romántico, aquí se habla del amor, de los afectos y
los cuidados: “Yo tengo un cuerpo. / Que cuido porque cuida”; “Quiero si me
quieren. /…/ No siento lástima por alguien que lastima”. Y se ponen de
manifiesto las carencias ajenas y propias: “Querer me marea”; “Yo quiero de
manera incapacitada”; “No me caen bien. / Pero me las ingenio para que me
extrañen”.
Por último se
abordan las aspiraciones, los Sueños (Lunes
21 de septiembre de 2015): “Mi sueño no es convertirme en una hormiga. / Yo no
quiero ser la pobrecita / De nadie”; “Mi sueño es ser la mujer del medio de lo
que pase. /…/ Yo no concibo el amor fechado”; “Mi sueño es no ser una careta. /
Que alguien se puso para divertirse”; “Mi sueño es creer que las cosas fluyen.
/ Las malas se van por la rejilla de la pileta de la cocina. / Los buenos
llegan con solo abrir una canilla”; “Mi sueño es estar atenta. / Una postura en
la espalda / ni erguida / ni muy gacha /…/ mi sueño es atender y entender”. Los
sueños, como las utopías son un reflejo bastante lúcido del presente, en ellos
se manifiestan las carencias con más claridad que en las descripciones
objetivas: “Y las palabras no son necesarias / el amor es silencio / el que
necesitan los enfermos para curarse”; “Mi sueño es no arrastrar el peso de un
hombre”.
“Mi sueño es
no quedarme dormida.
Nunca.
/…/
Cómoda no es
conformista
ni incondicional
es entrar en el asiento de una silla y
disfrutar”
Comprobamos que no solo se trata
de una recopilación de discursos, hay una poesía de hondura lírica y trágica,
una emoción apenas contenida, sin artificios, sin figuras de repetición, apenas
las imágenes que brotan de las palabras de las madres.
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