domingo, 29 de marzo de 2020

Libertad como posibilidades. Libertad como independencia


Estas dos pueden ser acepciones bastante aceptadas de lo que es la libertad, entendida a ras de suelo, lejos un poco de los conceptos filosóficos. Como comentaba por las redes esta misma mañana Luis Roca Jusmet, entraña un concepto de enorme complejidad, y más en esta situación de excepcionalidad que está resultando del confinamiento del coronavirus.  La restricción de movimientos puede ser para muchos, y así lo están mostrando, al menos por las redes, un ejemplo mayúsculo de limitación de la libertad. Hobbes estaría de acuerdo pero lo subordinaría a un bien mayor, que es la seguridad. Cambiamos libertad por seguridad, que es el razonamiento en el que se suelen escudar quienes defienden métodos drásticos contra el terrorismo.
                Siguiendo a Luis Roca, Spinoza o Kant no estarían de acuerdo, en especial porque ambos ven la ley como una expresión de la Razón. Y la libertad consiste en seguir nuestro deber, aunque contradiga nuestras inclinaciones. El confinamiento, pues, para ambos, un acto de libertad. Philip Petit prefiere definir la libertad como no dominación y, en ese caso, estaríamos discutiendo el límite para justificar estas medidas excepcionales, evitar, en la medida de lo posible, medidas arbitrarias y en aras, añado, de un bien común, que es el de la salud de cada uno.
                En este sentido la libertad estaría cerca de la definición de independencia individual. Uno es más libre cuanto más autónomo sea, cuanto menos dependa de los demás. David Henry Thoreau podría servirnos de estandarte. En el bosque de Walden construyó su cabaña y vivía sin la necesidad de encontrar a ningún otro ser humano. Thoreau definió muy claramente el ejercicio de la desobediencia civil como límite contra el poder arbitrario, dejando a la conciencia subjetiva del individuo tanto la decisión como la responsabilidad de su propio destino.
                No pretendo hacer un catálogo exhaustivo de definiciones e consecuencias del concepto de libertad, más bien, aclararme en voz alta sobre qué implica cada una de ellas. Estoy de acuerdo con Thoreau en que si uno quiere ser independiente tiene que valerse por sí mismo. No vale utilizar a los demás como socios y luego evitarlos como competencia. Si uno, como el naturalista norteamericano está dispuesto a fabricar con sus manos una cabaña, matar con sus armas o cultivar su comida, entonces sí que podrá definir la libertad como independencia.
                Los filósofos estoicos también nos enseñan a no depender de los demás en nuestros juicios, en especial en los referentes a nuestra propia valoración o nuestros fines. Sin embargo, esto se ha traducido en eslóganes tipo Mr. Wonderful, en los que las buenas intenciones se convierten en la tiranía del sujeto que ignora a los demás, sea para bien –evitar críticas injustas, no depender de halagos–, sea para mal –no hacer caso del dolor de los demás, suprimir la empatía–. La órbita de la independencia es muy corta si no sabemos cazar.
                En cambio, si definimos la libertad como posibilidades estamos hablando de un planteamiento completamente distinto. La libertad como hacer lo que uno quiera puede necesitar del concurso de los demás. Si quiero escribir he necesitado la tecnología y las fábricas, los vendedores y transportistas que han hecho posible que el ordenador esté en mi mesa –esa que no he fabricado yo, solo la pinté hace años–. La ampliación de posibilidades es una decisión social por naturaleza. Es la vida en común la que nos permite volar, la que nos trae novedades o nos previene.
                La sociedad es también una de las mayores tiranas, tanto para el plano individual como para la locura colectiva. Eso lo hemos tenido claro, sobre todo los que tenemos serias dificultades para lidiar con las relaciones humanas. El grupo puede ser una turba que linche, puede ser la uniformidad fascista, el grupo puede ser la eterna vigilancia y el escrutinio descalificador. El grupo puede ser el infierno.
                Sin embargo, como decía John Donne, ningún hombre es una isla (traducción de Antonio Rivero Taravillo)
Es la lección más importante que podemos aprender de esta crisis terrible. La interconexión de todos. Uno, por mucho que lo intente, no puede aislarse completamente. La cantidad de nódulos de conexión llegan a ser incalculables. La producción de bienes está tan diversificada que podemos contagiarnos a través de múltiples pasos. Luego están las conexiones entre las personas. Es un mundo pequeño en este sentido, mucho más pequeño que aquellos famosos seis grados de separación. Porque una vez que se contagia un país, el siguiente tiene dos fuentes de contagio y así de manera exponencial.
                Y también hemos comprobado el aspecto positivo de la interconexión. Necesitamos a muchísima gente para nuestra vida diaria. Muchas más de lo que podíamos pensar. Además de las evidentes dependencias, como son los sanitarios, o los transportistas… hay muchas más profesiones que nos hacen la vida, no más fácil, nos hacen la vida posible. Así que, como planteábamos en un principio, la libertad como posibilidad depende de los demás. Como grupo humano, como sociedad, somos capaces de ampliarnos las capacidades. Volamos en sentido literal gracias a los demás. Nos conectamos a los demás, o nos aislamos gracias a los demás. Mientras que no seamos capaces de construir con nuestras manos las cuatro paredes y el techo, mientras no nos cedan una parcela en el bosque, para ser libres necesitamos a los demás si queremos tener alguna posibilidad. Negarlo es suicida. No nos salvaremos solos aunque tengamos que permanecer solos.

2 comentarios:

  1. Muchas gracias, Javier, por recoger mi comentario. Por otra parte me pareces que haces es muy interesante. Mi punto de vista es que en la noción de libertad siempre hemos de partir del vínculo necesario con los otros y que la libertad solo es posible en la sociedad, por tanto con los otros. Cualquier planteamiento que olvide esta premisa es totalmente ilusorio. Un abrazo.

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  2. Efectivamente, ese es mi punto de partida. Un inmeso agradecimiento al Otro que permite que pueda expandir mis posibilidades. Todos estamos interconectados, sostener otra cosa es una actitud suicida y necia. Gracias por tus comentarios, Luis.

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