domingo, 30 de agosto de 2020

El Dilema de Palpatine


[Aviso: Spoiler] En la saga de Star Wars uno de las escenas memorables es la del enfrentamiento de Luke Skywalker (y posteriormente, en el episodio IX, de Rey) con el emperador Palpatine. Palpatine representa el Lado Oscuro de la Fuerza. El maestro Yoda había resumido en el episodio I cómo la forma en la que caer en él: “El miedo es el camino hacia el lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento.” Por eso, el Emperador advierte que siente cómo el odio crece en el corazón de Luke: “El odio está creciendo en tu interior. Coge tu arma Jedi, utilízala, yo estoy desarmado, fulmíname con ella, dale salida a tu furia... a cada momento que pasa te conviertes más en mi servidor...”[1]. El dilema es claro y radical. Si utilizas tu rabia y tu ira, entonces gana el Lado Oscuro porque te habrás pasado al otro bando, no habrá diferencia, la oscuridad habrá vencido. Pero si no luchas contra el Lado Oscuro, este vencerá y no habrá piedad ni prisioneros.
                En política funciona igual. Mucho se está discutiendo de cómo la derecha y la ultraderecha se hacen con los símbolos patrios, la bandera, la identidad… Pareciera como si la única forma de estar con la mayor parte de la población, la España que madruga, es identificándose con sus gustos y con sus prejuicios. Ver programas como Operación Triunfo, aprovechar Gran Hermano, posar para Diez Minutos… entrar, en suma, en la cultura de masas para llegar a las masas. No veo por qué no ahondar en esta senda y reivindicar los pinchos de tortilla con la misma intensidad que los toros o las procesiones de Semana Santa. ¡Cuánto daño le ha hecho a la izquierda esa actitud condescendiente, mirando por encima del hombro hacia los catetos de pueblo! Esta es una crítica interna, la de la lucha cultural, que no ha cesado en las posiciones de izquierdas.
Ahora bien, este es el dilema que el emperador le planteaba a Luke. Si la izquierda permite que los instintos y los prejuicios acompañen, como acompañan, a los símbolos, si empezamos a envolver todo con la bandera y a abusar del discurso de una nación por encima de las otras naciones, si se toma este camino la izquierda acabará en el Lado Oscuro. Si quieres hacerte con el símbolo de la bandera y apropiarte de todos los símbolos que identifican a los fachas, al final, te conviertes en un facha, ¿de qué sirve entonces? Es el caso del italiano Diego Fusaro. No rehúye participar en talk shows, y lleva a gala identificarse con las ideas antieuropeístas,  critica la llamada ideología de género y esparce el miedo a la inmigración masiva. Rojipardos les llaman a estos personajes que no se distinguen del fascismo tradicional.
En cambio, si la izquierda rehúsa la identificación con las clases populares y se plantea los objetivos clásicos de la lucha de clases, añadiendo todo el arsenal contemporáneo de defensa de las minorías y de la identidad (la famosa trampa de la identidad), corre entonces el riesgo de desconectar con sus bases. La gran batería de medios de comunicación, ya sean los tradicionales o las redes sociales, que defienden los postulados de la derecha no van a permitir una conciencia obrera más allá de conflictos puntuales, según sean afectados. Será una mínima clase media con conciencia quien sustente en votos a la izquierda. La desinformación, los bulos, las manipulaciones, los mensajes machacones santificando a Amancio Ortega o demonizando a los okupas… todo ello, sabiamente manejado, lleva al miedo. Y, como Yoda advirtió, el miedo lleva al odio, el odio al Lado Oscuro.
Y, para colmo, si te enfrentas a los símbolos con otros, si plantas cara a los intransigentes, entonces te conviertes en uno de ellos. Si se utilizan los mismos métodos, como crear prensa de combate (Laúltimahora), no tardaremos en encontrar quienes echen en cara que no hay diferencias entre una manipulación y otra. También se habrá llegado al Lado Oscuro. Es la paradoja de Popper con la tolerancia, pero mucho más cool y moderna.
Quedaría la opción de la lucha pacífica, sin sectarismos, escuchando a quienes tengan que aportar, con democracia intachable en los partidos, sin dudas sobre la financiación. Tampoco cabría el insulto o la descalificación del contrario. No participar en los debates televisivos de manera combativa y siempre con buen talante. Recurrir a la guerra sucia no es forma de hacerse con los votos, porque al Estado no se le combate en las cloacas, como dijo aquel. Porque, eso sí, si un partido que defienda una verdadera democracia en la que la mayoría del pueblo pueda hacer políticas que beneficien a la mayoría, se demuestra que recurre a trampas electorales, a luchas intestinas, a apropiación de dinero o manejos turbios, entonces sí que estaremos en el Lado Oscuro. No habrá salvación. Además, porque, sabiendo que te van a mirar con lupa lo que dices, lo que no dices, lo que aparecen en tus libros de cuentas y aun así hay irregularidades, o bien no tienes la conciencia necesaria para tener cuidado o te sobra desvergüenza.
En las películas de Star Wars siempre se soluciona porque hay quienes  se sacrifican para que el héroe pueda mantenerse inmaculado, sin perder la serenidad y caer en la rabia y el odio y, a la vez, poder luchar contra la injusticia. En la política española no sucederá esto. Los bandos no están tan definidos como en el Imperio y la Alianza Rebelde. El dilema es muy grave porque nos jugamos la posibilidad de tener representantes que defiendan posiciones progresistas.


[1] Al final del episodio IX, El Ascenso de Skywalker, vuelve a soltar el mismo discurso a Ray: “Your hatred, your anger. You want to kill me. That is what I want. Kill me... and my spirit will pass into you. As all the Sith live in me... you will be Empress... we will be one.”

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